Lado B
Ahuyentar el miedo
La semana pasada causó conmoción el asesinato del periodista sinaloense Javier Valdez, columnista del semanario Ríodoce y corresponsal del diario La Jornada
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
23 de mayo, 2017
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Martín López Calva

@M_LopezCalva

“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Aldous Huxley (1894-1963)

[dropcap]L[/dropcap]a semana pasada causó conmoción el asesinato del periodista sinaloense Javier Valdez, columnista del semanario Ríodoce y corresponsal del diario La Jornada en Culiacán. La reacción en los medios y en las redes sociales se explica tanto por la bien ganada fama de Valdéz como periodista serio y valiente, investigador de temas de narcotráfico y de las relaciones de complicidad del narco con el poder político sino también porque esta muerte se suma a la muy larga lista de casos de periodistas que han perdido la vida en el país en los últimos años y a la de los muchos miles de personas que han sido víctimas de los tiempos violentos que se viven en México.

Sin embargo desde mi punto de vista la reacción a esta nueva muerte violenta de un periodista ha sido aún tibia por parte de los medios de comunicación nacionales y muy débil en el contexto amplio de la sociedad mexicana que parece acostumbrada y cada vez más indiferente ante la triste y absurda instalación de la violencia como parte de nuestra vida cotidiana.

 

«Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada».

Martin Niemoyer.

Tal parece que nos encontramos en la situación que describe con crudeza el autor del libro “Del submarino al púlpito” en este poema que nos debería hacer pensar y sentir las graves implicaciones de nuestra falta de solidaridad con los que hoy sufren la violencia. Porque cuando el abuso, la extorsión, el secuestro, la violación o el asesinato ocurre siempre pensamos que es algo ajeno, algo que la pasa a “los otros” y por eso callamos, no decimos nada aunque a lo mejor internamente nos invada la sensación de indignación, tristeza o dolor.

Pero cada vez que nos quedamos inmóviles como sociedad ante las situaciones cada vez más inhumanas que se viven en nuestro entorno estamos abriendo la puerta a que ese tipo de cosas ocurran cada vez más cerca, hasta que llegan a nosotros. Cada silencio de nuestra parte cuando algo le pasa a “los otros”, a los que no son como nosotros estamos de alguna manera generando las condiciones de posibilidad de que le ocurran a los nuestros, de que nos ocurran a nosotros directamente y que cuando el dolor y el crimen nos golpeen ya no haya nadie que diga nada, nadie que pueda manifestarse.

Es cierto que cada vida humana es valiosa en sí misma y que no podemos decir que la muerte de un periodista es más importante que la de un ciudadano que se dedica a otras actividades que no tienen una exposición pública. Pero también es cierto que un periodista, un activista ambiental o de derechos humanos, un líder de organización civil que lucha contra la violencia, es de alguna manera la voz de los que no tienen voz.

Foto: Marlene Martínez

La muerte de un periodista o activista o líder social, al asesinato de todos los periodistas, activistas o líderes sociales que han sido privados de la vida de manera violenta en México en estos tiempos aciagos cobra especial relevancia por esta razón. Muchos colegas de Javier Valdez lo han expresado mejor que yo: matar a un periodista es callar la voz de la sociedad.

“No se mata la verdad matando periodistas” dice una frase que se ha escrito en mantas y se ha expresado en mítines y homenajes a los periodistas asesinados. Una frase tan popular que acaba de ser repetida por el mismo presidente de la república en la ceremonia donde tardíamente se pronunció en contra de estos crimenes y anunció medidas para reforzar la seguridad de los comunicadores y defensores de derechos humanos, excluyéndolos por cierto de la participación en este acto.

Sin embargo como afirma Huxley, aunque no se mate la verdad, se genera miedo y el miedo ahuyenta al amor y también ahuyenta o incluso expulsa “…la inteligencia, la bondad y todo pensamiento de belleza y verdad…” Cuando eso pasa, tenemos la situación que vivimos hoy todos los mexicanos a los que “…sólo nos queda la desesperación muda…”

[pull_quote_right]Como afirma Huxley, el amor ahuyenta el miedo. Eduquemos en, con y para el amor, para poder ahuyentarlo de manera definitiva.[/pull_quote_right]

Todos los ciudadanos de este país vivimos en carne propia esta frase hecha realidad. Estamos perdiendo la inteligencia para analizar las cosas porque el miedo nos tiene paralizados y sesga nuestro pensamiento. Estamos perdiendo la batalla por la bondad porque el miedo nos tiene a la defensiva, cuidándonos unos de otros en todos los espacios de convivencia social. Estamos perdiendo todo pensamiento de belleza y verdad porque el miedo nos tiene acorralados y ha coptado incluso los espacios simbólicos y penetrado hasta lo más hondo de nuestra cultura.

Estamos hablando de periodistas pero los educadores no estamos exentos de esta situación de miedo. He hablado con muchos profesores que trabajan en escuelas donde el crimen organizado se ha apoderado de todo y ellos también tienen miedo y el miedo afecta la manera en que viven día a día el compromiso con la formación de sus estudiantes. Porque el miedo ha entrado a las aulas y empieza a ahuyentar al amor y a bloquear a la inteligencia y a acorralar a la verdad y a reprimir todo pensamiento de belleza y verdad.

Estamos en riesgo. Como sociedad humana vivimos en un momento de altísimo riesgo. El miedo avanza y ocupa cada vez más espacios. Esto no es nuevo. He ocupado varias veces el espacio de esta Educación personalizante para hablar del reto de educar en el contexto de miedo que hoy vivimos. Pero la situación no solamente no se revierte sino que se hace cada vez más grave.

Estamos en peligro. En el peligro extremo de dejar –por nuestro silencio ante lo que le ocurre “ a los otros”- que al final, el miedo llegue a expulsar de nosotros “la humanidad misma”. En el peligro creciente de que como mexicanos llegue un día en que nos veamos al espejo y no podamos reconocernos, seamos incapaces de descubrir nuestra humanidad.

Pero como afirma Morin, cuando aumenta el peligro crece la posibilidad de salvación y los educadores debemos seguir empeñados en nuestra tarea desde la terca convicción de que somos los profesionales de la esperanza.

Afrontar el miedo evitando que ahuyente al amor, cerrando el paso con inteligencia al miedo que paraliza el pensamiento, construyendo canales de salida para manejar el miedo y seguir cultivando nuestros pensamientos de belleza y verdad, haciendo crecer la bondad en el terreno estéril de la muerte.

Como afirma Huxley, el amor ahuyenta el miedo. Eduquemos en, con y para el amor, para poder ahuyentarlo de manera definitiva.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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