Lado B
Un futuro en la garganta
Lento pero viene el futuro aunque hoy lo veamos lejos, más allá de las nubes y los nubarrones negros de nuestra realidad excluyente, violenta, machista y aparentemente sin remedio para curar las enfermedades crónicas degenerativas que como pandemia invaden todo el cuerpo social y penetran hasta las más profundas células de nuestra consciencia individual y colectiva.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
05 de abril, 2016
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Martín López Calva

@M_lopezcalva

“Lento viene el futuro
lento
pero viene
ahora está más allá
de las nubes ramplonas
y de unas cimas ágiles
que aún no se distinguen
y mas allá del trueno
y de la araña…
…no tiene prisa
lento
viene
por fin como su respuesta
su pan para la hambruna
sus magullados ángeles
sus fieles golondrinas
lento
pero no lánguido
ni ufano
ni aguafiestas
sencillamente
viene
con su afilada hoja
y su balanza
preguntando ante todo
por los sueños
y luego por las patrias
los recuerdos yacentes
y los recién nacidos

…Lento pero viene
ese experto futuro que nos inventamos
nosotros
y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar”.

Mario Benedetti. Lento pero viene.

 

[dropcap]L[/dropcap]ento pero viene el futuro aunque hoy lo veamos lejos, más allá de las nubes y los nubarrones negros de nuestra realidad excluyente, violenta, machista y aparentemente sin remedio para curar las enfermedades crónicas degenerativas que como pandemia invaden todo el cuerpo social y penetran hasta las más profundas células de nuestra consciencia individual y colectiva. La enfermedad que distorsiona nuestra mirada y nos hace ver solo lo inmediato, lo útil, lo práctico y lo rentable; la enfermedad que nos vuelve sordos al clamor de los pobres, de las víctimas de la violencia y de la impunidad; la enfermedad que nos vuelve mudos ante la injusticia y la discriminación y nos convierte en cómplices del mal estructural que regenera la cultura de la muerte y el descarte; la enfermedad que nos hace insensibles ante el dolor humano aunque nos disfrace de tiernos y sensibleros protectores de animales; la enfermedad que nos paraliza y nos vuelve inmóviles ante la urgencia de actuar para cambiar el estado de las cosas.

Viene el futuro que a pesar de nuestras ansias no tiene prisa, por eso viene lento y pide nuestra paciencia histórica pero al mismo tiempo el compromiso con nuestra tarea histórica como educadores, es decir, como profesionales de la organización de la esperanza que implica el terco sueño, la fe inquebrantable en ese futuro que sabemos que viene y reclama también por el trabajo persistente y la convicción activa y eficiente para encaminarnos hacia este mañana al que convocamos con nuestros sueños activos cotidianos en las aulas.

Lento viene el futuro como respuesta a la hambruna de pan de tantos mexicanos sin oportunidades y a la hambruna de sentido de unos cuantos mexicanos que no saben qué hacer con tantas propiedades y oportunidades. Viene el futuro preguntando ante todo por los sueños de cada persona que quiere trascender y hacer de su vida una historia irrepetible en el tejido de la humanidad y por los sueños colectivos en los que nos vemos conviviendo en paz, con armonía, aceptando todas nuestras diferencias como riquezas y no solamente tolerando a los diferentes por obligación o corrección política. Viene preguntando por esa patria que queremos pero no podemos construir porque nos negamos a ver las coincidencias y exacerbamos las diferencias o porque simplemente nos importan más nuestros intereses particulares o de grupo o de clase o de partido que el bienestar de todos y la construcción de una casa común con un espacio amplio y ventilado en el que quepan todos.

Esto es lo que sabemos y creemos o lo que deberíamos saber los que nos dedicamos a educar o a formar educadores, es decir, a convocar y a construir ese futuro, a hacer que la llegada del futuro dependa “cada vez más de nosotros y menos del azar”, a inventar nuestro futuro en diálogo y en tensión, a veces en contradicción con lo que otros quieren inventarnos como futuro personal y nacional.

Creer en el futuro y contribuir a inventarlo, a crearlo a partir de nuestros sueños compartidos, a eso estamos llamados los educadores y los educólogos. Esta es la convicción que está detrás, el motor que impulsa los textos de Un futuro en la garganta: Educación para otro mundo posible[i], el libro que se fue tejiendo a partir de las reflexiones en torno a las que nos encontramos cada semana los lectores de este espacio y de mis artículos de opinión en E-Consulta, que busca difundir mis argumentos, mi propia manera de entender este trabajo de soñar e inventar el futuro, mi forma de expresar la convicción profunda de que el futuro viene, lento pero viene y que podemos hacer que sea luminoso y nos ayude a tener un mundo distinto, un México distinto a partir de ser nosotros unas personas y ciudadanos distintos.

Hacer que venga, en palabras del mismo Benedetti, ese futuro que es mío, pero también el futuro que es de todos, porque sabemos que nuestro futuro es de corta duración y desde nuestra vocación social entendemos que el mañana no se agota en nosotros sino que tenemos que aportar elementos, semillas que hagan florecer el futuro que es de todos, porque nuestro mañana acaba mañana, pero sobrevive el otro.

Para cerrar esta reflexión tomo prestados dos párrafos de otro artículo que publiqué cuando apareció este libro y que clarifican la visión que está detrás de todos los textos compilados en este trabajo.

¿Es esta una visión utópica de la Educación? Desde la perspectiva del célebre poema Ithaca de Kavafis lo es. Porque la utopía es algo que si damos un paso adelante, se mueve un paso más lejos, algo que nunca llegamos a alcanzar. Sin embargo tiene sentido porque la utopía nos sirve precisamente para eso, para seguir caminando hacia un horizonte mejor.

Sin embargo, desde otro punto de vista se puede afirmar contundentemente que no es una propuesta utópica, en el sentido de que no se trata de una visión idealista de las posibilidades de la Educación como tarea organizadora de la esperanza sino de una visión que asume plenamente la frase realista de Edgar Morin que afirma que “La renuncia al mejor de los mundos no significa la renuncia a un mundo mejor”.

[i] Un futuro en la garganta. Educación para otro mundo posible se presenta este jueves 6 de abril a las 17:00 hrs. en los salones P-001 y P-002 del Centro Interdisciplinario de Posgrados de la UPAEP (17 Sur 901).

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Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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