Lado B
El 19s o la semilla de 2018
Los semáforos están apagados. Fernando recorre la capital poblana en su motoneta apenas una hora después del sismo de 7.1 de magnitud que afectó a los estados de Puebla, Morelos y a la Ciudad de México.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
25 de septiembre, 2017
Comparte

Centro de Puebla | Foto: Luis Colchado

Alonso Pérez Fragua

@fraguando

el conjunto de sociedades […]
se organiza con celeridad, destreza y enjundia multiclasista, […]
se afana en la creación de albergues, el aprovisionamiento de víveres
y de ropa, la colecta de dinero, localización de personas,el rescate de muertos
y de atrapados entre los escombros, la organización del tránsito, la atención psicológica,
la prevención de epidemias, el desalojo de las pirámides de cascajo,
la demolición de ruinas que representan un peligro.
A estos voluntarios los anima su pertenencia a la sociedad civil,
la abstracción que al concretarse desemboca en el rechazo del régimen,
sus corrupciones, su falta de voluntad y de competencia al hacerse cargo de las víctimas,
los damnificados y deudos que los acompañan –
Carlos Monsivais. No sin nosotros. Los días del terremoto 1985-2005.

 

Preámbulo deambulatorio (homenaje a C.M.)

Tembló de nuevo y es 23 de septiembre, el día que dicen que el planeta ese, el Nibiru, chocará con la Tierra, ¿no será por eso? Pos yo no sé, pero ya van tres réplicas en bien poquito tiempo. ¿Tres?, más ¿qué no? o no sé, pero ya que le paren de mover el piso a uno (o a unx para ser incluyente, digo yo)

¿Frida y Frida Sofía?, ¿la pintora uniceja y la hija de la Guzmán?, ¿qué tienen que ver ellas en esto del terremoto? No, qué voy a estar viendo redes sociales y noticias en medio de este caos: ¡mira nada más la grieta en mi negocio! Y Protección Civil que no llega.

¡Lleve sushiii! ¡Lleve sushiii! Oye Carlos, ¿y te cae que la gente te sigue comprando? Pues claro, me compran y yo vendo porque temblor o no temblor, tengo que trabajar o si no, ¿quién me va a mantener? Eso sí, el Fonden no creo que aplique en tu caso.

+52 1 222 222 2222: Eviten pasar por la Atlixcáyotl porque están asaltando mientras el tráfico está parado.
~Chucho: Les comparto foto cn los diputeibols y sus pancart$ diciendo que no van a soltar lana de sus campañas para reconstruir el país.
*Wendy*: ¡Qué HDP!
D4V1D45: Y mientras esos se roban esa lana, escuchen este audio de una ñora reportando que el presidente municipal de Metepec se está guardando las despensas -igualito que el Draco en Morelos.
Tía Lulú: Oye sobrino, pero Metepec no tiene presidente municipal: es junta auxiliar.
D4V1D45: Ah… no sabía tía… Bueno, pero ya ves que con estos políticos nuestros unx nunca sabe.
Tía Paty: ¿Por qué la equis, hijo?
D4V1D45: Otro día te explico, tía. #SeamosIncluyentes #Sismomexico2017

Lo que se puede con lo que se tiene (o diarios de motoneta)

Los semáforos están apagados. Fernando recorre la capital poblana en su motoneta apenas una hora después del sismo de 7.1 de magnitud que afectó a los estados de Puebla, Morelos y a la Ciudad de México. En el grupo de chat de WhatsApp que tiene con sus compañeros de la secundaria, Regina pide si alguien puede ir a casa de su mamá y hermano, en Bella Vista, para asegurarse de que están bien; ha pasado más de una hora y sigue sin saber de ellos. Estaciona la motoneta justo cuando el hermano está subiendo a su auto. Le dice que Regina está bien, allá en la Ciudad de México, y que ahora mismo le avisa que ellos también. Fernando teclea el mensaje en su celular para darle la noticia a su compañera, a quien no ha visto en 15 años. Aprovecha para ofrecerle a todos los del grupo que viven fuera de Puebla el mismo servicio.

Sube de nuevo a la motoneta. La caótica circulación de los dos cruces anteriores contrasta con el orden del siguiente donde la señora de la tienda de la esquina o el franelero de la cuadra han decidido hacer las veces de oficiales de tránsito. La gente tomando el control de la ciudad, piensa con esperanza. Por eso, cuando unos minutos después recibe un mensaje alertando sobre asaltos a automovilistas sobre el boulevard Atlixcáyotl, duda de inmediato; no quiere creerlo. Ha visto el rostro amable de la ciudadanía y en esos momentos la esperanza es vital. Al llegar a su casa prende la computadora y busca en la cuenta de Twitter de las dependencias de seguridad de la ciudad y el estado. Lo encuentra: «Personal de la SSP que recorre la zona de Vía Atlixcáyotl descarta asaltos; se mantiene presencia policial para inhibir conductas delictivas» . Quiere creerle a la policía. Sin embargo, comienza a leer los comentarios de otros tuiteros y ya no está tan seguro.

Entra ahora a Facebook. Empieza a saltar de una publicación a otra; regresa a leer tuits. Se prepara algo de comer. Abraza a su perra. Recorre de nuevo su casa en busca de grietas o cosas fuera de su lugar. Come mientras empieza a ver una película en Netflix. Para la película, se levanta, lee más sobre el terromoto. Se vuelve a sentar. Le manda un mensaje a un amigo que está en el zócalo: «leo que no hay paso en el centro y que ya hay muchos voluntarios. ¿Crees que alguien con una moto sería de utilidad?». La respuesta es positiva.

Sube de nuevo a la motoneta. Cuando salió esa tarde del centro, solo vio las ventanas del Museo del Automóvil quebrados y repartidos por el piso, y varios montones de polvo en otras partes. Es hasta ahora, que regresa de noche y ve calles y más calles acordonadas, que se percata de los daños que sufrió el primer cuadro de la ciudad colonial. Al día siguiente, cuando se dirija de nuevo al zócalo, las tiras de plástico rojas y amarillas habrán ganado terreno. «Por allá joven, por favor, que la cúpula está a punto de caer».

Cuando finalmente se estaciona en el zócalo, los víveres se acumulan sobre el piso de la plaza central y las decenas de voluntarios arman paquetes. Aunque autos y camionetas siguen llegando con agua y comida, otros más no encuentran la ruta adecuada para acceder al corazón de la Angelópolis.

Sube de nuevo a la motoneta. Fernando se descubre circulando en sentido contrario por la 16 de Septiembre para alcanzar el Jardín del Carmen. Ahí, en el cruce de la 15 Oriente/Poniente y la 16, una patrulla cierra el paso incluso a los autos que llevan donaciones: su vibración puede provocar más derrumbes. Un auto con dos jóvenes de no más de 20 años se detiene junto a la patrulla y pregunta cómo llegar al centro de acopio. Fernando se ofrece a llevar sus botellas de agua. En el camino, una mujer que ha dejado su camioneta varias cuadras atrás, lo detiene y le pregunta si puede también llevar su donativo. Fernando no conoce a ninguna de esas personas pero todos han confiado en que la ayuda llegará a su destino. Cuando regresa al zócalo, la cadena humana carga un camión que irá a entregar víveres a un par de hospitales en Puebla para luego dirigirse a Atlixco. Decide no ir. Aunque no está cansado, ya no tiene batería y teme que su familia no lo pueda localizar.

Sube de nuevo a la motoneta. Es la primera mañana después de la catástrofe. No quiere ser dramático pero no puede evitarlo: la tristeza llena el aire y la desolación se acomoda en los corazones de los poblanos. Por ello, Memecracia ha ofrecido repartir memelas a los voluntarios que están en los distintos centros de acopio para «recuperar el ánimo y el espíritu poblano». Fernando se estaciona y carga el primer paquete de 20 memelas. Como la noche anterior, cuando llega al zócalo, varios grupos de ciclistas y motociclistas esperan al borde de la catedral para transportar víveres o lo que se ofrezca. «Si no tienen algo que transportar ahora, jálense a Memecracia, ¿va?». Tres horas más tarde y 150 memelas después, todos los voluntarios han sido alimentados por éste u otro negocio local: Maíz Pietro, Cerdo Picante, Casa Nueve, El Dandy del Sur…

Escuela Leona Vicario. Foto: cortesía de Fernando Ríos

Sube a la motoneta. Siente que ha hecho muy poco: no rescató niños del camión de la escuela Leona Vicario, como su tocayo. Tampoco ha tomado la carretera por horas y horas para remover escombro y dejar material de construcción o llevar agua y comida y productos de limpieza hasta comunidades que nunca nadie en la capital había escuchado y cuya existencia y situación hoy es evidente para todos aquellos que viven en la comodidad de la ciudad. No, nada de eso ha hecho. «Hay tres tipos de personas en este momento», le dice su amigo Adrián para tranquilizarlo. «Los que no hacen nada y se quedan en sus casas, los que hacen, y los que hacen cosas pero mal. Estamos haciendo cosas, es lo que importa».

Cuando la ayuda sobra (o el concierto de las voces)

La invitación a través de WhatsApp vino de parte de «un grupo de asociaciones civiles, grupos estudiantiles y empresarios para compartir experiencias y juntar información» sobre la ayuda prestada, desde la capital del estado de Puebla, a las comunidades afectadas por el sismo ocurrido dos días antes. La cita es a las 9 de la noche en Workósfera, en el Centro histórico. El jueves no sabe a jueves. Nada parece ni sabe ni se oye como debería. A una cuadra de ahí, Sergio Ramírez, de la Organización Mundial por la Paz, escuchó de la iniciativa y se unió para ver de qué se trataba. Él es delegado del estado de esta ONG y tiene listos a 40 médicos de Veracruz que desean ayudar en Puebla. Espera que al asistir encuentre el mejor lugar para desplazar a los profesionales de la salud.

Desde el principio, el concenso de los testimonios es casi unánime: hay mucha gente ayudando pero de forma desvinculada, lo que ya está generando caos. En otras palabras, el problema no es que falte ayuda sino que sobre en ciertos lugares. A mano levantada, las voces, en su mayoría entre 20 y 30 años, comparten lo que han visto en diferentes municipios desde el martes hasta esta noche. «Yo estuve en Tochimilco», dice una. «Necesitan medicamentos, comida ya no. Vi muchos grupos de estudiantes que solo se querían tomar la foto». Otra mano y otra voz: «Nosotrxs estuvimos en una comunidad cercana a San Antonio Alpanoca: calculamos que el 60 por ciento de las viviendas están destruidas. Vimos muchos ancianos; sus problemas vienen del sismo pero otros más estaban ahí desde antes. Muchas personas con diabetes, por ejemplo, que les hace falta medicina. Muchas casas en pie pero destruidas por dentro. Un señor nos platicó que terminó recién un cuarto que le costó siete años de trabajo y ahora estaba en el suelo». De pie, atrás del primer círculo de sillas, otra voz agrega el factor ambiental a la ecuación. «Hay que pensar», comienza, «que estas comunidades no cuentan con sistemas para manejar los residuos que les estamos llevando, con los riesgos de que terminen en barrancas o en ríos. Hay entonces que invitar a las brigadas a que regresen todo lo que puedan de estos residuos desechables en sus autos y camionetas».

Nos guste o no, dicen un par de voces, hay que coordinarse con Protección civil e instancias oficiales porque «luego llega cualquiera y le dice ‘uy no, señora, esta casa está inhabitable’ y la persona ni sabe, no es ingeniero, y deja a la familia con la preocupación». Además, continúan, es necesario que se integren todos los inmuebles en el censo oficial para que luego se puedan canalizar los recursos del Fondo nacional de desastres, el famoso Fonden.  ¿Coordinarse con Protección civil?, cuestionan otras, ¡pero si no está llegando a todas partes! ¿Cuánto tiempo hay que estarlos esperando? «Nosotrxs llevábamos ayuda médica a comunidades de Atlixco y Protección nos detuvo. Éramos cerca de 200 personas de varios grupos que de 3 de la tarde a 9 de la noche solo ayudamos como hora y media a quitar escombro pero los médicos que íbamos nunca servimos para lo que en verdad estamos capacitados. Sí ayudamos, claro, pero menos de lo que podríamos».

«Yo fui a Chietla. Demasiados autos y pocas personas. Camionetas medio llenas; autos con dos personas y una caja. Hay que pedir que la gente vaya a los centros de acopio en lugar de bloquear caminos y ni siquiera alcanzar las comunidades porque hay deslaves o sus autos no pueden pasar». «¿Dejarlo en los centros de acopio, dices? Yo lo que vi es que hay gente que pregunta ‘y esta ayuda ¿de qué partido la traes?, ¿qué me vas a pedir después?’ O que no bajan a las cabeceras de sus municipios; prefieren quedarse en sus poblados, sin ayuda, pero cuidando sus casas para que no les roben. Por eso hay que identificar a los líderes de cada lugar, al sacerdote, al maestro, para que ellos coordinen cómo, dónde y a quiénes de los lugares más alejados se les va a llevar la ayuda».
La voz de los organizadores suena: «¿alguien más tiene testimonio de Chietla… o de Metepec… o de Ocuituco, Zacatepec, Tepalcingo? ¿Alguien que haya estado en Hueyapan o Tetela o…? OK. Coincidimos entonces que la ayuda debe ser organizada. Y otra cosa vital: hay que saber que esto será un esfuerzo de largo plazo. No vamos a acabar mañana ni pasado. Ahora vamos a qué hace falta. ¿Quién empieza?»

«Yo vi cómo regresaban cosas que la gente no necesita, no solo porque ya tiene demasiado sino porque no acostumbren usarlo en sus comunidades: latas de atún, por ejemplo. En los pueblos no necesitan tortillas -la milpa no se les cayó, ahí tienen todavía maíz, chile, calabaza-, les falta café instantáneo, azúcar y arroz y aceite». Hace falta conocer a la comunidad y sus necesidades. Esto es algo que ya deberíamos saber desde antes, ¿qué no?, piensan otrxs. Para eso, dice una voz, «debemos cruzar información a través de bases de datos. Yo conozco al menos tres esfuerzos de gente que tengo en Facebook que ayudan en esto: están generando mapas de las comunidades afectadas, qué les hace falta y qué tan urgente es la ayuda.

La voz que introdujo el factor ambiental habla ahora de la economía local: «siempre que podamos, compremos en la tienda de abarrotes del lugar, en la ferretería y en la tienda de materiales de construcción de la cabecera, al menos. De otra forma los que se van a llenar los bolsillos son las multinacionales y ese dinero nunca va a llegar a esos lugares».

La voz de la clase empresarial también está presente. Dos representantes de Estrella Roja toman la palabra. Cuentan que han mandado varios autobuses y algunos los han regresado. Por eso «sí es necesario contar con bases de datos y contactos de la gente en el lugar. Y ser pacientes. Con todo esto, en lugar de mandar tres camiones diarios nos daremos cuenta quizá que son mejores dos por semana nada más pero para ello hay que coordinarnos, organizarnos».

Una voz más introduce un tema que quizá no parezca urgente, pero se debe tomar en cuenta: la protección del patrimonio. «Estoy en un grupo que se coordina con distintas organizaciones y con el INAH para ir a las iglesias y otros sitios históricos para rescatar obras y evitar el saqueo. Quienes quieran participar, acérquense conmigo. Necesitamos historiadores de arte, gente que haya participado en montaje de exposiciones y sepa embalar y cargar obra». «¿Eso es todo en cuestión de necesidades?», pregunta la voz de los organizadores. «De acuerdo, vamos a conformarnos por brigadas entonces y si aún pueden y quieren, empezamos a trabajar. La ayuda médica por allá, los de reconstrucción acá. La gente de transportación aquí está bien. Centros de acopio quédense en esa mesa». La brigada de patrimonio no es mencionada pero cuatro o cinco personas se acercan para dejar sus datos. «Yo soy restaurador de fotografía, ¿puedo ayudar?» «Yo puedo hacer registro fotográfico y tengo camioneta si hace falta», «yo puedo en levantamiento de inventario y embalaje y me dice mi papá por mensaje que también le entra».

Los grupos se dispersan y empiezan a trabajar. El 22 de septiembre, 19S Puebla, colectivo de colectivos, emite su primera comunicación oficial.

El concierto de las voces en Workósfera. Foto: Alonso Pérez Fragua

Cuando todo se cimbra (pensamientos, gritos, y ceros y unos)

¡Mi hijo!, ¡tengo que ir por mi hijo! No corran, tranquilos, bajen con orden. Sí llego, sí llego; sé que voy a llegar. ¡Cuidado con el candelabro! ¡Ayuda con esta silla de ruedas, por favor! Sí llego, claro que llego: nunca antes me ha pasado nada en un temblor, ¿por qué esta vez sería distinto? (¡porque nunca habías estado en un terremoto como éste! Pero lo que te sirva…). Qué bueno que mi esposa no está en México: tengo que regresar por mi celular y avisarle que estoy bien antes de que se entere por internet. ¡Mi celular!, ¿quién tiene señal? No manden nada ahora, van a saturar la red. ¡Mi abuelo está en el Hospital de San Alejandro y está horrible: se estaba cayendo desde antes del temblor! ¿Ya podemos entrar de nuevo al edificio? Ya los vi todos preocupados y con las caras llorosas, pero hace rato en el simulacro bien que se cagaban de risa, ¿no? ¿Hubo simulacro? No contesta mi esposo: ¿alguien que me lleve a mi casa, por favor? ¿Misa ahora? Por Dios, ¡que se pongan a ayudar en lugar de estar de rodillas rumiando su dolor! Yo no regreso ahí, el dueño dirá que está bien pero a mí Protección civil me dijo lo contrario; a mí que me enseñen un dictamen imparcial o no entro. ¿Alguien que venga a revisar mi casa?, esas grietas no me gustan.

Fuerza compañeros, lo que necesiten, avisen. Yo voy a Ciudad de México a echar una mano. Ya lo sacamos del hospital y está en la casa, pero ahora no sabemos qué hacer con él, a dónde llevarlo… ¿Hey?, ¿todos bien? La gatita no se dejó sacar: ahí está y ahí se va a quedar. ¡Tantos años aquí!, ¿ahora a dónde? El Colegio de Arquitectos de Puebla ofrece cuadrillas para hacer peritaje: hablen al 2.11.44.32. ¡Hay una niña abandonada en San Alejandro, su nombre es Miriam, por favor compartan! ¿Quién te dijo eso?, ¿está confirmado?, ¡seamos responsables con lo que mandamos, por favor! Necesito un camión con plataforma para transportar 130 cilindros de concreto a la zona de Tochimilco o Chietla, ¿alquien? Acá les dejo este directorio de ayuda.

El gesto que tuviste nunca lo olvidaré: ¡gracias! Acá en el DF siguen cayéndose edificios, está horrible, se oye a lo lejos cómo se derrumban; gritos, caos, pero seguimos de pie. #FuerzaMéxico #SismoMéxico2017 #FuerzaPuebla #PueblaSigueDePie #PueblaEstáDePie #AyudaCiudadana.

Comparte
Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
Suscripcion