Lado B
Leer para ser
Leer para todo. Leer para ser dignos habitantes de una historia que ha heredado una enorme riqueza del pasado que sustentan nuestros pasos en el presente y apoyan nuestros sueños de futuro.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
10 de abril, 2018
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“¿Para qué leer entonces? Para todo y para nada.

Para todo: para alcanzar el tesoro del pasado e intuir algunas formas imprecisas del futuro; para navegar y naufragar (o viceversa): para estar en paz, para desacomodarse y  deshabituarse; para desconocer de otro modo lo que ya se ignora; para enamorarse y desilusionarse…”

Carlos Skliar. Pedagogías de las diferencias, p. 102.

 

[dropcap]L[/dropcap]eer para todo. Leer para ser dignos habitantes de una historia que ha heredado una enorme riqueza del pasado que sustentan nuestros pasos en el presente y apoyan nuestros sueños de futuro. Leer para navegar en el tiempo y naufragar en sus múltiples momentos de decadencia y amenaza a la humanización, para recorrer sus etapas luminosas y disfrutar con nuestros ancestros de sus descubrimientos y sus invenciones.

Leer para todo. Para poder estar en paz con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás, con el planeta y con aquello que nos trasciende e intuimos como misterio o llamamos Dios, pero leer también para desajustarnos para salirnos de nuestras zonas de confort y dejarnos cuestionar por lo que otros han escrito a lo largo de siglos y a lo ancho de territorios diversos.

Leer para todo. Porque leyendo también podemos descubrir nuestro desconocimiento y decir con el filósofo clásico que sólo sabemos que no sabemos gran cosa sobre el siempre abierto y desafiante universo en que vivimos y sobre nuestro propio vivir en el planeta.

Leer para todo porque leyendo nos enamoramos y nos desilusionamos. Nos enamoramos de la vida, de la condición humana, de personas concretas y personajes memorables que se les parecen. Nos desilusionamos de algunas utopías, de movimientos y procesos que no tuvieron el final feliz que hubiésemos deseado, de personas que se revelan de pronto semejantes a los más deleznables personajes de una novela.

“¿Para qué leer entonces? Para todo y para nada…

Pero también para nada, es decir, solo leer, sin pretensiones de utilidad ni de inteligencia ni de ley; leer porque sí.
Se trata de un gesto, no de una doctrina: de apenas un gesto, el de abrir un libro. Dar a leer y dejar en paz a quien lee. No hacer promesas vanas: aquello que se descubrirá en la lectura no puede anticiparse, pero puede transmitirse. Es una invitación con principio, pero sin fin”.

 Carlos Skliar. Pedagogías de las diferencias, p. 102.

Leer para nada. Leer solamente por leer, por el placer de entrar en universos diferentes y vivir las vidas que nos hubiera gustado vivir. Leer sin pretensiones de utilidad en un mundo que todo lo mide por su utilidad. Leer para oponernos, precisamente para rebelarnos contra este mundo utilitario y pragmático, diciendo que es posible todavía la magia, la gratuidad, la vida que simplemente se vive sin metas cuantificables u objetivos medibles.

Leer para nada. Leer sin pretensiones de inteligencia, sin querer aprender nada en especial para poder abrirnos a aprender todo lo que de forma inesperada nos puede enseñar una buena lectura.

Leer porque sí, porque somos seres simbólicos y nos reconocemos en los signos que constituyen los universos construidos por la imaginación. Leer porque sí, porque queremos, porque nos nace de lo profundo, porque nos da placer, porque recuperamos la alegría, porque lloramos y reímos con seres a los que no conocemos y eso nos vuelve empáticos con quienes sí son parte de nuestro mundo cotidiano.

Dar a leer y dejar en paz a quien lee. Dar a leer y respetar el espacio y el proceso del otro, darle su espacio, abrirles la posibilidad de encontrarse a solas, de frente, con una historia y unos personajes que le harán entender su propia historia y mejorar su relación con sus propios personajes.

Leer para nada. Sin hacer promesas vanas porque lo que se va a descubrir en la lectura no puede ser anticipado, planeado, medido, cuantificado, evidenciado y reportado en una evaluación o acreditación.

Leer para nada. Leer como aceptación de una invitación que tiene principio pero no fin, que tiene un punto de partida pero miles y millones de posibles puntos de llegada. Leer como signo, como un gesto de apertura al misterio que somos y al misterio en el que vivimos.

Leer para nada, leer para ser.

“Puedo (y debo, y quiero) leer o dar a leer textos preciosos en cualquier formato; puedo (y debo, y quiero) hacer de la lectura esa conversación a propósito de un mundo que es siempre anterior y posterior a nosotros mismos, más alargado y más ahondado que nuestros propios límites, mucho, muchísimo más interesante que cualquier <yo mismo>”.

Carlos Skliar. Pedagogías de las diferencias, p. 117.

Precisamente porque se lee para todo y para nada, los educadores deberíamos hacer este juramento que escribe Skliar en su libro. Comprometernos con la promoción de la lectura como uno de los ejes esenciales, de las vías fundamentales por las que transita el proceso formativo de todo ser humano desde su más tierna infancia y hasta su muerte.

Nuestra realidad nacional sería diferente si todos los docentes dijéramos diariamente: “Puedo (y debo, y quiero) leer o dar a leer textos preciosos en cualquier formato…” a mis estudiantes para abrirles un horizonte ilimitado de crecimiento y descubrimiento de su propio ser en el mundo.

La educación cumpliría con su misión central si todos los educadores pudiéramos decir en cada una de nuestras sesiones de clase que podemos (y debemos, y queremos) convertir la lectura en un proceso de conversación continua con un mundo que es siempre anterior y posterior a nosotros mismos, más amplio, ancho y largo que todo lo que conocemos y podremos conocer en nuestra vida.

Nuestra sociedad transitaría hacia un proceso de humanización continua si los educadores lográramos comprometernos con la promoción de la lectura de textos orientada hacia la lectura del mundo, si propusiéramos y sobre todo contagiáramos el gusto, la pasión por la lectura con esa conversación con la realidad y con los demás que son mucho más interesantes que “cualquier yo mismo”.

El mundo sería más humano si los que nos dedicamos a la compleja tarea de educar asumiéramos como propio el reto de promover procesos para que nuestros educandos aprendan a leer para ser.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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