Tomada de rtve.es/

* Mtro. José Teódulo Guzmán Anell, S J

Era de esperarse que amplios sectores de población de la república de Chile manifestaran su enojo por el supuesto encubrimiento del obispo Barros al pedófilo Karadima. Francisco es consciente de esta lacra que hace tiempo vulnera la confianza de la feligresía católica en sus pastores. Las causas de esta epidemia son obviamente de diversa índole. Y desde luego está bien exigir a la autoridad eclesiástica que sancione a los culpables e incluso que los remita a la autoridad civil para ser juzgados como cualquier delincuente. Sin embargo, estas medidas no son suficientes si no se analizan a fondo y se atacan las causas de este mal.

En varias ocasiones el papa Francisco ha expresado que le causa dolor y pena las denuncias de pederastia que provienen de varios países del mundo. Indudablemente es laudable esta actitud del papa, lo mismo que la atención que ha mostrado hacia las víctimas de sacerdotes pederastas.

Esto no obstante, es necesario prevenir este tipo de conductas desde los centros de formación de los futuros sacerdotes y religiosos. El tema de la sexualidad y sus implicaciones en la vida personal y social afortunadamente ya no son tabú en los seminarios y comunidades religiosas. Pero hace falta tutelar en forma discreta y cordial a los sacerdotes que tienen a su cuidado una parroquia o un centro escolar donde interactúan por oficio con niños y adolescentes. Normalmente la mayoría de estos sacerdotes viven solos y carecen de un acompañamiento espiritual y humano que los apoye fraternalmente en sus debilidades afectivas.

[pull_quote_right]Esperemos que la visita de Francisco al pueblo chileno no solo haya removido las aguas turbias de la clerecía, sino también la conciencia episcopal al advertir que más del 50% de la población ya no es cristiana católica.[/pull_quote_right]

Las medidas correctivas que se han tomado hasta ahora por parte de obispos y superiores religiosos han sido cambiar de parroquia o de ciudad al clérigo pederasta, y en varios casos, obligarlo a que se recluya en una casa de retiro o en un centro de rehabilitación. Cambiar de parroquia al delincuente es trasplantar una mala hierba a otro campo en donde probablemente continuará tarde o temprano, con sus prácticas pedófilas. Y en el caso de la rehabilitación sucede lo mismo que con los alcohólicos: si no hay un acompañamiento y seguimiento posterior, lo más probable es que vuelvan a recaer en el vicio.

En suma, prevención, acompañamiento fraternal y apoyo profesional a los sacerdotes pederastas son los mecanismos que yo consideraría son necesarios para prevenir esta plaga que desde hace varios años está infectando a las comunidades de fieles católicos y a la sociedad en general, y que además daña terriblemente a las víctimas de los clérigos pederastas.

Después de su retorno al Vaticano, el papa Francisco habrá reflexionado con serenidad en las respuestas emitidas en torno a las denuncias de las víctimas no menos que en las demandas de los indígenas Mapuches por el despojo ancestral de sus tierras. Esperemos que la visita de Francisco al pueblo chileno no solo haya removido las aguas turbias de la clerecía, sino también la conciencia episcopal al advertir que más del 50% de la población ya no es cristiana católica. Y en último término convendría que los cristianos católicos nos preguntáramos qué significa realmente ser cristiano en estos tiempos y en esta sociedad pluricultural.

[pull_quote_center]

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Sus comentarios son bienvenidos

[/pull_quote_center]