Lado B
Educar la insatisfacción
Uno de los problemas fundamentales del mundo en estos tiempos de mercado global y consumismo exacerbado en que nos ha tocado vivir parece estar sintetizado en el fragmento citado de la canción de Calamaro. En la carrera interminable por tener más y más llega un momento en que ya no sabemos si tenemos lo que queremos y tampoco estamos seguros de querer lo que tenemos.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
16 de febrero, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“…no se si tengo lo que quiero,
no se si quiero lo que tengo…”

Andrés Calamaro. Doce pasos.

[dropcap]U[/dropcap]no de los problemas fundamentales del mundo en estos tiempos de mercado global y consumismo exacerbado en que nos ha tocado vivir parece estar sintetizado en el fragmento citado de la canción de Calamaro. En la carrera interminable por tener más y más llega un momento en que ya no sabemos si tenemos lo que queremos y tampoco estamos seguros de querer lo que tenemos.

En efecto, una insatisfacción profunda habita en el tejido de nuestra afectividad y marca de manera importante nuestra forma de vivir, nuestros procesos de decisión, nuestros estilos de relación con las cosas del mundo y de comunicación con quienes comparten nuestro mundo.

Los medios de comunicación centrados en el mercado y dominados por la publicidad imprimen y van haciendo crecer en cada uno de nosotros una especie de segunda naturaleza humana –como afirmaba Marcuse– que nos crea necesidades artificiales y nos pone en una situación de desear siempre más de lo que poseemos aunque poseamos más de lo que realmente necesitamos.

Esta situación de insatisfacción se convierte en algo permanente e imposible de erradicar y nos hace vivir constantemente frustrados porque jamás podremos tener todo lo que queremos y en esta carrera sin sentido por la posesión de cosas materiales, de poder y de prestigio nos vamos sintiendo cada vez más vacíos, inmersos en la paradójica experiencia vital en la que entre más tenemos, más deseamos y menos tranquilos nos sentimos.

El compositor y cantante español Joaquín Sabina lo expresa con maestría poética y musical en su canción: Oiga, doctor

“Oiga, doctor,
devuélvame mi rebeldía,
ahora que a la carta ceno cada día
y viajo con American Express
algunas de las cosas,
oiga, doctor,
que imaginaba odiosas…
¿sabe que están muy bien?

Oiga, doctor,
esta vez le falló la acupuntura,
¿acaso no le pago las facturas?
déjeme como estaba, por favor,
oiga, doctor,
a ver si tengo cura,
solo quiero ser yo
y ahora parezco mi caricatura.

Oiga, doctor,
devuélvame mi fracaso,
¿no ve que yo cantaba a la marginación?
devuélvame mi odio y mi pasión,
doctor, hágame caso,
quiero volver
a ser aquel payaso
con alas en los pies…”

Porque aunque algunas de las cosas que se imaginan odiosas, negativas o indeseables cuando se mira desde la escasez el mundo de la abundancia pueden estar o parecer muy bien, en el fondo la irrefrenable carrera por el tener acaba devorando la propia rebeldía, la capacidad de soñar, la pasión, las alas para volar hacia una existencia más poética y rica en experiencias humanas, en fin, terminar por destruir nuestro auténtico yo para convertirnos en una caricatura.

Una buena parte de la tarea educativa en esta sociedad de consumo tendría que ocuparse del desafío de fomentar el aprendizaje de un consumo responsable, el control del deseo inducido de tener por tener, el manejo de la insatisfacción por lo que otros tienen y nosotros no.

En nuestro libro Educando la autorregulación del consumo en la infancia, Judith Cavazos, Leticia Gaeta y un servidor nos ocupamos de desarrollar este desafío educativo desde el planteamiento del problema del consumo bajo la óptica de la Mercadotecnia hasta la sugerencia de estrategias concretas para el desarrollo de la capacidad de autorregulación de los niños frente a la oferta de consumo -que cada vez más se dirige a ellos para construir “fidelidad a la marca” e inducir el consumo de ellos y de sus familias- desde la óptica pedagógica de una Educación de la libertad que forme sujetos autónomos.

Por su parte, Mariana López González, en su blog: Elegir la vida. Autoayuda de la buena plantea la emergencia de un nuevo estilo de vida minimalista que consiste en vivir solamente con las posesiones necesarias y nos propone tres razones importantes para reducir nuestro número de pertenencias. 

Educar la insatisfacción debe ser una prioridad formativa en el contexto actual si queremos educar ciudadanos capaces de transformar nuestra sociedad desigual, injusta y excluyente en una comunidad equitativa, incluyente, con igualdad de oportunidades y un sistema auténticamente democrático.

[pull_quote_right]Esta es otra dimensión del reto de educar la insatisfacción. Promover en los niños y jóvenes el autoconocimiento y la introspección necesarios para descubrir y cultivar la insatisfacción profunda que nace de los dinamismos fundamentales de la creatividad, la libertad, la búsqueda de trascendencia, la apertura a lo ilimitado.[/pull_quote_right]

Pero la insatisfacción no es exclusivamente negativa. El ser humano es un ser estructuralmente insatisfecho debido a su consciencia que lo hace, siendo parte de la naturaleza, tomar distancia de la naturaleza y experimentar su deseo de conocer y transformar la realidad en la que vive.

Somos seres naturalmente libres y creativos, movidos por un dinamismo que nos hace no conformarnos con lo dado, imaginar y soñar formas alternativas de realidad, emprender acciones para transformar la naturaleza, trabajar por imprimir forma humana al mundo. Somos por ello, creadores de cultura.

La insatisfacción parte también de que los humanos, siendo limitados estamos abiertos a lo ilimitado, siendo finitos buscamos lo infinito, estando acotados en el tiempo y el espacio buscamos la trascendencia. El ser humano es aquí y ahora pero tiene capacidad y aspiración de siempre.

Esta es otra dimensión del reto de educar la insatisfacción. Promover en los niños y jóvenes el autoconocimiento y la introspección necesarios para descubrir y cultivar la insatisfacción profunda que nace de los dinamismos fundamentales de la creatividad, la libertad, la búsqueda de trascendencia, la apertura a lo ilimitado.

Educar personas y ciudadanos capaces de descubrir y dominar la insatisfacción superficial respecto a la posesión de cosas materiales autorregulando sus hábitos de consumo y al mismo tiempo conscientes de su insatisfacción creativa profunda y con las herramientas cognitivas y emocionales, para dar cauce a esa insatisfacción y trabajar creativamente en un proyecto de vida trascendente es una parte fundamental para lograr seres humanos que tengan lo que realmente quieren y quieran realmente lo que tienen.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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