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¿Por qué vale la pena promover carreras científicas entre los jóvenes?
Es urgente para el país desmitificar a la ciencia y mostrar la sencillez escondida en la mayoría de los principios fundamentales, asegura experto Ibero
Por Lado B @ladobemx
14 de noviembre, 2016
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Jorge Ibáñez Cornejo* | Prensa Ibero

@prensaibero

La generación actual de jóvenes que ha crecido con los celulares en la mano, en sustitución de los teléfonos fijos, beepers y radios de onda corta; o con los drones, en vez de los legendarios helicópteros de la cruz (que eran accionados a mano al jalar un hilo), irrumpe en el mundo presente con sus propias características y con la conciencia de oportunidades y recursos jamás antes vistos.

Tienen a su alcance innumerables herramientas tecnológicas que para muchos de nosotros no tenían cabida más que en la ciencia ficción. Su uso ha transformado la cultura, y los jóvenes actuales suelen dominar estas tecnologías de una manera mucho más competente que quienes pertenecemos a generaciones anteriores.

Si pueden lograr tanto con esas herramientas, ¿entonces para qué preocuparse por aprender ciencias exactas o naturales?, ¿debemos  empeñarnos todavía en enseñárselas?

[quote_right]»A nivel país, la necesidad de desarrollar la ciencia y la tecnología es abrumadora. Sin embargo, nuestros estudiantes reprueban a nivel internacional, y nuestros profesores , a nivel nacional…»[/quote_right]

Estas ciencias están en la base de todos los fenómenos materiales que nos rodean. Con ellas se pueden comprender y resolver muchos problemas en el contexto de los grandes temas que nos ocupan y nos preocupan: salud, agua, alimentos, medio ambiente, energía… Pero si la sabiduría popular cataloga a la ciencia como algo demasiado complejo, tedioso, fuera del alcance cotidiano, entonces hay que transformar esta percepción.

La esencia de nuestro estilo de enseñanza en la Universidad Iberoamericana radica en promover que los jóvenes de hoy se conviertan en personas que accionen su propio fenómeno educativo. Algunos aprenden con sólo leer, otros pocos al escuchar, algunos más al ver, pero definitivamente todos aprenden al hacer. Por ello, la importancia de la experimentación salta a la vista.

No conozco a ningún joven a quien no lo hayan fascinado en algún momento las estrellas, el comportamiento de los animales, la emisión o la absorción de la luz, las explosiones, la generación de gases o de precipitados, la observación de fractales en la naturaleza o las huellas de la evolución.

El pequeño investigador que todos los jóvenes llevan dentro puede ser el gran motor impulsor para la enseñanza de las ciencias. La enseñanza que promueve la indagación y la autoconstrucción de conceptos es un aporte fenomenal, pues el educando hace su propia ciencia mediante eslabones y ladrillos que él mismo coloca para lograr el edificio del conocimiento.

A nivel país, la necesidad de desarrollar la ciencia y la tecnología es abrumadora. Sin embargo, los exámenes de los últimos años muestran que nuestros estudiantes reprueban, a nivel internacional, las evaluaciones comparativas de ciencias (últimos lugares en los de la OCDE), mientras que nuestros profesores reprueban los nacionales (para profesores de carrera).

Me tocó hace poco dar un taller de química en microescala para profesores de bachillerato; entre quienes había abogados, sociólogos y otros con formaciones muy alejadas de las materias que imparten. Hay mucho trabajo que hacer también con ellos. Desafortunadamente con frecuencia las cargas laborales y la escasez de recursos impiden que los docentes sigan cursos de su especialidad y de formación humana.

En cuanto a la enseñanza experimental, aún más limitada por los presupuestos, es urgente desmitificar a la ciencia y mostrar la sencillez escondida en la mayoría de los principios fundamentales.

El código educativo de la Compañía de Jesús (la Ratio Studiorum) contempló desde el principio la importancia de enseñar física, matemáticas y astronomía a los jóvenes, entendiendo muy bien que el estudio de las ciencias proporciona una estructura mental de análisis riguroso, sistemático y progresivo que sirve para muchas actividades en la vida cotidiana. Por ello, el enseñar ciencias debe también aprovecharse para insertar todos los elementos de formación integral.

* Académico-investigador del Departamento de Ingeniería y Ciencias Químicas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

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