Lado B
Naturaleza muerta, el género con que Agustín Arrieta retrató la Puebla del siglo XIX
Sobre la importancia del trabajo del pintor decimonónico y la importancia histórica de una mesa con un frutero y fina cristalería plasmados en un lienzo
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
30 de agosto, 2017
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Sobre la importancia del trabajo del pintor decimonónico y la importancia histórica de una mesa con un frutero y fina cristalería plasmados en un lienzo

Ámbar Barrera

@Dra_caos

El siglo XIX fue para México el siglo de la independencia y en Puebla, además de la famosa batalla del 5 de mayo, fue el siglo en que se inauguró el Parián, se inventaron los chiles en nogada y el vestido de china poblana se hizo popular.

En la 5 poniente 339 (sede actual de la CDH), vivió Agustín Arrieta, pintor que se ocupó de retratar la vida de la Puebla del siglo XIX en las tantas pulquerías, afuera de las haciendas, y también retrató otra parte importantísima de la cultura poblana: el mundo culinario.

Este  24 de agosto, la Doctora Angélica Velázquez, académica del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, ofreció una conferencia en el Museo Amparo titulada Arrieta y el género de la naturaleza muerta, donde habló de la importancia del trabajo del pintor y, en general, la importancia que puede tener históricamente la pintura de un frutero y fina cristalería sobre una mesa.

El género de la naturaleza muerta antes de Arrieta

De acuerdo con la Doctora Velázquez, Arrieta fue heredero de la pintura virreinal. En un breve recorrido por ese periodo de la historia del arte en México se encuentran escenas religiosas donde hay mesas que pueden considerarse bodegones, aunque en esa época funcionaban como un complemento que aludía a símbolos religiosos y más adelante, ya entrado el siglo XIX, los bodegones comenzaron a realizarse por el mero interés de representar objetos determinados.

Un ejemplo de lo anterior son las llamadas pinturas de casta, una especie de infografías que buscaban explicar desde lo pictórico las nuevas castas producto de la mezcla de razas en el Nuevo Mundo, incluso con pequeños textos en alguna parte de la pintura. La ilustración completa no sólo incluía la representación de las personas sino también un contexto que incluía frutas o flores originarias de aquel país donde se habían hecho, ya que eran los europeos quienes más buscaban estas pinturas para conocer el nuevo mundo.

Los bodegones en la pintura de castas fueron las principales influencias de Arrieta aunque, aclara la doctora Velázquez, se tratan de hipótesis, pues aún falta profundizar en la investigación sobre el autor y este tipo de pintura.

Otra tendencia previa a los bodegones de Arrieta fue la representación de los mercados en el nuevo mundo y reiterados retratos de la mujer vendedora de fruta. Arrieta también llegó a pintar a la frutera y usar los mercados como escenario.

Los bodegones

Además de dibujar escenas costumbristas o retratos familiares, el pintor perfeccionó su técnica con los bodegones. Ese tipo de pinturas comenzó a popularizarse ya que eran cuadros que decoraban los comedores. Debían representar abundancia y elegancia, lo que además funcionaba para documentar de los objetos que la familia en cuestión tenía en su propio hogar y era motivo de estatus como porcelana o vidrieria fina, además de representar frutas o artesanías originarias de la zona de Puebla y Tlaxcala.

En las pinturas de Arrieta pueden apreciarse composiciones especiales por el día de muertos con flores de cempasúchil, mandarina y dulce de calabaza, así como otras donde en la mesa el elemento central es el maíz, el huitlacoche u ollas de barro. Se dice que algunos de los objetos eran proporcionados por la misma familia que compraría el cuadro.

Una de las cosas que llama la atención de los cuadros de Arrieta es que en algunos coloca a un gato sentado en un extremo. Velázquez dice que aunque algunos críticos lo ven como un absurdo (pues “qué gato estaría tan tranquilo a un lado de un suculento pollo”), puede ser algo más bien simbólico. El gato era custodio de la comida, una garantía de que en esa cocina no había ratones, algo muy importante en una época en la que la peste o el cólera eran una verdadera amenaza.

Un cuadro que la doctora Velázquez considera sui géneris de Arrieta se titula Mesa revuelta. El pintor lo hizo por petición de la familia Bello (una importante familia de comerciantes en Puebla que se hizo de una gran colección de arte que ahora se expone en distintos museos de la ciudad) y plasmó en él una serie de objetos que parecen no tener relación: un florero de porcelana francesa, libros (entre ellos una biblia), un relieve de Napoleón, la escultura de un Cristo redentor, un reloj, una escriba, calendarios y una caricatura política.

Es posible que esta pintura hable de los conflictos sociales de la época entre liberales y conservadores y que cada uno de los elementos sea simbólico de alguno de esos grupos para manifestar una postura; sin embargo, de acuerdo con la doctora Velázquez, hace falta más investigación para poder afirmarlo.

Cristalería, la cima de su maestría

Según la doctora Velázquez, aunque en general Agustín Arrieta logró buenas composiciones y manejo de la luz, en lo que hizo gala de su maestría fue al representar cristalería.

En el cuadro titulado Cristales, el pintor representó un estante con superficie de mármol en el que se encuentran finas licoreras de cristal, un vaso, una botella de perfume, un florero también de cristal dentro de un capelo y detrás de todos los objetos, un espejo.

Velázquez explicó que cada uno de los objetos se refleja perfectamente en el espejo e incluso pueden apreciarse los reflejos entre objeto y objeto, “hay un juego de luces y transparencias muy barroco”, incluso hay reflejos en la superficie de mármol.  

Se cree que este y otros cuadros donde los objetos protagónicos son de cristal, pudieron ser pedidos especiales de empresarios de vidrio de la época, ya que a mediados del siglo XIX proliferaron fábricas de vidrio en Puebla.

¿Qué hacían otros pintores que realizaban naturaleza muerta?

La doctora Velázquez resaltó que fueron mujeres las que trabajaron más el género de la naturaleza muerta. La razón era muy simple: por aquella época aún no se les permitía el acceso a las academias de arte, así que si tenían privilegios, podían aprender de manera particular en sus hogares y sus modelos más accesibles para el aprendizaje del dibujo y la pintura eran los bodegones.

Entre las más destacadas estuvieron Juliana Sanromán, Josefa Sanromán, Pilar de la Hidalga, y Eulalia Lucio.

[quote_left]Fueron mujeres las que trabajaron más el género de la naturaleza muerta. Si tenían privilegios, podían aprender de manera particular y sus modelos más accesibles eran los bodegones.[/quote_left]

Eulalia Lucio fue hija de Rafael Lucio Nájera, coleccionista de Arrieta y otros costumbristas, por lo que tuvo muchos modelos para su pintura. Ella en lo particular fue mucho más meticulosa en su dibujo: en sus pinturas se detalla la madera apolillada, la textura de las frutas y de las telas. Sus obras llegaron a exponerse en Francia, representando a México junto a otras pinturas costumbristas.

Otros pintores de la época que realizaron naturalezas muertas fueron Hermenegildo Bustos, quien tenía un estilo muy diferente para representarlos, pues lo hacía más bien como si hiciera una clasificación científica, colocando cada objeto en distintas líneas paralelas y con una luz plana.

La naturaleza muerta después de Arrieta

A finales del siglo XIX y con el surgimiento de las vanguardias y el modernismo, la valoración hacia la naturaleza muerta aumentó y se convirtió en un interés para la mayoría los artistas.

Velázquez destacó a Félix Parra, quien retoma de influencia principal a Agustín Arrieta y a Germán Gedovius quien también tomó de referencia a Arrieta y tiene un cuadro titulado Amapolas, donde representa con ingenio el tema de las flores no sólo de manera literal o natural, sino también las representa en el decorado de la porcelana y en el estampado de la tela.

Finalmente, Velázquez presentó la pintura Naturaleza Muerta de Manuel Ocaranza, un pintor que también hizo referencia a Arrieta en esa obra, aunque es en sí una especie de ironía al género o un juego con el significado original de la naturaleza muerta como la representación de objetos inertes, definición dada por los holandeses durante el siglo XII.

El cuadro muestra un hombre ebrio recostado sobre una mesa. Un sombrero cubre su cara y sobre la mesa hay cerveza, una copa de cristal rota y aparecen otros objetos simbólicos: un bastón roto, un cigarrillo a punto de quemar los dedos del personaje y una mosca junto al licor que se ha regado.

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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