Lado B
¿Por qué duele la esquina de Bolívar y Chimalpopoca?
La esquina de la colonia Obrera en Ciudad de México, donde se encontraba un taller de ropa, revive una dramática y dolorosa historia de hace 32 años con la muerte de cientos de costureras.
Por Lado B @ladobemx
28 de septiembre, 2017
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PIE DE PÁGINA | Alberto Najar

26 de septiembre: Cuando empezó el primer turno se dieron cuenta. El sismo de la noche anterior, del jueves 7 de septiembre, inclinó ligeramente el edificio de cuatro pisos en la esquina de Chimalpopoca y Bolívar, en la colonia Obrera.

Fue un movimiento importante, de 8.2 grados Richter y que por su magnitud se consideró el más fuerte desde 1932. Pero los daños no parecieron mayores, al menos en Ciudad de México. Y en el barrio que albergaba el edificio, en el centro de la capital mexicana, las construcciones afectadas por los sismos son parte del paisaje.

Quizá por eso pareció normal que los empleados que laboraban en ese lugar regresaran a sus labores como si nada. Pero doce días después, en tres segundos, el edificio colapsó.

Oficialmente 22 personas murieron en el lugar, y decenas más tuvieron lesiones. Se conoce, además, de al menos cinco desaparecidos. Aunque los datos, como sucede en otros lugares afectados por el terremoto, son contradictorios.

Pero en este caso la confusión es mayor, porque no se sabe realmente lo que sucedía en el inmueble, envuelto en el misterio. En su fachada no había un solo letrero, anuncio o señal alguna. Tan sólo las puertas, un estacionamiento y cristales oscuros.

Los vecinos sabían que era un taller porque lo contaban los empleados, que llegaban cada mañana en transporte público.

Los más enterados, dueños de restaurantes o negocios de comida callejera, decían que se elaboraba ropa de mujer y se vendían juguetes según versiones de sus clientes. Otros hablaban de una familia de origen judío como propietaria, mientras que algunos más señalaban a empresarios chinos. Era todo.

Las dudas sobre el enigmático edificio crecieron tan rápido como se sacaron los escombros. Parecía haber prisa por borrar la tragedia, acelerar la desmemoria de lo que allí existió.

No es para menos. En ese lugar, según versiones no desmentidas hasta el momento, laboraban personas sin documentos migratorios. Y en una de las empresas de ropa que albergaba el inmueble, las personas trabajaban virtualmente encerradas.

Beatriz Ballinas, vecina de la calle Bolívar, dice que para entrar y salir de los pisos del edificio era necesario marcar una clave en la cerradura: “No era fácil moverse en días normales, en el sismo debió ser peor. Por eso se quedaron atrapados allí adentro”.

Gloria Rosales, madre de quien era el vigilante del edificio, Jaime Orive, dice que su hijo le contaba que en cada piso trabajaban normalmente entre 20 y 30 personas. “Siempre estaba muy pendiente, la gente no podía andar de un lado para otro”, cuenta.

Son datos, versiones sueltas que profundizan las dudas. Y alimentan la paradoja: a unas calles del edificio, en el sismo de 1985 murieron cientos de costureras que trabajaban en talleres de ropa, muchos clandestinos. La mayoría laboraba en condiciones denigrantes, con salarios mínimos, sin seguridad social y encerradas durante 10 horas.

Organizaciones civiles –porque las autoridades de la época no investigaron las denuncias- documentaron que en algunos casos las puertas de salida estaban cerradas con candados. Por eso se quedaron atrapadas en el momento del sismo.

¿Sucedió lo mismo 32 años después? Es parte del misterio. Y también de las razones por las que la tragedia en el edificio de Chimalpopoca y Bolívar es tan dolorosa.

Hace tres décadas la muerte de las costureras desnudó el abuso de empresarios que mantenían en casi esclavitud a cientos de trabajadoras, con la indiferencia –y a veces colusión- de la Secretaría del Trabajo.

Hoy las huellas que organizaciones civiles y no las autoridades han encontrado, parece repetir el mismo camino.

En 1985 los dueños de los talleres y fábricas se preocuparon por rescatar primero la maquinaria y cajas fuertes, denunciaron los sindicatos de costureras que nacieron de la tragedia.

En 2017, entre el caos y prisa por remover los escombros, los propietarios de las empresas textiles buscaban afanosamente los archiveros para rescatar contratos, escrituras y otros documentos.

Tuvieron suerte. En la escuela Simón Bolívar, vecina del edificio colapsado, se almacenaron cajas y archiveros con documentos, vigilados por empleados de la Delegación Cuauhtémoc.

Foto: Fernando Santillán

Hace días que el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, es otro.

El 17 de septiembre, cuando presentó su quinto informe de gobierno, el mandatario lucía feliz, animado por la posibilidad de abandonar el cargo para emprender, ahora sí oficialmente, su campaña para las elecciones presidenciales de 2018.

Menos de 48 horas después el sismo de magnitud 7.1 le borró la sonrisa. Y una semana más tarde parece difícil que le vuelva la alegría.

El terremoto puso en claro una serie de irregularidades en la construcción de algunos edificios derrumbados, especialmente los más nuevos.

Pero también que algunas dependencias de su gobierno, como la Secretaría de Protección Civil y del Trabajo no revisaron que se cumplieran las normas y reglamentos de construcción ni del respeto a los derechos laborales.

“No hicieron nada, hay una corrupción enorme”, dice la diputada constituyente Mayela Delgadillo.

Hasta ahora no está claro si habrá o no alguna investigación sobre lo que ocurrió en el edificio de la colonia Obrera. Mancera dice que esperarán a que se presenten denuncias ante la Procuraduría General de Justicia de Ciudad de México.

Pero si la identidad de los propietarios se desconoce, y además existen dudas sobre los trabajadores y sus condiciones laborales, cumplir con la demanda del político se ve complicado.

Por eso organizaciones sociales demandan que se entregue la lista completa de la nómina de las tres empresas, algo que recuperaron los dueños de al menos la fábrica de ropa.

Entre los documentos que rescataron en los archiveros se encuentran no sólo escrituras y contratos mercantiles, sino los expedientes de sus empleados que incluyen actas de nacimiento originales, solicitudes de empleo, copias de identificaciones y comprobantes de domicilio.

Están en carpetas amarillas o verdes, según el tipo de relación que se tenía con cada persona.

¿Dónde están esos documentos, cómo salieron de la escuela donde fueron resguardados? Es otra de las dudas que prevalecen.

Durante las maniobras de rescate, mientras cientos de personas removían escombros y los sacaban en cubetas y carretillas, algunos de estos archiveros se colocaron detrás de las vallas humanas, entre los camiones de volteo que se llevaron la tierra y concreto.

En el caos por la emergencia pocos les tomaron en cuenta. Quizá por eso la prisa por limpiar la zona, acelerar la vieja técnica del borrón y cuenta nueva.

Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente.

 

| Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: http://www.piedepagina.mx

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