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Fauna endémica de Galápagos: ¿víctima de los impactos de El Niño?
Investigadores han estudiado por tres años la incidencia del fenómeno en la biodiversidad de la Reserva Marina de Galápagos. Aquí, un balance de lo monitoreado
Por Lado B @ladobemx
01 de febrero, 2017
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Un equipo de investigadores lleva tres años estudiando cómo este fenómeno incide en la biodiversidad de la Reserva Marina de Galápagos. Aquí un balance de lo monitoreado hasta el momento

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Daniela Mejía | Mongabay Latam

@MongabayLatam

Las poblaciones de los emblemáticos y endémicos lobos e iguanas de la Reserva Marina de Galápagos  (RMG)  han disminuido pero existe un desconocimiento de su real estado poblacional, lo que puede dificultar establecer medidas de manejo, advirtieron a Mongabay Latam especialistas que se han enfocado en entender la dinámica de los ecosistemas marinos del archipiélago y en desarrollar investigaciones que aporten conocimiento científico que resulte útil en términos de políticas de conservación.

De acuerdo a la última estadística oficial, que data del 2001, la población de iguanas marinas (Amblyrhynchus cristatus) ascendía a 200 mil ejemplares. En la actualidad, no se sabe con exactitud  cuántas habitan y están distribuidas en las islas Galápagos.

Los lobos marinos (Zalophus wollebaeki y Arctocephalus galapagoensis), en tanto, presentan una condición más alarmante. En la década del 70  se contaron 40 000 individuos y para 2001 esas poblaciones habían descendido a 16 000. “Es decir, se redujo a menos del 50 % en los últimos 50 años”, señaló Diego Páez-Rosas,  doctor en Ciencias Marinas,  profesor de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) e investigador asociado de la Dirección del Parque Nacional Galápagos.

Personal de la expedición durante el monitoreo de los lobos marinos. Foto cortesía de Irene Méndez.Historia de una reserva

El Parque Nacional Galápagos (PNG), la primera área protegida de Ecuador, se creó en 1959 en respuesta al alto valor ecológico del 97 % de su superficie terrestre, que alcanza alrededor de 7970 kilómetros cuadrados. Su zona marina no corrió la misma suerte. Tuvieron que transcurrir 39 años más para que sea jurídicamente protegida.

En 1974, cuando las poblaciones presentaban cifras en rojo, se llevaron a cabo las primeras acciones a favor del área marina en el denominado Plan de Manejo Terrestre, un documento que recomendaba la protección de una franja de dos millas náuticas alrededor de cada isla.  En 1998, a través de la Ley Orgánica de Régimen Especial para la Conservación y Desarrollo Sustentable de Galápagos, se impulsó oficialmente el resguardo de los ambientes marinos y costeros del archipiélago al englobar sus 133 mil kilómetros de extensión en la categoría de Reserva Marina.

Pero más que una declaratoria, lo que hace falta para la conservación es investigación, aseguró Páez-Rosas, quien integra el equipo que lleva adelante un estudio científico que se ha logrado mantener principalmente por el optimismo de sus participantes, dado que el financiamiento para este tipo de trabajo sigue siendo limitado.

El Niño: factor de análisis

Ese optimismo se sostiene en el objetivo de monitorear y conocer el estado poblacional de las especies claves: los mamíferos, aves y reptiles marinos endémicos de las islas antes y después de la presencia del fenómeno de El Niño, y evaluar sus posibles impactos en la dinámica de los ecosistemas, así como sus efectos sobre la biodiversidad.

Durante la tercera expedición se profundizó el esfuerzo para conocer datos el estado poblacional de las dos especies de lobos marinos endémicas de Galápagos: Zalophus wollebaeki y Arctocephalus galapagoensis. Foto cortesía de Diego Páez-Rosas.

“Esto nos permitiría definir con mayor certeza el nivel de impacto de El Niño en estas poblaciones y definir medidas de mitigación de estos impactos. A su vez, esta actividad servirá para establecer una línea base de información debido a que existe un desconocimiento del estado poblacional actual de varias de estas especies y  proponer ante las autoridades encargadas información científica que permita establecer políticas de conservación en la región y compartir estas experiencias de manejo a otras áreas protegidas del mundo”, sostuvo el biólogo y máster en Recursos Marinos Eduardo Espinoza, quien es el responsable del monitoreo de los ecosistemas marinos del PNG.

Guardaparques, técnicos y científicos de diversas  especialidades, entre ellos Espinoza y Páez-Rosas,  se encuentran desarrollando esa tarea en colaboración con la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, por medio del Galapagos Science Center (GSC), un centro multidisciplinario de investigación ubicado en la isla San Cristóbal.

Para definir las medidas de mitigación que se requieren han emprendido ya tres expediciones o cruceros científicos, uno anual desde el 2014. Páez-Rosas indicó  que en los tres años en que se ha tratado de entender la dinámica poblacional de los lobos, iguanas y aves marinas, se ha obtenido mucha información, datos con los que ya han enrumbado varias hipótesis que por el momento prefiere no detallar. Añadió que es necesario tener en cuenta que para obtener resultados que den paso a conclusiones verosímiles, estos proyectos deben trabajarse a largo plazo.

Espinoza sí mencionó que se detectó que El Niño 2015 – 2016 y La Niña 2016 produjeron efectos en los lobos e iguanas marinas. “Posterior a El Niño 2015, no en todo el Pacífico, pero sí en la región a la que pertenece Galápagos, hubo una anomalía que responde a un evento La Niña con el que  se presentaron cambios de temperaturas negativas. Lo que se sugiere con esto es que siempre hay un efecto en los fondos marinos y  lo que hemos determinado es que estos efectos afectaron principalmente a especies que son sensibles a los cambios antrópicos, como las iguanas y los lobos marinos“, explicó.

Expertos instalaron equipos y un laboratorio a bordo de la embarcación Sierra Negra de la Dirección del Parque Nacional Galápagos para monitorear las condiciones oceanográficas presentes en la región. Foto cortesía de la Dirección del Parque Nacional Galápagos.

Agregó que esta vez los impactos no fueron tan fuertes como los que produjo El Niño 1997-1998. Entre los efectos de entonces, que se midieron en los monitoreos mensuales que la Dirección del Parque Nacional Galápagos mantiene para medir tendencias, determinar si hay variaciones en abundancia de su fauna primigenia e identificar si está siendo afectada para establecer medidas de mitigación, especialistas reportaron disminuciones del alimento que consumen las iguanas y los lobos marinos, pero también del que requerían los pingüinos y los cormoranes. Además, se identificó una baja reproducción de aves marinas y terrestres, así como una mayor dispersión de especies de flora y fauna introducidas.

Espinoza aclaró que antes de este estudio esos monitoreos de especies o ecosistemas y de patrones oceanográficos para identificar variaciones se hacían por separado, es decir, individualmente por especie o indicador. Con este programa de expediciones científicas los monitoreos de los patrones climáticos del mar, así como de la abundancia y la distribución de las principales especies marinas de la RMG, comenzaron a realizarse simultáneamente.

En uno de los monitoreos emprendidos entre mediados de julio y principios de agosto de 2015, Espinoza y un equipo de guardaparques documentaron haber observado ejemplares de iguanas marinas bajos de peso en las islas San Cristóbal y Fernandina. Una teoría que se manejó en esa ocasión es que los casos podrían estar vinculados a la falta de alimento a causa del fenómeno de  El Niño.

¿Cómo afecta El Niño a estas especies?

Eventos naturales como El Niño tienen un efecto importante en la dinámica poblacional de los lobos marinos del Pacífico Oriental Tropical y este se percibe de varias maneras: reducciones poblacionales, desnutrición severa, cambios en los patrones de migración y estrés alimentario. “Todo esto es producto de la reducción en los niveles de productividad marina y la alta vulnerabilidad de estas especies a eventos oceanográficos, que se acentúan durante calentamientos de corta duración como El Niño”, advirtió Páez-Rosas.

Oceanógrafos midieron indicadores como la temperatura del agua, salinidad, acidificación, sedimentación. En ellos incide el cambio climático. Foto cortesía de Irene Méndez.

Por lo tanto, aguas más frías, aguas más productivas. “Eso quiere decir que hay más comida”, precisó el experto. Al calentarse el océano, por el contrario, disminuyen las fuentes de alimentación. Las iguanas marinas dependen directamente de la presencia de algas rojas  y verdes; y los lobos marinos, de algunos pelágicos pequeños como las sardinas y las anchovetas que, en la época de calentamiento, empiezan a disminuir, indicó Espinoza.

Tanto para los lobos como para las iguanas o las aves marinas no es tan fácil salir en busca de comida porque no viajan largas distancias para obtenerla debido a que tienen un vínculo muy fuerte con el ecosistema costero: las playas o las zonas donde se reproducen, anidan o descansan.

La iguana marina, por ejemplo, se sumerge en el agua hasta por 45 minutos para comer y luego sube a las rocas a descansar. A diferencia de especies migratorias como los tiburones o las ballenas,  “no tiene la oportunidad de salir, no encontrar comida e irse más lejos para seguir buscando, y ahí es cuando entra en un problema porque si sale y no encuentra comida va a empezar a desnutrirse”, apuntó Páez-Rosas.

Mediante censos poblacionales en las principales áreas de distribución alrededor del archipiélago se monitorearon a especies como las iguanas marinas. Foto cortesía de Diego Páez-Rosas.

Esta especie se encuentra en la categoría Vulnerable (VU)  de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los dos lobos marinos endémicos de Galápagos están catalogados como  En Peligro (EN).

“Desde el  2001 hasta el 2014 no había datos exactos o un esfuerzo de monitoreo. Ya habían pasado (casi) 15 años sin saber si las poblaciones de lobos marinos habían mejorado, habían decrecido, y todo se convirtió en una verdadera incógnita”, manifestó Páez-Rosas.

Precisamente para resolver esa incógnita, expertos diseñaron monitoreos que aplicados todavía no han derivado en ningún resultado específico porque se requieren más datos y por ende, más expediciones. Lo que Páez-Rosas pudo adelantar a Mongabay Latam es que los números preliminares “no son tan positivos en comparación al 2001”. El experto añadió:“Es posible que existan menos animales que en el 2001. No te puedo decir exactamente cuántos menos o cuántos hay, pero la tendencia que estamos observando mediante la generación de modelos poblacionales que estamos fabricando y analizando es que hay menos animales en el caso  de los lobos marinos. En de las iguanas también se ve una tendencia negativa”.

El científico ecuatoriano también comentó que al iniciarse las expediciones se esperaba ver una tendencia a la recuperación de las poblaciones de lobos marinos en Galápagos, algo que no sucedió. “La situación podría estar asociada a la presencia de eventos de calentamiento en los últimos años. Si bien es cierto que no se han registrado eventos de El Niño fuertes en los últimos 15 años, sí han existido años con condiciones anómalas de temperatura durante este periodo (2004, 2007, 2009, 2015). Sin embargo, se debe tener claro que el evento de El Niño ha estado presente en toda la vida del planeta, es decir, que este evento por sí solo no va a extinguir a las especies del archipiélago, porque si fuera ese el caso ya se hubiesen extinguido desde hace muchos años”, expresó.

Entonces no es únicamente El Niño o El Niño per se. A criterio de Eduardo Espinoza, el cambio climático es el principal problema que enfrentan muchos de los depredadores marinos endémicos y nativos de Galápagos y el “motivo por el cual eventos de calentamiento en el océano como El Niño provocan grandes mortalidades“. Sus consecuencias, señaló el especialista, se reflejan en el incremento de la intensidad y frecuencia de este tipo de fenómenos naturales, y de otros aspectos oceánicos que están en estudio como la sedimentación y acidificación de los mares. Por otro lado, refirió, el cambio climático ejerce un efecto de las mareas y en el incremento del nivel del mar, lo que causa una variación en la estructura de las playas y afecta la anidación de las tortugas marinas, por ejemplo.

Más amenazas

Además están los factores antropogénicos (actividades humanas). La pesca, el turismo y la contaminación, sostuvieron los expertos, provocan que a las especies les sea aún más difícil recuperarse. Por ello, otro componente de la expedición fue evaluar los niveles de  contaminación por basura y microplástico alrededor de las islas.

Pero no son solo los humanos quienes perjudican a la fauna endémica. Las especies introducidas son otro problema en los ecosistemas prístinos.  “Entre los problemas más severos está el deterioro de hábitat en las poblaciones de fauna silvestre que viven cerca de los sitios poblados de las islas, donde la presencia de animales introducidos (perros, gatos, ratas) podría derivar en el contagio de enfermedades o incluso la depredación de ciertas especies”,  anotó Espinoza.

La capacidad de adaptación  de estas especies claves ante eventos climáticos es algo que también se está estudiando e intentando comprender. Páez-Rosas comentó que dependiendo de la naturaleza de cada ecosistema o región de Galápagos se puede definir o elaborar una hipótesis de  cómo va a ser la reacción. En el oeste del archipiélago existen menos lobos marinos que en el este, por lo que un evento fuerte podría generar un mayor impacto.  En el este, al contrario, hay más ejemplares  “y aparentemente se podría decir que las poblaciones tendrían una mayor capacidad de respuesta”, explicó Páez-Rosas.

La colonia de lobos marinos más grande de todo Galápagos se asienta en las playas del poblado Puerto Baquerizo Moreno, en la isla San Cristóbal. “Justamente en este sitio existen los  mayores niveles de impacto antropogénico porque existe construcción, desfogue de aguas servidas, intensidad pesquera, gran cantidad de especies introducidas, entonces en donde la población muestra tendencias a recuperarse no se va a poder recuperar, porque justo en ese lugar existe un impacto antrópico, a diferencia del oeste, donde la población no está respondiendo bien a pesar de que no hay impacto antrópico”, manifestó.

La tercera expedición

La embarcación Sierra Negra comenzó a navegar su tercera expedición entre octubre y noviembre del año pasado. A lo largo de quince días,  la tripulación de alrededor de 20 personas visitó y se desembarcó en los mismos 28 sitios que visitaron en las expediciones de los años 2014 y 2015.

Espinoza indicó que “la idea es replicar la información y poder tener una comparación de los sitios, de los tiempos y también de las especies monitoreadas”. Añadió que no se han agregado puntos nuevos para la labor de campo del estudio “porque lo importante de un monitoreo es medir tendencia y para medir tendencia tienes que tener un estándar de los sitios, de los datos que tomas y de las metodologías”. Al hacerlo a largo plazo por medio de  expediciones anuales es que se pueden establecer  medidas de mitigación, aseguró.

En jornadas que comenzaban a las 5 de la mañana,  el equipo se dividía en dos grupos: uno para monitorear a la fauna en tierra  y otro para medir patrones oceanográficos. En la toma de estos datos se notaron variaciones de 1,5 grados  en los perfiles de la temperatura del agua.

La expedición estuvo integrada por expertos, científicos y personal de campo de diversas disciplinas. Ellos visitaron 28 sitios en 14 islas del archipiélago. Foto cortesía de Diego Páez-Rosas.

“Los oceanógrafos tienen un promedio del agua. Digamos que todos los años existe en septiembre  ─por poner un ejemplo─  un promedio de temperatura del agua de  23 grados centígrados o 18 grados centígrados. Si esto sube un poco más, es una anomalía. Lo que se ha notado en el último crucero es que la hubo de 1,5 grados de diferencia,  principalmente en la zona del canal Bolívar, que queda entre Isabela y Fernandina. Ahí hay unos frentes de corrientes que normalmente traen alta productividad primaria, pero cuando la anomalía causa que haya un poquito más de temperatura caliente,  esa productividad primaria, que es básicamente la base de la alimentación de las especies, disminuye, y eso causa en toda la cadena trófica un desequilibrio”, apuntó Espinoza.

En el tercer crucero, a la par de cuestiones oceanográficas, los investigadores estudiaron otros componentes: especies, productividad primaria y especies de flora introducida y nativa de Galápagos. Páez-Rosas detalló que se aplicaron por primera vez metodologías con drones. Estos aviones no tripulados permitieron identificar parches de especies de plantas nativas que están en aparente peligro porque las introducidas estarían ocupando su espacio.

Los drones también sirvieron para monitorear nuevos  sitios reproductivos de lobos marinos. “Mediante los animales podemos entender todo lo que pasa a lo largo de todo el ecosistema marino de Galápagos”, sostuvo Páez-Rosas. “Por estar arriba, en la cima de la pirámide trófica, son depredadores tope. Mediante su monitoreo podemos ver cómo están los valores del fitoplancton, cómo está funcionando la producción secundaria, cómo está la disponibilidad de presas”, explicó.

Ser residentes permanentes del archipiélago y  especies conspicuas, de fácil observación, convierte a los lobos en “excelentes monitores” de la dinámica del ecosistema marino de Galápagos.  “Si vemos que una población  desciende o empieza a bajar en número o la condición corporal de los animales está decaída, es síntoma de que algo pasa abajo, de que algo pasa en los niveles de productividad, de abundancia de sus principales presas que son peces de la reserva marina, ese hecho lo convierte en biomonitores”, indicó Páez-Rosas.

Como existen más de 3500 especies marinas en todo el archipiélago, para poder viabilizar una investigación se deben priorizar las que son de mayor importancia.  “La prioridad es principalmente porque hay especies emblemáticas, especies clave, que están categorizadas como En Peligro o que tienen alguna importancia ecológica o que tienen alguna importancia económica a nivel local, nacional e internacional. Por eso se establecen especies prioritarias. Dentro de esas están los lobos marinos, las iguanas marinas, las tortugas marinas, los tiburones, algunas especies de aves como los pingüinos, cormoranes”, subrayó Espinoza.

Es por eso que para la siguiente expedición, que se iniciaría entre septiembre y octubre de este año, se prevé sumar al estudio a las tortugas marinas y a especies pelágicas como el atún o el tiburón  y demersales como el bacalao y el camotillo, ya que también pueden ser afectadas por El Niño, aunque la pesca es su principal amenaza.

El uso de drones se implementó por primera vez en tres años en el marco del programa de monitoreo de especies claves de la Reserva Marina de Galápagos. Con estos aviones no tripulados se llevaron a cabo sobrevuelos en los sitios visitados. Foto cortesía de Diego Páez-Rosas.
Ser área protegida no es garantía

Si bien las especies claves de la fauna endémica de Galápagos siempre estarán expuestas a impactos por fenómenos  como El Niño, a las presiones antrópicas sí se puede responder. Páez-Rosas sostuvo que hacen falta políticas públicas encaminadas a que exista un mayor control de las poblaciones, de la contaminación, del deterioro de hábitat, “a entender por qué no se deben construir hoteles en determinadas zonas, por qué no se deben expandir las poblaciones a determinados puntos o tratar las aguas residuales y no desembocarlas en determinados puntos”.

Asimismo, consideró que a estas políticas públicas debe integrarse la información ya generada si lo que se busca es la conservación de estas especies. “Todo ese tipo de prevención se debe tomar en cuenta. ¿Cómo se genera eso? Con planes de investigación, con estudio, entonces la principal deficiencia, entre comillas,  es la falta de financiamiento para que se pueda seguir estudiando a las poblaciones… y trabajar en políticas públicas de forma interinstitucional”, concluyó.

Eduardo Espinoza, por su parte, manifestó que existen servicios ambientales generados por los ecosistemas de las islas que permiten el desarrollo económico y el sustento de la población de Galápagos, por lo que las autoridades deben precautelar la sostenibilidad de dichos ecosistemas y su biodiversidad mediante estudios científicos que permitan desarrollar la conservación y la gestión de los recursos naturales en el área marina protegida que fue declarada Patrimonio Natural de la Unesco en 2001.

[quote_box_left]Publicación original: Mongabay Latam[/quote_box_left]

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