Lado B
No hay tele… ¿qué hacemos?
La televisión es sagrada, no por los contenidos en sí sino porque estamos acostumbrados a las imágenes desde mediados del siglo pasado.
Por Susana Sánchez Sánchez @
10 de enero, 2016
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Susana Sánchez Sánchez

[dropcap type=»1″]L[/dropcap]a televisión es sagrada, no por los contenidos en sí sino porque estamos acostumbrados a las imágenes desde mediados del siglo pasado. La misma tragicomedia del llamado apagón analógico viviríamos quienes consumimos y nos comunicamos a través de internet, es decir, si el servicio por alguna razón se detuviese, estaríamos pidiendo a gritos una solución, hasta vamos juntando unas lanas para una computadora nueva, pagar un servicio adicional de servicios de internet o invertir en un decodificador, porque ya sea para divertirnos o informarnos, nuestros ojos y oídos dependen en gran medida de los medios de comunicación masivos.

Si bien el Estado mexicano quiso verse incluyente con la repartición de televisores y/o decodificadores en las zonas con mayores índices de pobreza, ésta: la pobreza es tan avasallante que le faltaron teles y decodificadores. Precisamente esas zonas, las más vulnerables, son las que les preocupan a Estado y a las televisoras, ambos hicieron un mal cálculo y se pusieron una soga al cuello: 1) corre el rumor de que algunos decodificadores no funcionan y 2) en una de esas la gente se desespera y adquiere nuevos hábitos de consumo informativos y de entretenimiento. No voy tan lejos, hace unos días, aún en periodo vacacional, a través del noticiero local de TvAzteca, un reportero entrevistaba a algunos transeúntes y les pregunta acerca del apagón analógico y una señora decía que sí extrañaba algunos programas, pero que ahora veía películas y para informarse tenía la radio… no es la panacea, pero es esperanzador para transformar los hábitos de consumo culturales a través de los medios de comunicación.

Este apagón analógico quizás no cambie nuestra dependencia a la información y a la diversión instantánea, al discurso breve o a la imagen… aunque podríamos suplantar la telenovela o el programa de entrenamiento matutino por otra cosa, por ejemplo: Platicar con los integrantes de la casa; salir a pasear; ver una película; leer el periódico o un libro; escuchar la radio o música; apapachar al que esté junto… qué sé yo; pero si la adicción es tremenda, ojalá –estos son mis mejores deseos– que su decodificador se le descomponga pronto o si por fin se anima a contratar servicio de internet y televisión de paga, por favor, por lo que más quiera, no vea lo mismo que veía en la televisión abierta ni tampoco encienda el televisor para no sentirse tan solo o tener ruido mientras hace otra cosa.

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