Lado B
Balones, patadas y experiencias estéticas
Amado y abucheado por igual; analizado desde diversos ángulos o reducido al lugar común de “22 tipitos tras un balón” (23 si contamos al odiado árbitro), lo que es innegable es que el futbol soccer es un fenómeno cultural con presencia en las cuatro esquinas del planeta.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
02 de noviembre, 2015
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando

#LaEternaIncomprendida #ElHermosoJuegoHermoso #ArteyFutbol

[dropcap type=»1″]A[/dropcap]mado y abucheado por igual; analizado desde diversos ángulos o reducido al lugar común de “22 tipitos tras un balón” (23 si contamos al odiado árbitro), lo que es innegable es que el futbol soccer es un fenómeno cultural con presencia en las cuatro esquinas del planeta.

En el ámbito de la creación, escritores de la talla de Juan Villoro y Eduardo Galeano han tocado el tema en textos como Dios es redondo y El futbol a sol y a sombra, respectivamente. Villoro, quien juega desde hace décadas para el periodismo y la literatura, es conocido y aplaudido por sus crónicas sobre temas como la crónica misma, el rock, Disneylandia y el chile, invitándonos a la reflexión de una manera agradable y fresca. Con Dios es redondo, el escritor nos regala postales del balompié que son las “del conocedor profundo pero también las del fanático recién nacido a la locura pambolera”.

Por su parte, el uruguayo Galeano, cuyo libro Las venas abiertas de América Latina reposa en algún rincón de la Casa Blanca, utiliza al futbol y el análisis de sus hitos, mitos y elementos para dejar evidencia de la “relación que muchos intelectuales y deportistas consideran imposible: fútbol y literatura”.

Los músicos académicos también se han confesado futboleros… o al menos Enrico Chapela, compositor mexicano que jugó su primer partido en la historia de la música con Ínguesu, poema sinfónico que reproduce uno de los momentos más emblemáticos del futbol nacional: la victoria de la escuadra mexicana ante la brasileña en la final de la Copa Confederaciones de 1999.

Ínguesu, 9 minutos de sonidos que saben a 90 de pasiones, cerveza y goles.

En el terreno de las artes plásticas, dos estadounidenses hacen su aparición en esta cancha que combina arte y futbol. Primero, el siempre controvertido Andy Warhol, quien entre las figuras de la cultura popular del siglo XX que inmortalizó encontramos al brasileño Edson Arantes do Nascimento, el Rey Pelé, como parte sus serigrafías de la Athlete Series. En segundo lugar llega LeRoy Neiman, quien con su colorido y característico estilo también ha dejado su huella en el césped de este campo.

Pelé. Imagen tomada de la página tpr.org | Harrods Knightsbridge, Soccer de L. Neiman. Imagen tomada de kerrisdalegallery.com

Pelé. Imagen tomada de la página tpr.org | Harrods Knightsbridge, Soccer de L. Neiman. Imagen tomada de kerrisdalegallery.com

Los mexicanos también brillan en esto de trasladar los verdes campos, las pasiones desbordadas y la redondez de cuero infinita a obras plásticas diversas. Sin ser una lista exhaustiva, cabe destacar a tres, de generaciones muy distintas.

Ángel Zárraga[1]

Nacido en Durango el 16 de agosto de 1886, Ángel Zárraga es, a pesar de su larga y fructífera carrera, poco conocido en su propia cancha. Aunque los datos precisos de su vida y obra pasen desapercibidos a muchos, es probable que más de un fanático futbolero conozca ya sus pinturas. Para el mundial de 1986, Correos de México emitió una serie de timbres con reproducciones de algunos de sus óleos sobre el tema. Igualmente, en los muros del cuartel general del club Los Cuervos de Nuevo Toledo (Netflix, 2015- ) es posible apreciar algunas de las pinturas donde Zárraga inmortalizó a conocidos o personajes anónimos ataviados con uniformes de fútbol, eso sobre todo en la década de 1920.

AngelZarraga_sellospostales

Hijo de familia acomodada, Zárraga inició sus estudios artísticos formales en la Academia de San Carlos, donde trabó amistad con Diego Rivera. En 1904 partió a Europa donde desarrollaría la mayor parte de su carrera, razón por la cual su labor aquí no trascendió tanto como podría haber sucedido. En Francia, país que lo acogió durante más de la mitad de su vida, dejó varios murales: entre 1921 y 1926, decoró al fresco y a la encáustica, el castillo de Vert-Cœur en Chevreuse, cerca de Versalles.

Antes, de 1914 a 1918, jugó para el equipo de los cubistas, pero lo abandonó debido a que “lo encontré como un laberinto, de donde no se puede salir sino después de dar muchos rodeos y de exponer muchas teorías. El cubismo renunciaba a la expresión humana, y desde el momento que su abstracción iba en contra de las normas mismas de la vida, limitaba mis posibilidades […]. Al salir del cubismo mi deseo fue volver a conocer el cuerpo humano en sus detalles más profundos, y durante años me dediqué a los temas deportivos”[2]. A pesar de esta reflexión, durante su pertenencia a las filas del club cubista, Zárraga realizó el óleo Dimanche (domingo) (1916) donde distinguimos unos tacos y un balón.

El deporte surgido oficialmente en Inglaterra en 1863 robó su corazón desde los primeros años del siglo XX: “Ninguna terapéutica fue para mí comparable a la del estadio. Encontraba ahí a muchachos fuertes y sanos, que no pensaban en problemas, que llevaban en sí la alegría de su salud y juventud […] en las canchas verdes”, comentaba en una entrevista de 1924[3]. Deja así Ángel Zárraga un legado de obras alrededor del balompié y sus protagonistas sin nombre como en los óleos Tres futbolistas (1921), Futbolista rubia (1925-1926), Futbolista morena (1926) y Futbolistas (1928).

Gabriel Orozco

El xalapeño Gabriel Orozco es otro confeso pambolero que, desde hace un par de décadas, deambula por el mundo con el uniforme de enfant terrible del arte mexicano, marcando la pauta con su “siempre aguda visión y una interpretación insólita y poética de lo cotidiano”[4].

El acercamiento al futbol en la obra de Orozco tiene un carácter distinto al espíritu liberador y el enfoque sobre el cuerpo humano que antes le conocimos a Zárraga en este mismo campo. “La presencia recurrente de pelotas, balones o esferas [en los trabajos de Orozco] está íntimamente ligada a su historia personal, al mundo de su infancia, etapa en la que se inició la gran pasión por el futbol y el balón”, cuenta Mercedes Iturbe, directora del Museo del Palacio de Bellas Artes en 2006[5].

Pelota ponchada de 1993 es, una pieza que lo vincula de forma automática con el deporte más practicado en el globo terráqueo -lo mismo que su instalación de más de 250 balones intervenidos titulada Balones acelerados (2005). Si bien esta pelota ponchada puede ser tan solo una pelota ponchada y ya -como su caja de zapatos puede ser eso y solo eso-, al observar con cuidado ésta y otras de sus obras, su reflexión sobre la materia, las formas, el espacio y el vacío sale a relucir.

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Pelota ponchada. Imagen tomada del sitio electrónico de Cuartoscuro.

Búsqueda estética, referencia al futbol llanero, metáfora sobre la vida, la cultura mexicana o lo que cada observador quiera interpretar, más allá de esa fotografía de 40 por 50 centímetros de un balón que ha visto mejores días, la serie Atomistas de 1996 usa como base imágenes deportivas: elegantes y cadenciosas competencias de remos, interminables encuentros de críquet y, por supuesto, apasionados y veloces partidos de futbol.

En Atomistas, el futbolista colombiano Faustino Asprilla hace una aparición a partir de un recorte de periódico que Orozco reproduce en tamaño real y sobre el que colorea a mano círculos, o átomos, con áreas de distinto color. El objetivo: cancelar el movimiento de los cuerpos y de la escena completa, para luego regenerarlo. “Por supuesto esto se relaciona con los afiches constructivistas y los deportivos también”, dice el propio artista[6].

Búsqueda estética, referencia al movimiento o al constructivismo. No importa. Al final, la obra de Gabriel Orozco es arte y ya, y más que eso… como el futbol, que es solo un deporte pero es más que un deporte.

Atomistas: Asprilla (2006). Impresión de archivo digital en tres partes, laminado. 200 x 290 cms. Imagen tomada de El Universal.

Atomistas: Asprilla (2006). Impresión de archivo digital en tres partes, laminado. 200 x 290 cms. Imagen tomada de El Universal.

Betirri

Como Zárraga y Orozco, Betirri es un mexicano que vive el futbol y la vida desde canchas lejanas, en este caso las de Texas. Con sus obras en acrílico este artista de formación arquitectónica y origen poblano celebra el juego hermoso sobre el lienzo. Primero, y sobre todo, lo hace con la Futbol Series y sus imágenes de clásicos del balompié como el Chivas vs Águilas o el Barcelona vs Real Madrid pero despojando a los uniformes de cuerpos para centrar nuestra atención en la camiseta y el amor que le profesan generación tras generación de aficionados. Luego, con una serie que muestra, ahora sí, con nombre y apellido, a futbolistas mujeres como la mexicana Mónica González y la estadounidense Alex Morgan.

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Brazil vs Argentina (2009). Acrílico sobre tela. 24 x 36 pulgadas.

“Más allá de la alegría que me provoca jugar futbol y su presencia innegable en mis raíces, pinto futbol porque creo en él. Creo en su potencial y en su belleza sin límites, en su larga y reverenciada tradición y en su poder cautivador que une y mueve al mundo.

“El mundo se refiere a él como el juego hermoso, el hermoso juego. Al involucrar cada parte de tu cuerpo en un juego de futbol en un rítmico y unísono movimiento con el balón, el futbol se acerca a la práctica de una forma de arte. Un juego para todos y para cualquiera; para jugarse en cualquier lugar y en cualquier momento, logrando un efecto profundo en todos los rincones del planeta donde se practica. No importa si eres el más fuerte o el más alto o si tienes o no dinero: solo necesitas un balón y la tierra bajo tus pies”.

Laurence Le Bouhellec, crítica y académica de Historia del Arte de la UDLAP, dice
que los cuerpos de futbolistas des-individualizados de Betirri, a pesar de la ausencia de materia, llevan indelebles la marca de quien los porta, los portó y los portará “porque en cada camiseta, en cada short, en cada par de medias o en cada par de zapatos quedó inscrito un cuerpo, respira y transpira un cuerpo, vive un cuerpo. Es el cuerpo quien le proporciona a la camiseta o al short su peculiar volumetría y le da al mismo tiempo su inalterable sentido de ser […] Del cuerpo, nadie se puede deslindar; quizá y por esta misma razón, de él nacieron las utopías”[7].

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Betirri pintando Brazil vs Argentina en su estudio de Houston, Texas.

La transición entre la Futbol Series y el amor y pasión que provoca el hermoso juego hermoso, y las nuevas búsquedas estéticas y discursivas en la obra de Betirri, están representadas en el cuadro The Most Expensive (El más caro). Esta pintura que tiene como protagonistas a Cristiano Ronaldo y Gareth Bale es una reinterpretación del cuadro de Cezanne Los jugadores de cartas (1890-1895).

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En 2011, la pintura de Cezanne fue adquirida por el estado de Catar en 250 millones de dólares, convirtiéndose en la transacción de arte más cara de la historia. Dos años antes, el Real Madrid compró a Cristiano Ronaldo por 117 millones (la compra más alta en la historia en ese momento); en 2013 este récord sería superado por el mismo Real Madrid al pagar 132 millones por Gareth Bale.

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«Si tuvieras 250 millones de dólares, ¿los invertirías en una pintura o en dos jugadores para tu equipo de futbol?» Esa es la pregunta que Betirri nos hace con The Most Expensive, obra que se podrá apreciar junto con otras 29 en la exposición El hermoso juego, del 6 al 21 de noviembre de 2015 en la galería de Casa Nueve, ubicada en la 2 Norte 1205-A, en San Andrés Cholula.

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[1] Para conocer más sobre Zárraga, recomiendo los siguientes textos:
“Ángel Zárraga, pintor duranguense que traspasó las fronteras” – México Desconocido, No. 270, págs. 36 a 44, agosto de 1999, firmado por Miguel Gleason. Y Zárraga y Rescate de Ángel Zárraga, ambos de Antonio Luna Arroyo (Salvat Ciencia y Cultura Latinoamericana, 1993; y Cuadernos Populares de Pintura Mexicana Moderna, 1970, respectivamente).

[2] Extracto de una entrevista de Armando Maribona a Zárraga para el Diario de la Marina, de La Habana (1941) e incluida en el libro Rescate de Ángel Zárraga, pág. 99.

[3] Pág. 92, Rescate de Ángel Zárraga.

[4] Saúl Juárez en el libro Gabriel Orozco, editado por el Conaculta en 2006 con motivo de la exposición del mismo nombre montada en el Museo del Palacio de Bellas Artes del D.F.

[5] Óp. cit., pág. 16.

[6] Op. cit., pág. 72: “Briony Fer. Entrevista con Gabriel Orozco. Loco por Saturno”.

[7] Imágenes del hermoso juego hermoso, texto escrito a propósito de la exposición El hermoso juego hermoso de Betirri.

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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