Lado B
Esperanza de humanidad II: sociedad
Continuamos hoy esta serie de reflexiones sobre la otra cara de la moneda de la crisis de humanidad, tratando de describir algunos signos que nos ayuden a salir de esta desmoralización que parece invadirlo todo, buscando explicitar algunos rasgos que nos hagan pensar en la esperanza de humanidad a partir de la convicción que nos plantea Morin en su volumen V del Método: La humanidad de la humanidad respecto a que hablando del futuro de nuestra especie en el planeta, “nada está escrito, tampoco lo peor”.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
31 de mayo, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Y si estoy aquí
Sí, vivo
en la voz de Robeson y Hughes
Césaire y Guillén

Godido y Black Boy renacidos
en las entrañas de la Tierra
transformando con mi cuerpo
los cimientos de la vida

si estoy aquí

la suma consciente y firme
de los hombres
que compusieron el poema
de la vida contra la muerte
desde el final de la noche
y el principio del día”.

Marcelino dos Santos (Mozambique, 1929). Donde estoy (Fragmento).
Traducción de León Blanco

[dropcap type=»1″]C[/dropcap]ontinuamos hoy esta serie de reflexiones sobre la otra cara de la moneda de la crisis de humanidad, tratando de describir algunos signos que nos ayuden a salir de esta desmoralización que parece invadirlo todo, buscando explicitar algunos rasgos que nos hagan pensar en la esperanza de humanidad a partir de la convicción que nos plantea Morin en su volumen V del Método: La humanidad de la humanidad respecto a que hablando del futuro de nuestra especie en el planeta, “nada está escrito, tampoco lo peor”. 

Veamos hoy la dimensión de la sociedad, una vez que hemos abordado los signos de esperanza de humanidad en lo relativo al individuo humano de este cambio de época. Vivimos hoy en tiempos ególatras, en tiempos en los que parece haber desaparecido la solidaridad, la preocupación y el compromiso por el otro y la consciencia de que el destino de la sociedad es corresponsabilidad de todos, que el bien común no puede ser construido más que colectivamente.

Sin embargo es posible ver signos de esperanza en estos tiempos ególatras, datos que nos hacen pensar en que es posible construir una sociedad diferente, auténticamente democrática y más equitativa, incluyente y justa, con el esfuerzo de todos o al menos de grupos organizados de la tan traída y llevada Sociedad civil.

Un primer signo de esperanza, que liga la dimensión del individuo con la de la sociedad, está expresada muy gráficamente en el poema que sirve de epígrafe a la Educación personalizante de esta semana. Se trata de la consciencia de la vida, del aquí y ahora, que parece cada vez más clara en el sujeto humano de hoy. Porque las personas de este tiempo de crisis de humanidad estamos cada vez más conscientes existencialmente de que estamos aquí, vivos y que podemos transformar con nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu los cimientos de la vida, de esta vida que no es vida humana para convertirla en auténtica vida para todos los humanos. Las personas del cambio de época nos sabemos –porque la consciencia histórica está más vívida que nunca- suma consciente y firme de los hombres que compusieron el poema de la vida contra la muerte. Por esta clara consciencia de lo que heredamos de todos los seres humanos que compusieron este gran poema con todos sus elementos luminosos y sus desviaciones oscuras, sabemos que podemos y debemos asumir el compromiso que nos toca para seguir escribiendo este poema de la vida contra la muerte, el poema de la sociedad humana que es capaz de rehacerse desde sus ruinas y de reconstituir el tejido de convivencia pacífica y armónica que ponga las condiciones para que todos volvamos a reconocernos como seres humanos.

“No tienes que ser judío
para temblar en la pesadilla de Auschwitz

no tienes que ser negro
para sentir la agonía y la vergüenza de la esclavitud

no tienes que ser aborigen
para ser herido por la arrogancia del descubrimiento

no tienes que ser extranjero
para saber qué significa la discriminación

no tienes que ser minoría
para comprender el dominio de los grandes números

no tienes que estar sin techo
para atravesar los caprichos de la vida

no tienes que ser rico
para temer la incertidumbre del mañana

no tienes que estar lisiado
para sufrir el dolor de los discapacitados

no tienes que ser una estrella
para contemplar fijamente la volatilidad del clima

sólo tienes que ser un ser humano
para conocer los aprietos de los demás.

Tanure Ojaide (Nigeria, 1947). No tienes que ser.
Traducción de Nelson Ríos.

Estamos aquí, vivos, conscientes del aquí y el ahora, de un aquí y un ahora caracterizado por la diversidad de seres humanos y por la consciencia de que siendo distintos, somos iguales, de que por ser iguales debemos respetar lo distinto y que por ser distintos debemos apoyarnos como iguales.

Porque a pesar de la desproporción en el desarrollo de lo que Morin llama las dos hélices de la globalización, a pesar de que la hélice del mercado, el consumo, el poder y la dominación está muchísimo más desarrollada que la hélice de la solidaridad, de la fraternidad, de la paz y de la inclusión, estamos en un mundo que acepta cada vez más la realidad diversa pero íntimamente relacionada de todos los grupos y sociedades humanas.

Hoy sabemos, experimentamos en carne viva que no necesitamos ser judíos para sentir la crueldad del genocidio, que no tenemos que ser pobres para padecer con los pobres las carencias de los mínimos indispensables para vivir humanamente con dignidad, que no tenemos que ser negros o inmigrantes para saber lo que significan la esclavitud y la exclusión, no tenemos que estar lisiados para sentir el dolor de los discapacitados en un mundo que los mira como excepciones o anormalidades. Hoy sabemos, experimentamos en carne propia el dolor ajeno y solamente por ser humanos, podemos vivir “los aprietos” y el sufrimiento de los que más desfavorecidos en un sistema social que es mucho más mal estructural que bien de orden. 

“No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordamos
hasta que la justicia se siente entre nosotros”.

Rosario Castellanos. Memorial de Tlatelolco (fragmento).

Hoy tenemos además el poder ambiguo pero potencialmente humanizante de las redes sociales que pueden difundir los archivos de lo que sí consta en actas de tantas injusticias e inmoralidades que regeneran el mal estructural, reproduciendo y fortaleciendo las estructuras socioeconómicas y políticas que generan la injusticia, la pobreza y la desigualdad. Hoy tenemos el poder que da el saber las cosas que se fraguan en los ámbitos privados y oscuros pero pueden salir a la luz cuando alguien con consciencia social decide que ya basta.

En nuestro tiempo tenemos también la posibilidad de documentar y evidenciar todas las cosas que no están en los archivos y los datos de la podredumbre social y política que abonan a la permanencia y la profundización de inequidad y de abuso de unos seres humanos sobre otros. Hoy podemos poner permanentemente el dedo en la llaga de nuestra memoria, insistir en todo lo que en nuestra sociedad duele, luego es verdad.

En nuestros días tenemos como sociedad la invaluable riqueza de la memoria, la necesidad urgente de recordar, de recordar en primera persona del singular: recuerdo, de recordar en primera persona del plural: recordamos, como la manera más concreta de ayudar a que amanezca en esta sociedad de la noche oscura que a veces parece interminable.

La esperanza de humanidad en el nivel social tiene mucho que ver con esta capacidad de recordar. Perdón, pero no olvido; perdón pero jamás impunidad. Mantengamos viva la memoria, eduquemos para conservar la memoria, para recordar juntos hasta que la justicia se siente entre nosotros.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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