Lado B
La prosa no narrativa de Gabriel Wolfson
Be y Pies, dos historias que están y no están: dos personajes que se enfrentan desde la pluma de un escritor que gusta aún esbozar a lápiz a un extraña y borrosa conversación
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
26 de octubre, 2015
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Foto: Marlene Martínez

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Ámbar Barrera

@Dra_Caos

¿Qué es un cuento sin historia? ¿Cómo puede un relato no ser narrativo? Tal vez la respuesta está en el nuevo libro del escritor poblano Gabriel Wolfson: Be y Pies, obra de difícil clasificación que integra dos relatos que no, no son cuentos; son dos textos, dos exploraciones de la literatura que aunque advierten desde la contraportada que pueden no gustar, es posible que te atrapen.

El libro se presentó la semana pasada en Profética, y el autor fue acompañado por los escritores Rodrigo Márquez Tizano y Vivian Abenshushan.

Ésta última, Vivian Abenshushan, escritora y fundadora de Tumbona Ediciones, contó que una forma de celebrar los 10 años de la editorial fue precisamente publicando un libro que resulta, en muchos sentidos, arriesgado y anómalo.

–Desde que comenzamos la editorial hace 10 años nos propusimos crear un espacio en la editorial para la experimentación formal y especialmente un lugar que volviera a esa pregunta de qué es la literatura y qué podría llegar a ser – dice Vivian durante la presentación.

En ese sentido, los textos de Gabriel le llamaron mucho la atención a Vivian porque no podía definirlos. No son cuentos, no son novelas cortas. Vivian dice que son relatos que mezclan recursos de otros géneros literarios como la digresión o las citas que vienen del ensayo. Finalmente, definieron el texto de Gabriel como «trozos de prosa no narrativa».

–Desde muchos puntos de vista –continúa Abenshushan– interroga las convenciones del cuento, las convenciones de la narrativa y sobre todo, cierto estatuto ergonómico de la narrativa actual. Creo que hay un tipo de narrativa que se funda sobre todo en la tranquilidad y en la certeza de la trama o de la anécdota, que podríamos llamar una literatura cómoda, todo lo contrario precisamente de lo que sucede con lo que desde hace algunos años lenta y pacientemente ha estado escribiendo Gabriel.

Vivian recordó a Ronald Barthes, quien decía que las solapas de los libros no deberían contar la historia o decir de qué va el libro y que justo eso era uno de los grandes vicios de la industria editorial: reducir el libro mediante el texto de la solapa el libro a su condición más obvia, como si la literatura radicara sólo en la anécdota.

En el caso del libro de Be y Pies, la solapa, escrita por la misma Vivian, no pudo librarse del escrutinio de las librerías, quienes exigen saber claramente de qué va el libro para decidir si lo distribuyen o no, y su principal o tal vez única manera de saberlo (por la sobreabundancia de libros nuevos) es a través de lo escrito en la solapa. Sin embargo, la solapa de Be y Pies resultó en algo desconcertante para las librerías, pues dice así:

“La historia está y no está. Es decir, está pero como si no estuviera. Todo en sus relatos, como en los tribunales de Kafka, es antesala, un laberinto sembrado de desviaciones cuyo propósito es retrasar (hasta el absurdo o la locura) la llegada a un centro que se ha perdido (…) es un lenguaje que corre el riesgo de no gustar. Muy pocos escritores entre los llamados jóvenes (o incluso viejos) estarían dispuestos en esta época a semejante osadía”.

–A mi esa parte de la contraportada me encantó –dice Gabriel– Me parece precisa, reveladora de muchas cosas. Especialmente la parte donde dice que corre el riesgo de no gustar. No quiere decir que busco no gustar, pero sí que no estoy buscando gustar.

A Wolfson si le gusta leer las solapas. Él dice, a manera un poco de revelación, tal como lo hacen las contraportadas, que su libro trata de 2 relatos donde en cada uno hay un personaje principal que está en una situación o un momento incierto de sus vidas. Uno es profesor de preparatoria y el otro es reportero. Ambos rondan los 40 y tienen frente a sí un horizonte muy corto, no saben hacia dónde ira su vida y ambos tienen una plática larga y fuera de lo cotidiano con personas que no son cercanas a ellos.

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

–Acepto con mucho gusto la descripción de los relatos en cuanto a que no pasa nada en ellos porque si los viéramos como una sucesión de imágenes son dos tipos platicando, en un caso en la cárcel y en otro en una marisquería –dice Wolfson.

Rodrigo Márquez Tizano tercia en la charla, que no presentación a la usanza de mesita con mantel verde, y dice de los relatos de Wolfson que fueron hechos a la inversa respecto a cómo se estructura un cuento o una anécdota normalmente.

–(Gabriel) Empieza a construir por la forma y después la anécdota va saliendo porque ya se agotó la superposición subordinada de figuras, ya no da más y va saliendo la historia.

Wolfson dice que él no podría sentirse cómodo escribiendo de esa manera tradicional. A él le gusta la posibilidad de que si la historia existe, aparezca como sinopsis o bocetos de historias en la boca de los personajes para que el lector se pregunte de dónde vienen sus ideas o las cosas que dijo.

Aquí un fragmento del primer relato:

“No somos nada, digamos. Sobre el mantel, descolorido y limpio, con un hoyo al centro para que pase el tubo de la sombrilla, una canasta de plástico con totopos frescos y un plato con mayonesa y chipotle cuya superficie irá oscureciéndose en la medida en que nadie pruebe ni revuelva. Y el polvo, que se posará en tenedores, platos y comida, en los limones, los vasos, el menú, el servilletero, un tacto arenoso seguramente protector, piensa Jota, ha de guardarnos de cosas peores, ha de constituir el toque maestro del lugar, el sabor dizque único. Buenos pulpos en su tinta, piensa Jota, eso había, en su tinta de usted, un coctel clásico con Orangecrush, respetables empanadas de jaiba, respetable huachinango dorado pero terso, reconfortante arroz caldoso con pedacería marina, y nada de postre, en las marisquerías se sirven los peores postres de la ciudad, piensa Jota, del mundo, pasteles harinosos, crepas de utilería, o ese ansioso fósil de la fauna industrial, el chocoflán, imágenes del menú mental de Jota interrumpidas con vergüenza al recordar lo que dicta el saber canónico: la muerte quita el hambre”.

El libro de Be y Pies de Gabriel Wolfson puede adquirirse en Profética, Casa de lectura (3 sur 701).

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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