Lado B
Pliegues santos
La piel tiene memoria. Su epidermis guarda recuerdos imborrables, desde caricias y escalofríos de excitación hasta heridas que, en ocasiones, no solo trascienden a la dermis sino incluso al alma.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
13 de enero, 2016
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando

#LaEternaIncomprendida miguelperezart.blogspot.com

[dropcap type=»1″]L[/dropcap]a piel tiene memoria. Su epidermis guarda recuerdos imborrables, desde caricias y escalofríos de excitación hasta heridas que, en ocasiones, no solo trascienden a la dermis sino incluso al alma.

La piel nos protege pero también nos expone. Su color nos marca, habla por nosotros, dice cosas sin que se lo pidamos, cosas interpretadas por los otros de formas diferentes que a veces solo sospechamos.

La piel de Santo Miguelito tiene memoria, lo protege y lo expone. Desde hace algunos meses, su epidermis es registro de un problema de peso que a poco es solo recuerdo, tanto de su mente como de su obra, en la que plasmó a través de diversas técnicas y soportes la imagen de un artista cholulteca que contrasta con los modelos de belleza occidental.

Mucho ha pasado desde que en 2009, en el marco de su exposición Rostro de usos múltiples, Santo Miguelito –en ese momento solo Miguel Pérez- decía: “Yo respeto todo, por lo mismo que yo no me respetaba por cómo soy físicamente”.

La mencionada muestra, realizada con el apoyo del Fondo estatal para la cultura y las artes de Puebla (Foescap) en las galerías de Casa del Caballero Águila, consistía en los bordados de nueve mujeres –entre familiares y totales desconocidas-, de un artista plástico y del mismo Santo Miguelito, interpretando cada uno ese rostro de piel oscura que hoy es distinto, más experimentado, más delgado pero con la misma mirada reflexiva plena de alegría.

Miguel-y-Miguel

“Era tan blanco como la leche / Tenía el cabello dorado como el sol / Lástima que no sea / Natural” – Santo Miguelito al lado de su obra Miguel expuesta en la Muestra de trabajos AD/OPTA & ADAPTA Tercera Edición de Capilla del Arte UDLAP. Verano de 2013.

Corre el mes de noviembre de 2015. Santo Miguelito ha perdido más de 60 kilos, producto de un tratamiento médico para la tiroides y una nueva dieta. Sigue siendo robusto, pero para quien lo conoció antes de septiembre de 2013, fecha en que inició el tratamiento, el cambio es evidente. Su piel sigue siendo morena.

Cuando llega al estudio de fotografía de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), lo presento a mis compañeras de la maestría en Comunicación y medios digitales. Ellas son originarias de Veracruz, DF y Yucatán y es la primera vez que ven a este artista devenido santo; escucharon de él a partir de mis comentarios y se convencieron de que sería un modelo ideal para un retrato con iluminación low key o en clave baja, es decir con predominancia de sombras y tonos oscuros.

Mientras dirigimos las lámparas como corresponde al ejercicio, le recordamos a nuestro modelo la intención de tenerlo ahí: por un lado, cumplir con nuestra obligación para con la clase que tomamos y, por otro, que el registro le sea útil en esta nueva etapa de producción artística. Si antes su discurso giraba en torno a la aceptación y el generar debate sobre temas como los estándares de belleza a partir de su cuerpo de 139 kilos, con una figura más esbelta es necesario buscar nuevos caminos.

Una de esas rutas distintas fue la que emprendió con Efluvio oloroso, exhibición individual en la galería Miguel Viderique en julio de 2015. La muestra incluía dos series, una de bordados con paisajes cholultecas colocados al centro de carpetas tejidas por otras manos; y otra con obras hechas a partir de rosas secas. En toda la exposición solo una pieza aludía directamente al modelo favorito del artista: un autorretrato donde, cuenta Paola Carrizosa en su texto para La Jornada de Oriente, Santo Miguelito “bordó su propio rostro a manera de un auto homenaje, el cual no hizo en un sentido de soberbia, soliloquio o auto admiración; más bien, como forma de superar ciertos momentos personales que era necesario dejar atrás”.

Días antes de nuestra sesión, Miguel me contó que él mismo había hecho algunas fotografías de las marcas que la pérdida de peso ha dejado en su piel. Ésta, sin embargo, sería la primera vez que haría un registro con cámaras profesionales y en estudio.

Su nueva figura es sinónimo de una mejor salud pero también de estrías y otros inconvenientes que es necesario atender: los pliegues le causan sudor en exceso lo que conlleva diversas problemáticas en la piel. Por eso, necesita ahora quemar esa grasa de una forma u otra, incluso quirúrgica.

-El recurrir a una operación, ¿no sería negar todo lo que tu obra ha explorado?, le pregunto entre un disparo de cámara y otro.

-Quizá, pero la salud es primero.

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Semanas después de la sesión fotográfica, platico vía electrónica con alguien que conoce muy bien la obra de Santo Miguelito. Se trata de Luis Calvo, artista plástico y amigo del susodicho desde sus días como estudiante en la UDLAP. La primera vez que Luis trabajó de manera formal con Miguel fue durante el proyecto de tesis de este último. Atento de todo lo que hace su amigo, ahora ya bajo el título oficial de su curador, me cuenta: “Lo que he tratado de hacer con Miguel, aprovechando su cambio corporal, es que vea que tanto él -como artista-cuerpo-, como su producción pueden leerse a diversos niveles más allá de la representación literal. Para mí, las imágenes que ha propuesto así como las fotos que le tomaste en esa sesión de estudio se vuelven cíclicas. Son el mismo método y estrategia en la forma de construcción de imágenes mediante el mismo recurso: mostrar su cuerpo de forma literal, antes gordo y ahora con pliegues”.

¿Qué viene entonces para Santo Miguelito?, ¿hacia dónde lo llevarán estos nuevos caminos? ¿Cuál será la solución plástica que dará a su exploración de este cambio corporal? Tengo muchas preguntas, lo mismo que él mismo pero creo que es pronto para contestarlas. El nuevo proyecto inició formalmente hoy, 11 de enero, según el último mensaje que me escribió por Facebook. Mientras tanto, me queda el honor de haber realizado una sesión fotográfica con el único santo cholulteca que ha sido cubierto con chocolate.

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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