Lado B
Repensar la ética en la educación[1] (Algunas reflexiones sobre el modelo educativo 3)
He dedicado esta columna en las dos semanas previas a la reflexión sobre el nuevo modelo educativo –aún pendiente- que deberá orientar la reforma educativa en las etapas de revisión curricular de los distintos niveles y de replanteamiento de la formación inicial y permanente de los docentes del país
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
20 de octubre, 2015
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Martín López Calva

 @M_Lopezcalva

“Desearía hablar acerca del bien. Lo que pretendo es
proporcionar una base para sus discusiones sobre el fin,
el objetivo, la meta de la educación.  ¿Por qué se educa
a la gente? Presumiblemente es por algún bien. Pero
¿Qué queremos decir con la palabra “bien”?
Esta es la pregunta que nos va a ocupar…”

Bernard Lonergan. Filosofía de la Educación, p. 59.

[dropcap type=»1″]H[/dropcap]e dedicado esta columna en las dos semanas previas a la reflexión sobre el nuevo modelo educativo –aún pendiente- que deberá orientar la reforma educativa en las etapas de revisión curricular de los distintos niveles y de replanteamiento de la formación inicial y permanente de los docentes del país, primero en lo relativo a la visión de ser humano que sustentará la formación y después en la concepción del conocimiento que deberá formularse claramente para servir como base para el trabajo didáctico y metodológico de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Dedicaremos esta semana la reflexión a la dimensión ética que tiene que ser explicitada en todo modelo educativo que pretenda ser integral y traducirse eficazmente en procesos formativos que trasciendan la mera instrucción o capacitación de los niños y los jóvenes del país.

Porque como afirma Lonergan en la cita que sirve de entrada a esta columna, se educa siempre buscando un bien para los alumnos pero el problema consiste en lo que significa la palabra bien. ¿Para qué bien vamos a educar a nuestras futuras generaciones de mexicanos? Esta es una pregunta fundamental que deberá responder el nuevo modelo educativo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) aún nos debe como parte de la reforma educativa emprendida que hasta ahora ha avanzado solamente en la condición necesaria pero nunca suficiente de organización estructural del ingreso, permanencia, promoción y en su caso remoción de los docentes y directivos a través de un Sistema Profesional de Carrera Docente.

De la misma manera que el conocimiento y la educación están inseparablemente ligados puesto que el conocimiento es el contenido que se comunica en todo proceso educativo, así también la Ética y la educación están relacionadas de manera estructural puesto que la Ética, como disciplina que se ocupa de la reflexión sobre las características y principios de la buena vida humana, es la que configura el horizonte de finalidades hacia el cual debe tender todo proceso que se pueda llamar realmente educativo.

De manera que si el conocimiento responde a la pregunta por el qué de la Educación, la Ética responde al cuestionamiento acerca del para qué de todo el proceso educativo puesto que se educa siempre para algún bien, para proporcionar un bien al educando y para aportar un bien a la sociedad y para aportar un bien a la cultura y renovarla con nuevas perspectivas acerca del bien.

La sociedad actual está en un momento especialmente crítico y esta crisis es en gran medida, de carácter ético. Se educa definitivamente por algún un bien, pero el problema actual es que no contamos con una respuesta adecuada, clara y compartida a la pregunta sobre lo que queremos decir con la palabra “bien” y al no existir esta respuesta, aún sin darse cuenta, el sistema educativo entra en crisis porque se queda sin una orientación socialmente aceptada, que trace el horizonte de sus finalidades, es decir, que contribuya a descubrir maneras concretas de responder a la pregunta ¿para qué se educa?

En el segundo de los epígrafes de este trabajo, Morin nos habla de esta crisis de finalidades de la educación planteando la necesidad de un nuevo sistema educativo, radicalmente diferente al actual. Si la ética se ocupa de la buena vida humana, es decir, de determinar los requisitos para que las personas y la humanidad toda trasciendan la mera supervivencia realizando su deseo de vivir, los resultados de la educación que hoy tenemos no son muy satisfactorios.

La educación que actual parece estar más bien sirviendo para separar, para aislar al ser humano de sí mismo, de los demás que le rodean, de la sociedad en la que vive y de la humanidad como especie, por lo que el reclamo de Morin adquiere una urgencia especial en estos tiempos de crisis-cambio-globalización que parecen ahondar cada día la brecha que separa a los humanos de los humanos, que abre un abismo cada vez mayor entre los humanos y lo humano.

¿Cómo edificar un nuevo sistema educativo basado en el espíritu de religación humana? ¿Cómo aproximarnos hoy a una respuesta adecuada a nuestros tiempos, a la pregunta de qué significa la palabra bien?

[pull_quote_right]La nueva visión debe fundarse en la idea de Axelos de la Ética como una continua problemática, como una “creadora de problemas que nos obligan a pensar”. Porque la ética que tenemos es una ética de respuestas, de certezas, de normas.[/pull_quote_right]

Toda educación es generada por una visión ética que está vigente de manera implícita o explícita en la sociedad, de manera que resulta obligado preguntarnos cuál ha sido y está siendo el papel de la ética en el campo de la educación y qué visión ética es la que predomina dentro de la sociedad actual y de qué manera esta visión está generando el sistema educativo que tenemos.

En este sentido y a la luz de un análisis general de los planes y programas de estudio se puede decir sintéticamente que por una parte, el papel de la ética ha sido y sigue siendo hoy un elemento muy secundario en el sistema educativo  y que la visión dominante es la de una ética simplificadora, sustentada en certezas y dogmáticamente transmitida: en términos de Lonergan, una ética de la ley.

La nueva visión debe fundarse en la idea de Axelos de la Ética como una continua problemática, como una “creadora de problemas que nos obligan a pensar”. Porque la ética que tenemos es una ética de respuestas, de certezas, de normas. La ética con la que contamos es la ética de los listados de debes hacer esto y no debes hacer aquello con la que los profesores, sin entender muchas veces los por qués, vamos tratando de adiestrar a  nuestros estudiantes.

La escuela nos enseña a vivir éticamente con base en determinadas respuestas correctas no importa si nuestras preguntas están equivocadas.

La educación ética que se necesita con urgencia en estos tiempos de crisis civilizatoria es precisamente la que supera el individualismo aislante que es característico de la sociedad del mercado global, para forjar una sana individualidad vinculante, abierta a los demás, que articule de manera equilibrada el deber ego-céntrico (elegir lo que conviene para la propia vida) con el deber geno-céntrico (elegir lo que honra a nuestra herencia cultural, a los nuestros), el deber socio-céntrico (elegir lo que es bueno para la sociedad) y el deber antropo-céntrico (elegir lo que conviene a la humanidad toda) generando un proyecto de vida autónomo pero plenamente inserto en la realidad del mundo y en el devenir de la humanidad como aventura compartida.

Para caminar hacia esa nueva educación ética es necesario plantear un proceso que sea al mismo tiempo educación personal y generación de sana cultura psíquica, educación ciudadana, formación cívica que trascienda los simples formalismos o la mera enseñanza  y desarrolle una conciencia de la vinculación de cada educando con su sociedad.

Esta educación ciudadana debe hacerse desde una visión planetaria, desde una perspectiva de formación de ciudadanos del mundo que sin dejar de educar en el sentido profundo de Nación, desarrolle simultáneamente la visión de Tierra-Patria.


[1] Los planteamientos de esta columna están basados en algunos fragmentos de mi conferencia: Repensar la ética en la educación y repensar la educación ética, impartida la semana pasada en el Congreso de Valores y Educación organizado por la Secretaría de Educación de Jalisco.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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