Lado B
El Museo Internacional del Barroco, una historia de opacidad
Si la historia no fue la de un saqueo patrimonial, sí fue la del disfrute de la desinformación y la saña en el bloqueo
Por Josué Cantorán @josuedcv
05 de febrero, 2016
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¿Por qué alguien se opondría a la construcción de un museo? Si los museos son aquellos espacios en los que se accede al mismo tiempo al conocimiento y al goce estético, manifestarse contra la existencia de uno parecería de entrada una posición reaccionaria. Si un gobierno promete la creación de un recinto de tanta calidad que podrá competir con los más reconocidos del mundo, que mostrará lo mejor de una antigua corriente artística, que elevará el flujo turístico y económico de la ciudad, ¿quién se atrevería a enfrentarlo? Sin embargo, esa es la historia del Museo Internacional del Barroco, cuestionado desde que fue una idea, un proyecto, hasta hoy, que ha abierto por fin sus puertas entre la opacidad y la grandilocuencia.

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Son las once de la mañana del jueves 4 de febrero y aún faltan dos horas para que el gobernador Rafael Moreno Valle y el secretario de Cultura federal, Rafael Tovar y de Teresa, den sus breves discursos para inaugurar el Museo Internacional del Barroco ante un público conformado sobre todo de funcionarios de gobierno. De la magna obra, inconclusa, salen grupos de entre cinco y ocho trabajadores de la construcción hacia rumbos distintos: ha llegado el momento del acto protocolar y es necesario mantener una imagen de completitud que se verá mermada si en el cuadro aparecen todavía los obreros dando fin a los detalles del inmueble inmenso que alberga la promesa de ser el más grande museo de una ciudad que ya cuenta al menos con otros veinte. Un dispositivo de la policía vial del estado prepara las calles para lo que en un par de horas será la pasarela de figuras de la política local y nacional.

Adentro, las puertas ya están abiertas y decenas de curiosos ingresan al vestíbulo, buscan la entrada a las salas y se van deslizando con cautela entre la exposición temporal que ha servido como el mayor atractivo de este nuevo museo: una exhibición de más de trescientas piezas que ayudarán al visitante a trasladarse al siglo XVI, una época en que el comercio de distintos bienes entre Asia y la Nueva España ayudaron a mantener un intercambio cultural por demás intenso. Confundidos, como cualquiera en su primer día de trabajo, los empleados del museo dirigen a los visitantes entre las salas, respondiendo hasta las posibilidades de su conocimiento las preguntas más elementales: ¿hasta cuándo permanecerá la exposición temporal?, ¿dónde está el baño?

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Más adelante, después de ver una sala que alberga a todo lo largo del piso una extensa maqueta del centro de la Puebla novohispana, los trabajadores continúan sus labores de aseo y detalle: limpian los vidrios, lijan las paredes blancas o trapean las duelas de los suelos. Percatándose de la cámara, un hombre pregunta si tenemos autorización para estar ahí. Nadie en las salas anteriores nos había dicho que debíamos pedir una autorización; al contrario, los guías del museo, estrenando sus uniformes, nos indicaron gustosos la ruta que había que seguir para ver las exposiciones.

Una mujer de falda negra alza la voz para dar una nueva instrucción: no dejen entrar a nadie más.

Afuera, en el patio, bajo la lona donde Rafael Moreno Valle y compañía hablarán sobre el sueño de tener un museo barroco y su lograda concreción, sobre su añeja amistad y otros temas, ya comienza a aglutinarse el público.

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A finales de 2013 el gobierno estatal comenzó a hablar de su intención de construir un magno museo en el predio donde anteriormente se encontraba un parque de diversiones. Revelando la información a cuentagotas, la idea de un museo dedicado al arte barroco atrajo las primeras críticas. La historiadora del arte Montserrat Gali cuestionó desde el inicio cuál sería la colección permanente del museo. Siguiendo a la teoría museográfica, la académica del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP tenía claro que un museo nace gracias a la necesidad de preservar, exhibir y difundir una colección de arte en particular. El museo Carrillo Gil existe porque antes existió una colección del mismo nombre; el museo Guggenheim en Nueva York resguarda una colección de pintura impresionista y el Louvre, en París, cuenta con una vastísima de arte prerromántico.

Foto: Marlene Martínez

«La virgen de la apocalipsis», del pintor mexicano Cristóbal de Villalpando, una de las obras que fue retirada del museo Bello. Foto: Marlene Martínez

La colección antecede al museo y nunca al revés. Las exposiciones temporales dotan de vitalidad a los museos, aumentan sus flujos de visitantes pero sus columnas vertebrales son siempre sus colecciones permanentes. Para ejemplificar con lo local, el Museo Amparo resguarda y exhibe desde su fundación una impresionante colección de arte prehispánico aunque en sus salas temporales vengan y vayan exposiciones de arte moderno y contemporáneo.

–Lo que hace a un museo desde su principio –explicaba a principios de diciembre el museógrafo Gustavo Ramírez– es que debe mantener una colección, y un conocimiento que debe promover y difundir (…) Lo que cada quien colecciona es lo que promueve.

–¿Qué pasaría si un museo se hiciera sin esta noción básica de museografía y careciera de colección? ¿Qué destino le esperaría? –se le preguntaba.

–No hay museo sin colección. Es así de simple.

Al parecer, el gobierno estatal y el equipo que éste integró para realizar el proyecto museográfico del Museo Internacional del Barroco nunca tuvieron muy claro este punto, o al menos no quisieron darlo a conocer públicamente. Más de dos años después, las dudas de la académica Montserrat Gali, a la que se sumaron muchas voces más, permanecen intactas: el gobierno estatal se ha negado a responder con un listado completo de las piezas artísticas de que consta la colección permanente del museo e incluso decidió reservar, es decir, elevar a la categoría de confidencial, toda la información al respecto del proyecto museográfico y curatorial del museo, sin explicar razones.

Lo que ocurrió después fue inevitable. Esa opacidad, sello del gobierno morenovallista, generó una especie de paranoia generalizada en el ámbito cultural de Puebla que después vendría a corroborarse: la idea de que, para llenar los espacios del nuevo museo, el gobierno se vería en la necesidad de retirar obras de arte de otros espacios importantes de exhibición, traicionando su legado y descontextualizando su valor.

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Para la colocación de la lona blanca sobre el patio del Museo Internacional del Barroco no se tomó en cuenta el ángulo en que caerían los rayos del sol a la una y media de la tarde, hora en que los funcionarios públicos darían sus discursos políticamente correctos sobre el arte y el barroco ante un público ávido de aplaudir. Si bien todas las sillas en que el público descansa permanecen bajo la sombra, el sol caliente cae directamente sobre el templete donde se encuentran Rafael Moreno Valle, Rafael Tovar y de Teresa, el alcalde Antonio Gali Fayad y otros representantes de instituciones públicas como el INBA, el INAH, el Senado y el gobierno federal. Por eso, dice Tovar y de Teresa, hay que hacer los discursos más breves.

Así, sonriente, el gobernador neopanista narra que la idea de construir un museo “de clase mundial que reflejara la modernidad y proyectara el futuro inspirándose en la grandeza de nuestro pasado” surgió durante una conversación con José Antonio Meade, hoy titular de la Secretaría de Desarrollo Social federal. Fue este funcionario, cuenta Moreno Valle Rosas, quien “diseñó un esquema financiero” gracias al cual se logró concretar el museo, pues se utilizaron 50 millones de pesos del Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin). La gente aplaude.

Frontal de tela de Santa Rosa. Original del siglo XVIII. Otra de las piezas que fue extraída del museo Bello. Foto: Marlene Martínez

–Una vez definido el financiamiento del proyecto –sigue contando el gobernador–, nos dimos a la tarea de buscar un arquitecto reconocido a nivel internacional. Después de realizar varias propuestas junto con Tony Gali, Tere Franco, Federico Bautista, Saúl Juárez y Luis Maldonado, en 2012 contratamos a Toyo Ito para diseñar el museo. Un año después recibió el premio Pritzker, máximo galardón mundial en arquitectura. En mi opinión, el edifico es en sí mismo una obra de arte.

Mientras Moreno Valle elogia la labor del gran artista japonés en el Museo Internacional del Barroco, a medio kilómetro de distancia otro edificio espectacular ha sido desbaratado por instrucciones del gobierno estatal. El vistoso diseño de talavera en la fachada del ahora llamado auditorio metropolitano es ahora sólo un recuerdo. Sin explicaciones, el gobierno estatal lo desmanteló para construir en su lugar largas paredes de cristal. El autor del monumento original fue Pedro Ramírez Vázquez, considerado por muchos como el arquitecto mexicano más importante del siglo XX. Ramírez Vázquez, muerto en 2013, nunca obtuvo el premio Pritzker como Ito, quien, por cierto, no ha incluido al MIB en el catálogo de sus obras de su página web.

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Acalladas las voces críticas de la cultura por poco más de un año, ocupadas quizá en muchos de los otros temas a los que se enfrenta la ciudad, y con el Museo Internacional del Barroco pasando a tema secundario, la sospecha de que otros museos o espacios de resguardo de obras artísticas novohispanas serían manoseados para exhibirse en las paredes del nuevo recinto regresa a finales de 2015, pocos meses antes de su inauguración.

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Un rumor de que el Museo José Luis Bello y González, uno de los más emblemáticos de la ciudad y dependiente del gobierno estatal, sería saqueado para beneficiar al proyecto morenovallista comienza a extenderse en el submundo de la cultura poblana. Se habla de eso en las presentaciones de libros y después de las exposiciones de arte. A las redacciones llegan cartas de denuncia de supuestos funcionarios estatales. Se redactan las primeras notas informativas sobre el tema.

Una visita al Museo Bello confirma que cinco de sus piezas más emblemáticas ya no se encuentran exhibidas. Se pide una entrevista con la directora y la declina. El gobierno calla.

Se solicita por las vías de la ley de transparencia que el gobierno muestre las actas de salida de todas las piezas del Museo Bello que estén en préstamo para aclarar la historia. El gobierno responde que no hay piezas prestadas. Se cruzan las vacaciones navideñas. Se pide por la misma vía que el gobierno muestre el proyecto curatorial del MIB para saber si ahí estarán las piezas que ya no se encuentran en los muros del Bello. El gobierno dice que esa información es confidencial: el gobierno calla.

El 25 de enero se capta a una empresa especializada en traslado de obras de arte retirar piezas del Museo Bello. Se pregunta al gobierno qué ocurre. Se piden entrevistas al Consejo Estatal para la Cultura y las Artes y éste dice que no. El gobierno calla.

Nuevas visitas al Museo Bello confirman que otras piezas han sido retiradas. Un par de salas ya se notan vacías: es notorio e innegable. Se pregunta de nuevo al gobierno y el gobierno calla, haciendo gala de su falta de voluntad para atender solicitudes de información realizadas por las vías legales.

[pull_quote_right]La obra del Museo Bello no es propiedad del gobierno del estado, eso es una falacia. Es propiedad mundial, es parte del patrimonio de Puebla como una ciudad monumento (…) Extraer el diez por ciento de una colección conformada, testamentada y legalmente integrada constituye un delito, están contraviniendo un mandato testamentario y eso debe tener consecuencias.[/pull_quote_right]

La opacidad con que se realiza la sustracción de piezas del Museo Bello irrita a muchas voces, sobre todo cuando se trata de una colección que proviene de origen privado y que llegó a manos de la administración estatal gracias a un testamento que expresamente pedía que la colección no fuese nunca fragmentada o retirada del recinto.

–La obra del Museo Bello no es propiedad del gobierno del estado, eso es una falacia –dice la historiadora Rosalva Loreto un par de horas antes de la inauguración del MIB en entrevista con el periodista Óscar López Hernández, en la sintonía de Radio BUAP–. Es propiedad mundial, es parte del patrimonio de Puebla como una ciudad monumento (…) Extraer el diez por ciento de una colección conformada, testamentada y legalmente integrada constituye un delito, están contraviniendo un mandato testamentario y eso debe tener consecuencias.

Pero para la académica la desintegración de una colección es un problema más grave, pues incluso entraña el rompimiento del tejido social.

–Otro problema es la violación a los reglamentos y normas internas –dice–, y la falta de transparencia. Se está violando una disposición testamentaria porque el Museo Bello estaba conformado por el edificio y los muebles. Desagregar la colección es romper un tejido cultural y social. Estás dejando un hueco para pasarlo a otro lugar.

Voces afines al gobierno estatal ironizan diciendo que ya nadie iba al Museo Bello, que para qué dejar las piezas ahí y no mostrarlas en un espacio más digno. Entre enero y noviembre de 2015, de acuerdo con cifras del CECAP entregadas en respuesta a una solicitud de información, asistieron a dicho recinto 21 mil 466 personas.

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Entramos al Museo Internacional Barroco y lo primero que destaca es una magna exposición temporal intitulada La nao de China que permanecerá hasta finales de junio, de acuerdo con su curador, Luis Gerardo Morales. La idea es mostrar una idea del periodo que duró más de 250 años en que existió actividad de comercio vía marítima entre México y Asia a través del llamado Galeón de Manila, una empresa de la monarquía española. Durante ese periodo, ubicado entre los siglos XVI y XVIII, la actividad mercantil también originó un intenso intercambio cultural.

Por ello, la exposición muestra 320 piezas de pintura, escultura, telares, arte decorativo, biombos, muebles y otras técnicas que representan el sincretismo cultural entre México y Asia, así como el creciente gusto que se dio entre el pueblo mexicano por el arte oriental.

Foto: Marlene Martínez

Luis Gerardo Morales, curador. Foto: Marlene Martínez

–El barroco es propiamente el tema cultural –explica Luis Gerardo Morales, curador de la exposición en entrevista con este medio–, toda la manera en que México se adapta a los gustos asiáticos, orientales, que son japoneses, indonesios o chinos. Las colecciones que tú ves acá muestran ese mestizaje entre las artes decorativas orientales y europeas con la mano mexicana. Vas a encontrar piezas que están hechas en Tonalá, en Guerrero, pero con inspiración oriental y mano de obra indígena, colores y gusto indígena.

Se trata de la exposición más grande que se ha hecho sobre ese tema, llevó casi tres años y medio de trabajo, desde su concepción hasta su montaje, se hizo ex profeso para la inauguración de este recinto y cuenta con piezas originales de los tres continentes mencionados y provenientes de museos como el Franz Mayer, el Nacional de Historia Castillo de Chapultepec, el Naval de Madrid, el Marítimo de Barcelona, la Biblioteca Palafoxiana, el Universitario de la BUAP y –¡sorpresa!– el Bello.

De hecho, después de dicha exposición temporal el Museo Internacional Barroco cuenta con siete salas supuestamente permanentes. Si bien en las fichas de algunas de sus piezas se hace constar que pertenecen a la colección propia del museo, la mayoría de las obras de las salas “permanentes” provienen de préstamos del Museo Franz Mayer y en todas se encuentran insertas algunas del Museo Bello: herrajes, lebrillos o jarrones de talavera, muebles, cofres, pinturas –dos paisajes, una escena de la visitación, otra de la adoración de los reyes, un retrato del apóstol Santiago, otro de San Matías firmado por Juan Tinoco, otro de Miguel de Cervantes–, al menos tres esculturas y un escritorio, además de las piezas específicas cuya ausencia en el Museo Bello ya había sido informada por este portal.

Las piezas estaban ahí, aunque el gobierno estatal lo hubiera negado a través de sus respuestas a las solicitudes de información, o lo hubiera mantenido en incertidumbre a través de su silencio. Si la historia no fue la de un saqueo patrimonial, sí fue la del disfrute de la desinformación y la saña en el bloqueo hacia la labor reporteril.

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Si los museos son conocimiento y disfrute, ¿cuál es la actitud más reaccionaria, oponerse a la construcción de uno o promoverla en detrimento de otros? La pregunta está abierta.

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