Lado B
Tres espacios culturales en México que escapan a la centralización
Entre sus procesos más que la exposición como un fin, o la obra de arte como mero objeto expositivo, hay diversas actividades como residencias, intervenciones, diálogos, publicaciones y acompañamiento crítico
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
11 de febrero, 2018
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Se trata de PAOS, Proyectos Impala y Lugar Común, sitios que llenan los vacíos en las escenas locales de las ciudades en las que se encuentran

Entre sus procesos más que la exposición como un fin, o la obra de arte como mero objeto expositivo, hay diversas actividades como residencias, intervenciones, diálogos, publicaciones y acompañamiento crítico

Ámbar Barrera

@Dra_Caos

El 8 de febrero se llevó a cabo un diálogo en el Museo Amparo entre Lorena Peña, Marco Treviño y Alejandro Morales, gestores de distintos proyectos culturales en Guadalajara, Ciudad Juárez y Monterrey, respectivamente. La plática se tituló (re)Mediaciones: otras formas institucionales para el arte contemporáneo en México, y fue moderado por el Doctor Alberto López Cuenca.

Con la intención de generar un diálogo con la escena local de Puebla, se presentaron las singularidades y estrategias de acción de tres proyectos regionales en otros estados que han permitido otras formas institucionales para el arte contemporáneo en México.

Para contextualizar, el Dr. Alberto López Cuenca, profesor investigador de la maestría de Estética y Arte en la BUAP, recordó que en torno al año 2000 se dio una articulación importante con la llegada del sector privado empresarial al mundo del arte con empresas como Jumex, así como con la configuración del Patronato de Arte Contemporáneo, donde hubo muchas instituciones que animaron desde el sector empresarial a activar la escena del arte en México, sobre todo en la Ciudad de México (CDMX).

—Esto responde a una dinámica de apertura económica y a un vocabulario emprendurista. Lo relevante, me parece, es la articulación a partir de ahí, de otras formas institucionales que ya no son públicas.

Por otro lado, según López Cuenca, la red del Estado responde principalmente a una lógica centralista, por ejemplo con programas como el Fonca, de Conaculta, por lo que entonces surgen las iniciativas de la sociedad civil.

Cada una de estas nuevas organizaciones es singular porque, al desarrollarse lejos de aquel eje central, tienen que responder a las necesidades de cada territorio en particular.

“Lo que hacen estos espacios es un ejercicio de memoria colectiva”, dijo el académico, y también invitan a la activación de una red de colaboración.

—Se trata de “procesos instituyentes” pero no son instituciones formales, sino que son espacios que llenan los vacíos en las escenas locales de las ciudades en las que se encuentran.

Tomada de facebook.com/proyectosimpala/

PAOS (Guadalajara)

Lorena Peña, representante de PAOS, espacio cultural en la ciudad de Guadalajara, es esgresada de la licenciatura en Artes Visuales, ha formado parte de distintos colectivos y trabajado en galerías e instituciones gubernamentales donde tuvo “grandes desencantos”.

En 2012 Eduardo Sarabia y José Dávila la invitaron a desarrollar un proyecto de estudios abiertos, pues tenían la intención de aportar algo a la construcción de la escena del arte contemporáneo en Guadalajara.

Este open studios también buscaba acercar el público a los artistas que en ese momento trabajaban en la ciudad, reducir las barreras de mediación para la venta de obra y romper prejuicios respecto a la práctica contemporánea.

—Guadalajara ha tenido mucha resistencia a los lenguajes contemporáneos y ha sido muy difícil ir formando públicos, así que su principal interés era ese, acercar al público a las prácticas actuales —explicó Lorena Peña.  

En la década de los 90 surge, justo en Guadalajara, la primera feria de arte en México, lo que posicionó al país de manera potente e hizo que la ciudad se abriera a la recepción del arte de ese momento.

Para los artistas de esa época fue muy benéfico pues tuvieron oportunidades de formarse teóricamente con expertos de todas partes del mundo que eran invitados a Guadalajara. A pesar de eso, esta efervescencia no se vio reflejada en las políticas públicas, ya que por parte del gobierno no hubo apoyo, sino al contrario, se mostró resistente a la apertura de más espacios que dieran cabida al arte contemporáneo, algo que hasta la fecha es un problema.

Después de la primera experiencia de los Estudios Abiertos, una de las conclusiones fue que aquellos artistas más jóvenes no tenían un espacio fijo de producción, lo que había complicado la logística de su evento. En respuesta, Lorena y los otros dos artistas decidieron dar un paso más y organizar residencias artísticas para ofrecer un espacio físico a quienes no lo tuvieran.

Lograron adquirir en comodato la casa José Clemente Orozco para desarrollar el proyecto de residencias con el objetivo de continuar con la formación de públicos, y también comenzaron a realizar otros proyectos como promover una educación artística alternativa  y acercar a unas generaciones de artistas con otras, algo que no era común en la ciudad.

A lo largo de esos dos años en los que duró el comodato, el proyecto creció tanto (el primer año hubo 6 residencias y el año antepasado tuvieron 16), que el gobierno del estado les cedió la casa en préstamo por dos años más.

Tomada de facebook.com/GDL.Paos/

Proyectos Impala (Ciudad Juárez)

Alejandro Morales es el fundador de Proyectos Impala, en el cual también colaboran sus padres.

Ciudad Juárez es una ciudad industrial con 1.5 millones de habitantes y tiene sólo 6 museos, del cual sólo uno exhibe, ocasionalmente, arte contemporáneo, como explicó Alejandro sobre el contexto general de su ciudad. Los espacios culturales son escasos.

La singularidad de Proyectos Impala es que puede moverse significativamente entre distintos puntos de la ciudad, gracias a que el proyecto vive adentro de una caja de trailer de 14 metros de largo. Se trata de una caja que salió de una empresa maquiladora y fue donada para ese proyecto.

Dentro de la caja se exhiben exposiciones artísticas y cuentan con una biblioteca de arte contemporáneo. Cuenta con mil 600 publicaciones y es una colección única en la región, su objetivo es ser una fuente de consulta para los estudiantes de las dos carreras de artes que hay en la ciudad.

—Casi todos los espacios culturales están en la franja fronteriza, así que las personas que viven en el sur o en el centro de la ciudad no tienen el acceso a la oferta cultural. Por eso se creó Impala y la forma de la ciudad es la que nos obliga a movernos.

Alejandro explicó que el punto más alejado al que llegan es Ciudad Universitaria, una mancha poblacional a 50 kilómetros del centro de la ciudad, ubicada muy cerca de una correccional y aledaña a las dunas de Samalayuca, es decir, un punto “prácticamente en medio de la nada”.

La caja de Impala lleva arte y actividades a escuelas de todos los niveles, a maquiladoras, a parques y a museos. Algunos artistas que han colaborado son: Julio Cesar Morales (Arizona), Christian Castañeda (CDMX), Miriam Salado (Hermosillo), Leo Mars (Monterrey), y Alexandra Cesar (Ciudad Juárez).

En Impala tienen entre 3 mil y 4 mil 500 visitas por exposición, un número grande en comparación con las visitas a museos locales.

Tomada de facebook.com/LugarComunMty/

Lugar Común (Monterrey)

Lugar Común es un espacio que surge en el el 2015, en el marco de la XII Bienal de arte Femsa.

Bajo la lógica de su certamen ese año, una evaluación curatorial de la zona señaló que la inversión del evento estaba beneficiando sólo a unos pocos y que con esa misma cantidad de dinero invertido, podrían hacerse muchas más cosas para impulsar proyectos más diversos del ámbito local.

Como respuesta a esa evaluación es que nació Lugar Común, una casa en la que los artistas de la Bienal invitaban al público a participar en pláticas, talleres, encuentros y en general, a tener acceso a los procesos y los materiales de los artistas. En resumen, buscaba ser una oportunidad para el diálogo no sólo entre artistas y el público, sino también entre los mismos artistas.

—Lugar Común comenzó a operar como un lugar de encuentro. Respondia a una innercia basica del encuentro para generar otras cosas —cuenta Marco Treviño, uno de los fundadores.

Al concluir la Bienal, evaluaron que el público pensaba los procesos artísticos sólo desde un punto de vista en el cual era necesario un fin expositivo, algo que para Marco Treviño, genera un contexto negativo para el arte, alejando al público de la idea de procesos colaborativos en vez de procesos sólo para competir entre individuos.

El artista Leo Mars, también colaborador del proyecto, propuso continuar con Lugar Común pero dándole un sentido diferente. La bienal dejó de ser el eje y ya no operarían bajo una lógica curatorial, sino que organizarían actividades artísticas para seguir generando encuentros y diálogos.  

—Generamos 4 ejes: un programa de residencias, un programa de formación, una editorial y un programa de intervenciones. El corazón del proyecto fueron las residencias, lanzando una convocatoria a direcciones de universidades para generar puentes de comunicación entre licenciaturas.

El programa funciona así: cada universidad selecciona a tres estudiantes y trabajan a lo largo de ocho sesiones sabatinas con Lugar Común, algo que “significa un acompañamiento crítico para su formación”.

—Más que una cuestión de pedagogía, los convocamos para extender el diálogo, encontrarnos en la duda y empezar a afinar las preguntas. El diálogo intergeneracional ha sido muy potente para responder: ¿qué tiene que hacer un artista regio?

En ese sentido, Marco explica que en Lugar Común no solo les interesa hablar de la producción de arte, sino también estimular la creación de proyectos colectivos.

Tomada de facebook.com/proyectosimpala/

La exposición ya no es el fin

Para concluir la plática, Alberto López Cuenca encontró una de las principales particularidades entre los tres proyectos: La exposición como un cierre está desapareciendo. ¿Y qué es lo que pasa si la exposición ya no es el fin? ¿Qué ocuparía su lugar?

Para responder a esa última pregunta, Cuenca propone sólo echar un vistazo a lo que estos grupos ya han hecho: residencias, intervenciones, diálogos, publicaciones y acompañamiento crítico, despojando a la obra de arte como mero objeto expositivo.

Lorena Peña puso como ejemplo una anécdota: El primer año que organizaron las residencias tenían planeada una exposición al final, pero para los artistas eso se convirtió en una “fuerte imposición, el tener que concluir todo el periodo de producción en una sola serie y en tan poco tiempo”.

—Si finalmente la exposición es esta forma reina de compartir el trabajo artístico, entonces había una contradicción, porque si lo que queríamos era acercar a la gente a los procesos, entonces venía sobrando la expo como conclusión.

Para sustituirlo, para seguir presentando los proyectos interdisciplinares, Invitaron a Carlos Rang y a su proyecto de librería como proceso artístico, en el que hizo una especie de montaje donde los visitantes tenían que interactuar con el proyecto: organizar las colecciones de libros, elegir algún libro para que se los regales, entre otras cosas que buscaban la interacción directa entre autores y lectores.

Para Lorena ese ha sido uno de los proyectos que más trabajo les ha costado. Ellos lo presentaban como proyecto artístico pero al público le costaba mucho entender que algo que ellos interpretaban como su participación en una “librería” podía ser arte.

Para Impala en Ciudad Juárez, las exposiciones son un pretexto y la movilidad les permite activar un reconocimiento de su contexto.

Por otro lado, para quienes conforman Lugar Común, su objetivo final tiene que ver sobre compartir el proceso al presentar objetos, textos o ideas en el que la principal actividad es el diálogo, pero, como apuntó Marco, “el público lo entendía como una expo extraña, una pre exposición o una expo con códigos extraños”, así que tienen que seguir insistiendo en la forma del montaje para que poco a poco lo comprendan y lo hagan suyo.

—Lo que queremos es que se generen sobremesas simbólicas, así que el artista tiene que pensar en su producción artística como un mantel. Simbólicamente, algo que pueda quitarse, cambiarse, dobla, ensuciarse… y eso sí ha generado una discusión interesante, porque son piezas que no importa si se ve o no, si se queda o se quita.

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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