Dr. José Guadalupe Sánchez Aviña

A riesgo de, como dice un querido amigo mío “ser quemado en leña verde”, presa de la sentencia de “si no estás conmigo estás en contra mía”, quisiera compartir lo siguiente.

Desde niño conozco una anécdota de un funcionario de una oficina federal en el entonces D.F. que relata la confrontación de intereses de dos facciones sindicales que se disputaban la titularidad del contrato colectivo de trabajo; más allá de que sea una situación sindical, la quiero compartir para exponer una visión de lo que a mi entender sucede muy a menudo en las disputas que yo califico de acordadas y que se llevan entre las patas a quienes apurados por las realidades inmediatas no desarrollan una postura auténticamente propia y que son quienes finalmente pagan los platos rotos, incluso con su vida.

9:30 horas de ese día de negociación, llegan a la oficina del funcionario en cuestión el líder de la facción “X” y se coloca de un lado de la larga mesa de la oficina de conflictos junto con un grupo de sus enardecidos seguidores y representados; 9:33 horas llega el grupo en disputa, también encabezados por su correspondiente líder, por cierto ambos líderes debidamente ataviados a la usanza de los “Lics”. En la sala además, está el funcionario en cuestión acompañado de algunos otros funcionarios cuya presencia busca evitar agresiones físicas entre los “actores”, además de ellos, se encuentra un observador circunstancial quien espera pacientemente, sentado en un sillón a cierta distancia de la mesa en donde se desarrolla el montaje de la escena, a que se desocupe el funcionario para ir a desayunar.

[pull_quote_right]Apenas toman asiento en su mesa, el observador nota que uno de los líderes de la escena anterior se encuentra tranquilamente desayunando, cuando aparece en la entrada el antagónico, haciéndole pensar que sucederá una desgracia como desenlace del enfrentamiento que acababa de presenciar pues ahora no habría quien los detuviera[/pull_quote_right]

En medio de la negociación los líderes se traban en agresiva verborrea y se desata una situación de amagues de sacar la pistola y usarla poniendo en juegos sus propias vidas, pero siempre en defensa de sus representados, a lo que los defendidos responden enardecidos y dispuestos a la reyerta. Pero reina la calma gracias a la afortunada y oportuna intervención de los funcionarios; amainada la tormenta se establecen acuerdos iniciales y se concluye la reunión.

Concluido este acto, el observador sobresaltado pero silencioso, responde a la invitación de su amigo el funcionario para salir a desayunar a un restaurante muy cercano, de carta de alimentos con precios más que altos. Apenas toman asiento en su mesa, el observador nota que uno de los líderes de la escena anterior se encuentra tranquilamente desayunando, cuando aparece en la entrada el antagónico, haciéndole pensar que sucederá una desgracia como desenlace del enfrentamiento que acababa de presenciar pues ahora no habría quien los detuviera.

Exaltado le advierte de tal situación a su amigo el funcionario quien le responde que no se preocupe, que no sucederá nada, que observe y aprenda lo que está tras bambalinas de una representación como la que se acababa de vivir en su oficina, en la cual los sindicalistas representados quedaron gratamente impresionados y por supuesto agradecidos con sus líderes. Al entrar el antagonista de inmediato localiza con la mirada a su contraparte y desde lejos se aproxima a éste con los brazos extendidos y exclamando “¡Hermano has estado fabuloso!”…

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El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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