Lado B
La identidad en la fotografía de Adam Wiseman
Lleva años buscando su propio estilo y espera no encontrarlo, porque "nunca deberíamos sentir que hemos llegado a nuestro destino"
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
02 de noviembre, 2015
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Foto:  Ámbar Barrera

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Ámbar Barrera

@Dra_caos

Adam Wiseman estudió cine etnográfico en Nueva York y desde los 18 años comenzó a experimentar con la fotografía en el techo del edificio donde vivía. Pasó de sus fotografías de ambientes y arquitectura, tímido del retrato y el contacto con las personas, a tomar fotos en la India, cubrir los hechos del 11 de septiembre en Nueva York, hasta contar con una beca como creador artista y hacer retratos íntimos de la identidad de personas y colectividades.

Adam Wiseman es un fotógrafo originario de la Ciudad de México que ha vivido gran parte de su vida en Estados Unidos y ha trabajado como fotógrafo documental y editorial en distintos periódicos y revistas importantes a nivel internacional. También ha realizado proyectos más personales que oscilan entre lo documental y lo artístico.

Adam Wiseman estuvo presente en el Octavo Encuentro Fotográfico llevado a cabo del pasado 26 al 30 de octubre en Puebla y Cholula. El fotógrafo colaboró en la revisión de portafolios y dio una amena charla donde platicó de su búsqueda y crecimiento como fotógrafo.

https://youtu.be/1XD9w_OHPo0

El inicio de su búsqueda

A los 18 años vivía en un barrio pesado de Nueva York, Adam fotografió la zona y aunque había un movimiento de crack muy fuerte, no se dio el valor de fotografiar eso. Apenas consideraba que empezaba a conocer el funcionamiento de su cámara y le daba pena acercarse a la gente para retratarla.

Sus primeras fotografías eran muy estéticas y experimentaban con la luz, la sombra y la composición, inspirado en algunos fotógrafos que admiraba como Henri Cartier Breson o Robert Capa.

Siguiendo el trabajo de esos fotógrafos se dio cuenta que no se trataba sólo de tomar fotografías sueltas (así como él había estado haciendo) sino de contar historias, por lo que en ese camino siguió su aprendizaje autodidacta, tratando de contar historias con fotografías de sus amigos y familia, pues seguía sin animarse a tomar a otras personas.

Su primera serie de fotografías formalmente la realizó ya estando en la ICP (International Center of Photography), una de las mejores escuelas de fotografía de Nueva York. Se trata de una serie de retratos en el metro de la ciudad.

–Lo que me gustaba del metro es que no hay espacio más público donde la gente se porta de manera totalmente íntima, como si estuvieran en sus propios baños, sin importarles quién los está viendo. El anonimato de ir en el metro, de que nadie te conoce, yo creo que es algo que permite portarse de esa manera –cuenta Adam durante su charla en el EFM.

De manera vouyerística, como él mismo lo describe, a lo largo de 2 años tomó esos retratos que se repiten en composición pero en las que varían las situaciones y los personajes.

Las anécdotas

Tiempo después, como un golpe de suerte, Adam tuvo la oportunidad de viajar a la India durante una semana. El primer día se hizo amigo de Majindra, un hombre que se convertiría en su guía, amigo y traductor en la ciudad.

Majindra le contó de un refugio para niños de la calle administrado por 2 almirantes de la naval real inglesa supuestamente en un acto de altruismo. A Adam le pareció una buena historia para documentar y en el refugio lo recibieron sin problema como fotógrafo.

Con el paso de los días descubrió ciertas cosas atroces. Algunos jóvenes que también habían estado ahí refugiados, llevaban a los niños al techo y los golpeaban con una vara, además de amenazarlos con tirarlos desde la azotea.

–Yo no sabía lo que iba a suceder pero seguía tomando fotos –cuenta Adam–. Era la primera vez que estaba en una situación incómoda y por dos razones seguía tomando fotos: por intuición y por necesidad, pero también luego me di cuenta que lo hacía por protección emocional. La cámara de alguna manera te crea una especie de barrera emocional. Entras a una zona automática y no sientes el impacto de lo que estás viviendo.

Adam también presenció y fotografió algunas situaciones en las que los dueños le pegaban a los niños o en las que se percibía cierto abuso sexual. Entonces Adam supo las dimensiones de la situación que se vivía en el refugio.

–Bajar la cámara para impedir lo que sucede no iba a evitar que al otro día no siga sucediendo. La única manera o herramienta que yo tenía era documentar.

Cuando las cosas comenzaron a ponerse tensas, los dueños le pidieron a Adam que se fuera. Majindra le confesó a Adam que lo llevó ahí con la intención que esas fotos evidenciaran el horror que vivían los niños.

Su fotorreportaje fue publicado en una revista importante de fotografía y un par de días después recibió la llamada de una mujer que le pidió los datos para investigar el caso. Dos años más tarde leyó en The Guardian sobre la investigación y que finalmente arrestaron a esos dos ingleses, que fueron condenados por cargos graves.

[pull_quote_right]El acto de retratar a alguien es un diálogo entre el fotógrafo y  la persona que está siendo retratada. Muchas veces lo que se retrata es la forma en que esa persona se quiere presentar ante ti y la identidad real profunda de esa persona no siempre se manifiesta, porque estás con tu máscara pública[/pull_quote_right]

Desde el lado social fue un trabajo de repercusiones positivas, pero desde el lado técnico Adam aún no se sentía preparado.

–Mi estilo seguía siendo muy parecido a los fotógrafos que yo admiraba pero sin ser tan bueno. Me frustraba por contar historias pero no tener el lenguaje, la habilidad o el ojo y porque no era mi manera de contar las historias.

Ante esa inquietud continuó experimentando. En ese trayecto sucedió la caída de las torres gemelas en Nueva York y Adam lo cubrió sobre unas calles a la redonda, enfocándose sobre todo en las reacciones de las personas que miraban desde lejos el suceso.

–Mi instinto era tomar fotos de la gente mirando lo que estaba pasando porque yo a través de sus caras quería descubrir lo que estaba sucediendo y como debería de actuar y sentir yo.

Dos semanas después regresó a México como lo tenía planeado desde hace tiempo. Ahí comenzó a fotografiar su entorno de manera parecida a cuando había llegado a Nueva York: redescubría su ciudad. Al final esta serie sí se convirtió en un proyecto documental llamado DF PM, que eran retratos y paisajes nocturnos del DF.

La delgada línea entre lo documental y lo artístico

Trabajando ya en fotografía editorial, Adam procuró no dejar atrás proyectos personales. Buscó becas y recibió la Beca del Sistema Nacional de Creadores del Arte para hacer su serie Moving Portraits, una serie de retratos fijos a artistas y otros personajes importantes en sus casas o áreas de trabajo que se complementan con videos de 2 minutos en los que Adam dejó la cámara encendida frente a ellos sin que lo supieran rompiendo las reglas de la fotografía documental tradicional.

La propuesta era permanecer fiel a los propósitos de la fotografía documental pero aplicando alternativamente una visión mucho más subjetiva de su parte. En los retratos Adam buscaba retratar la identidad de los personajes desde la parte más íntima.

–El acto de retratar a alguien es un diálogo entre el fotógrafo y  la persona que está siendo retratada. Muchas veces lo que se retrata es la forma en que esa persona se quiere presentar ante ti y la identidad real profunda de esa persona no siempre se manifiesta, porque estás con tu máscara pública.

Los videos resultaron las herramientas perfectas para retratarlos de esa manera que buscaba. Se notan sus movimientos y su relación con el entorno, se nota la vanidad o la profunda introspección. Son en efecto, momentos íntimos donde se muestran sinceros y sin máscaras, eso se contrasta con los retratos fijos que se hicieron posando.

En su serie posterior, llamada Tlatelolco desmentido, tenía el mismo objetivo de retratar una identidad pero desde el sentido más comunitario. Adam decidió hacerlo en Tlatelolco porque siempre ha sido un lugar que le ha interesado.

Buscando dónde enfocar sus esfuerzos, descartó las cosas que ya han sido documentadas como lo que sucedió en el 68 o en el 85 para finalmente decidirse por el edificio Chihuahua como espacio vivo.

Hizo parte a la comunidad de su proyecto. El 90% de los habitantes participó con gusto, abrieron sus casas y ayudaron con la idea que tenía Adam.

Adam realizó una especie de dibujos con la luz de las ventanas del edificio para hacer una fotografía en movimiento donde puede verse al edificio efectivamente vivo gracias a la visión detallada desde la estética y la fotografía de Adam.

Después, para reforzar el acercamiento con los vecinos, Adam retrató su identidad a través del espacio que habitaban. Los retratos son una toma del cuarto donde se encuentran sus ventanas y la identidad es dada por la decoración personal de cada espacio.

Adam dice que después de haber recorrido todo ese camino como fotógrafo, aun no siente que haya encontrado su estilo, pero espera no hacerlo, pues encontrarlo lo haría sentir cómodo y dejaría de crecer.

–Creo que nunca deberíamos complacernos. Nunca deberíamos sentir que hemos llegado a nuestro destino. Hay que retarnos siempre a nosotros mismos.

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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