Lado B
Aquí no han muerto los narradores: Marta Sanuy
Una periodista española, lectora empedernida, contadora de historias que ha llegado a Puebla en búsqueda de cronistas
Por Mely Arellano @melyarel
05 de marzo, 2016
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Marta 3
Mely Arellano

@melyarel

Marta Sanuy es una periodista española, lectora empedernida y contadora de historias que ha llegado a Puebla en búsqueda de cronistas.       

–Marta, ¿cuál es tu formación?

–Mi formación comenzó oyendo narrar a mi abuela, a mi madre y a mis tías. Descubrí que no era una pócima cualquiera la palabra, y lo demás fue coser y cantar, seguir el gusto. Mi pueblo, que entonces era pequeño, no tenía biblioteca, pero llegaba el bibliobus un día a la semana. A mi madre y a mi tía les gustaba la poesía y tenían un par de amigos con estanterías superpobladas. En casa se veían con atención religiosa los debates, que en la época eran buenos, y sobre todo Estudio 1, una obra de teatro magnífica cada semana en televisión. Es cierto que nuestra formación fue sobre todo televisiva, pero aquella televisión, al menos a mí, me abrió las ganas de leer.

En los lugares aburridos abundamos los lectores empedernidos y no puedo quejarme de los interlocutores, mantengo desde la adolescencia un frenético intercambio de títulos con muchos. Mientras tanto discurría el Bachillerato, y luego Ciencias de la Información, que me dejó insatisfecha, y entonces me hice librera y estudié casi cuatro cursos de Filosofía Pura, para aprender a pensar, porque no se puede ir sin armas a la guerra, y no se puede pensar sin saber lo que pensaron los otros. También asistí a muchas clases como oyente, las que me recomendaban los amigos. De todos los maestros que tuve la suerte de que me formaran elijo dos: Emilio Lledó y Aurora Egido. Luego me fuí a Centroamérica y trabajé, entre otra mucha gente que sabía, con Marta Mata, una sabia, en El Salvador. Tengo muchos maestros fuera de las aulas. Hay uno al que llamo maestro desde hace treinta años porque sabe todo lo que ignoro con exactitud. Una fuente de formación continua que pocas veces se menciona son los amigos y la gente con la que trabajas, mi fortuna es que ambas cosas se confunden. Es una suerte participar en equipos multidisciplinares: el entusiasmo del intercambio hace equivalente el conocimiento que se adquiere en cada proyecto a ocho o diez masters. Además no se puede ver bien desde una sola disciplina. Yo creo que no hay formación si no es continua, práctica y emotiva.

–¿Cuál crees que es la relación entre periodismo y literatura?

–Es una relación promiscua, dice Alberto Chillón, una autoridad en el tema. El periodismo y la literatura han compartido etapas muy fértiles, a finales del siglo XIX y principios del XX podemos encontrar obituarios, crónicas o entrevistas que tenían tanta calidad, abundancia de matices, ironías, metáforas y juegos verbales como las obras literarias más terminadas. Las obras de grandes autores se beneficiaron de que estos, para poder comer, tuvieran que trabajar como periodistas. El periodismo le puede proporcionar a la literatura muchos beneficios: agilidad, concreción, historias.

Pero no siempre han cooperado literatura y periodismo. Hay un periodismo mercantilizado al que le interesa la uniformidad del lenguaje, que desaparezca la emoción en lo que se cuenta. En la era de la reproducción en serie, que empezó hace mucho, las empresas textiles deciden qué uniforme vamos a llevar y las periodísticas qué parte de la realidad existe y cuál no, qué se cuenta y cómo. Hay un periodismo que llama objetividad a la repetición de clichés o a algo todavía peor; se está acuñando un lenguaje que nadie entiende porque nada significa: negocios responsables, capitalismo creativo, cadenas híbridas de valor, filantropía competitiva.

Sin embargo ése no es todo el periodismo y una buena parte del gremio, sobre todo en América Latina, está escribiendo buenas crónicas y utilizando herramientas literarias para contar realidades concretas desde la emoción, los periodistas han conseguido en los últimos años cosechas de gran calidad literaria. La Premio Nobel de este año, Svetlana Alexievich, es periodista, escritores como James Agee, Elena Poniatowska, Juan Villoro, David Foster Wallace, Martín Caparros, Leila Guerriero, Alberto Salcedo Ramós, Alberto Fuguet, Pedro Lemebel, Josefina Licitra, Sergio Pitol y muchos más, porque sólo estamos viendo la punta del iceberg, han elegido la crónica como vehículo periodístico sin renegar de la profundidad, la poesía o la belleza. No hay nada extraño en que la crónica florezca en América Latina: aquí se sigue hablando el español del siglo de Oro, aquí no han muerto todavía los narradores.

Y si miramos desde la literatura, los escritores cada vez se acercan más a una línea realista y testimonial: Emmanuel Carrere, por ejemplo, escribe novelas armadas sobre investigaciones minuciosas, también pueden tomarse como retratos sociológicos y políticos las novelas del salvadoreño Horacio Castellanos Moya o del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, ¿y cuántas veces bordeó la crónica Roberto Bolaño? La lista es interminable. Me parece muy interesante la experiencia del mexicano Tryno Maldonado, que acaba de publicar “Ayotzinapa”, un libro escrito desde el acompañamiento a las familias de los desaparecidos en el que pone al servicio de la historia inmediata sus recursos literarios.

[pull_quote_right]No hay nada extraño en que la crónica florezca en América Latina: aquí se sigue hablando el español del siglo de Oro, aquí no han muerto todavía los narradores.[/pull_quote_right]

La literatura y el periodismo se están reconciliando y haciendo grandes planes gracias a que internet no tiene límite de caracteres, hay muchas publicaciones que han aprovechado esa ventaja para crear espacios de calidad: La silla vacía, El Faro, Etiqueta negra, Jot Down… En la literatura está encontrando el buen periodismo una compañera con muchas armas.

–¿Cuál es tu experiencia como periodista?

–Empecé por el final, con una columna de opinión a los 23 años que abandoné aterrada. Luego participé durante mucho tiempo en un magazine matinal de radio, me encargaba de la sección literaria, de hacer entrevistas a escritores, por entonces me puse a escribir reseñas y en eso sí he sido más constante, durante muchos años he colaborado en las mismas publicaciones: Literaturas.com, La Tormenta en el Vaso, Calidoscopio.

Participo desde hace años en el proyecto de Lola Mora Producciones, un proyecto periodístico multimedia centrado en la violencia sexual como arma de guerra.

–¿Cuál es tu experiencia como tallerista? 

–Tengo muchas, comencé muy joven, sigo impartiendo talleres porque estoy segura de que se puede enseñar a escribir. Siempre he trabajado con un método llamado OULIPO, que se traduciría como Obrador de Literatura Potencial, al que pertenecieron autores como Georges Perec, Italo Calvino, Eco, Raymond Queneau, Marcel Benabou. Si no los conocen búsquenlos, son una gente muy dadivosa: decidieron enseñar lo que ocurre en la trastienda de los escritores. Consideraban también que la inspiración era un mal romántico, que resolviendo retos y propuestas concretas, obervando y buscando, es como aparecen las musas.

Mi apuesta didáctica se desarrolla desde hace veinte años en Escuela de Escritura, una escuela on-line donde ofrecemos talleres de narrativa, poesía y microrelato.

Otra experiencia importante como tallerista ha sido la oportunidad de trabajar impartiendo clases de escritura creativa a periodistas en ejercicio, en la Asociación de la Prensa. Es allí donde identifiqué las necesidades a las que se enfrentan cotidianamente los comunicadores y que la literatura puede resolver, y decidí armar un equipo de especialistas en diferentes áreas para trabajar materiales específicos.

–En tu opinión, ¿de qué adolece el periodismo mexicano?

Me interesa mucho el periodismo que atiende los problemas de la población en general, la mayor parte de los periódicos del mundo presta atención a los muy ricos o a los muy pobres, pero nunca retratan los problemas de salud, de educación, de seguridad, los miedos, las preocupaciones y las dificultades de los trabajadores, de los agricultores, de los maestros. Me interesa también mucho un periodismo que trate con la terminología correcta todas las violencias machistas. Todavía no conozco bien el periodismo mexicano pero creo que el cáncer terminológico es global. Los intereses de determinada prensa están adosados a intereses económicos concretos y la mayor parte de la información que recibimos, en Puebla o en Roma, está viciada por esos intereses.

Ahora bien, hay muchos intentos de trabajar un periodismo con otros mimbres que tienen su repercusión.  

Sobre el taller

–¿Cuál es el objetivo del taller que impartirás en la ciudad de Puebla?

–Encontrar cronistas. Gentes que escriban literatura o periodismo, o ambas cosas, y estén interesados en ampliar sus referencias y mejorar sus destrezas.

–¿Qué resultado debe esperar quien se inscriba al taller?

–Mi responsabilidad como tutora es conseguir que al final del taller cada participante haya redactado un perfil, una entrevista y una crónica. Todos los esfuerzos desde el principio estarán destinados a encontrar tanto los temas como las estrategias y los recursos necesarios para ello.

–¿A quiénes está dirigido?

–A todos aquellos que deseen adquirir más habilidades para narrar lo que acontece.

–¿Cuál es la duración?

–Tres meses.

–¿Cuál es el costo?

–300 pesos al mes. Comienza el viernes 18.

[quote_box_center]Para inscribirte al taller que Marta Sanuy impartirá en La Morada puedes hacerlo aquí.[/quote_box_center]

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Autor Lado B
Mely Arellano
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