Lado B
Homofobia, la porra te saluda (III)
Una visión del "¡puto!" en la cancha, en la pluma de Pepe Flores
Por Lado B @ladobemx
08 de octubre, 2015
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Este texto fue publicado el 4 de junio del 2014 en el suplemento Reversible, y ganó el 1o lugar en la Categoría Opinión del Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo en Puebla.

Pepe Flores

@padaguan 

Primer tiempo

El estadio es un espacio catártico. Es un lugar donde la gente saca sus frustraciones, sus pasiones, enseña su lado visceral. El fútbol es una escenario de guerra simbólica entre equipos, colores y convicciones –mucho más en un Mundial, donde se exacerba el tinte nacionalista–. Podríamos decir que el fútbol está, por si mismo, marcado por la otredad; en ese sentido, no se busca sólo alentar al equipo propio, sino intimidar y sobajar al contrario.

Si se usa la palabra “puto” es por costumbre, por arraigo. Ese es el meollo. Es un término que se ha naturalizado en nuestro lenguaje, que sirve como ofensa hasta para los objetos inanimados e intangibles –como menciona el periodista deportivo Mauricio Cabrera en esta columna donde hace una apología del término–.

Sin embargo, yo coincido mucho más con la postura de Genaro Lozano y de otros analistas: que sea de uso común no la convierte en inocente. Es una palabra cuyo uso predominante posee una connotación específica, para ofender y segregar.

Hay que entender que en el imaginario del fútbol, la virilidad es un valor central, deseado. Los entrenadores piden que le entres a la bola “como hombre”, que no le pegues “como niña”. Obviamente, “que no seas puto y juegues”. Esta es la defensa que esgrimen quienes ven inofensivo el término: que significa cobardía.

Pero fallan en ver el trasfondo: que se equipara a ser puto con una ausencia de valentía que está construida socialmente por valores asociados a lo masculino: va desde el “te faltan huevos” al “aguántate como los machos”. Como si una mujer (a quien también “le faltan huevos”) o un homosexual (en su estereotipo más arcaico, el afeminado –y nótese de nuevo la dicotomía–) carecieran de la virtud de lo valiente.

En ese sentido, es una homofobia muy arraigada culturalmente hablando. Ésa es la más peligrosa porque se ha hecho invisible. Por supuesto que, como cualquier otra palabra, es susceptible de ser modificada en su significado y su interpretación está sujeta al contexto en el que se usa. Pero como señala Daniel Moreno, justificar el uso en el estadio bajo el argumento de tradición es no querer ver la viga en el ojo propio.

Esto debe abrir un debate necesario, no hacia la prohibición del uso de la palabra –que sería un camino incorrecto, como expone Antonio Martínez–, sino hacia el entendimiento de que perpetuar esta expresión tiene consecuencias inmediatas y a futuro (aunque finalmente la FIFA haya decidido desentenderse del asunto, quizá presionada por la escasa legitimidad de haber a Rusia y Catar, países con altos índices de homofobia, las siguientes Copas del Mundo).

Ante la llamada de atención, la reacción del mexicano fue la confrontación en lugar de la reflexión. Durante el juego ante Croacia, el grito no sólo se mantuvo, sino que se repitió también en los tiros de esquina y tiros libres a favor del equipo croata. Provocativo e impune, México quiere desentenderse de sí mismo: que ha adoptado un grito que insulta con lo más ofensivo que encuentra en su imaginario, la ausencia de masculinidad.

Tienen razón quienes sostienen que el grito de “puto” en el estadio no implica un acto de discriminación per se por no limitar el ejercicio de un derecho, pero tampoco es una expresión inocente; el “puto” es, en su esencia, un peyorativo de la homosexualidad como indeseable, como amenaza (inexplicable) de lo heterosexual, como antítesis de lo varonil.

Si el término ha adquirido significados como expresiones hasta de cariño (como dice Cabrera, como un sinónimo del “güey”, por ejemplo), no lo niego – pero acá hablamos de su uso en un contexto y como un acto específico. Lo otro es escaparse por la tangente.

Aunque la palabra “puto” vaya adquiriendo otras acepciones, la que defienden (la falta de valentía) está inherentemente ligada a una visión machista; una que tiene un caldo de cultivo perfecto en el fútbol. Si no, pregúntenle a Ricardo Peláez, director de selecciones nacionales, quien dijo que los jugadores de México podrían tener sexo durante el Mundial, “mientras no sea entre ellos”.

Entre broma y broma (y grito y grito), el espejo de nuestra sociedad se asoma.

Medio tiempo

El 24 de mayo, una pareja homosexual acudió a un bar a mirar la final de la Champions League entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid. Fueron humillados y agredidos física y verbalmente.  ¿La razón? El Atlético –equipo del agraviado– ganaba hasta el tiempo de compensación. Anotó el Real Madrid. Narra la nota:

“El grito de “puto, puto, puto, puto” fue más sonoro y duradero que el del gol del empate. Un grupo de entre 15 y 20 personas, la mayoría hombres aficionados del Real Madrid, se posaron alrededor de su mesa para repetir una y otra vez esa palabra. Algunos le jalaron su camiseta del Atlético, hubo otro que escupió en su vaso y quienes le lanzaron besos en tono de burla.”

La pareja terminó por ir a otro bar. “Me encontré con lo mismo —dice entre risas [el agredido]— pero los agraviados ahora no fuimos nosotros. Los gritos ahora eran contra la televisión, contra el aparato lanzaban papas a la francesa y lo que encontraban mientras gritaban ‘putoooo’ y cosas como ‘ya cogételo’. ¿Me sorprende? La verdad no, como ya te dije, vivimos en un país homofóbico.”

La pareja –según consigna la nota– pidió al portal de noticias omitir sus nombres y el sitio de los hechos.

Segundo tiempo

“Algunos argumentan que todo es culpa de la injerencista e hipócrita FIFA o, peor, de los activistas gays de Europa o Estados Unidos, que no entienden la idiosincrasia del albur mexicano”, me escribió por correo Paul Coltrin –a quien agradezco mucho su traducción– cuando me pidió permiso para reproducir mi texto en OutSports.com.

“Entre los muchísimos aspectos inquietantes de este rollo es algunos hablan como si nadie en México jamás dijera ni una sola palabra de protesta antes de que se metiera la FIFA La columna tuya y la de Genaro Lozano dan muestra de lo contrario”, me comentó.

La solicitud de Paul me hizo mirar hacia atrás. Mi primera columna al respecto data de 2011. Yo he tocado el tema de homofobia y deporte en otro par de ocasiones al menos: en agosto de 2012, a raíz de un tuit del clavadista mexicano Iván “Pollo” García; y en febrero de 2013, en una colaboración para el Huffington Post sobre cómo combatirla. (Genaro Lozano, por supuesto, ha sido mucho más insistente y constante.)

Poco ha cambiado.

Si algo logró la FIFA fue que decenas de personas escribieran su opinión en el tema y, por una semana, se discutiera enardecidamente. Sin embargo, la ausencia de sanción redujo la presión a que la FMF planteara algún cambio; y sin presión (social ni institucional) ­–como ya sostuve en mi texto en el HuffPo– no hay por dónde empezar.

Mi percepción es que mucha gente salió convencida de que éste fue un debate estéril y fortaleció el grito como algo folclórico e inocuo, parte del juego. El resultado es una apología de la expresión como algo idiosincrático y nacionalista – y como tal, inamovible y justificable.

Que ésta sea una discusión sin consecuencias sería una grave derrota. Como señala Estefanía Vela en El Universal, debe servir para que reconozcamos los matices de ciertas palabras con una carga histórica de discriminación. Pero para cambiar primero hay que reconocer y no veo una autocrítica social. Creo, por el contrario, que queda el firme convencimiento popular –casi autosugestión– que la FIFA ha incomprendido nuestra mexicanidad y la ha confundido por homofobia.

Me temo que –analogía dolorosa de nuestra historia balompédica– quizá hayamos debatido como nunca y perdido como siempre. 

Nota del autor: A finales de junio, me escribieron de la revista Gatopardo para pedirme mi opinión sobre el grito de “¡puto!” en los estadios. Aunque ya he compartido mi visión en 2011 cuando escribía en Vivir México, me gustó tanto el texto que mandé como respuesta  que lo publiqué en mi Tumblr personal (“Homofobia, la porra te saluda (II)”)

Días después, el sitio OutSports.com tradujo y publicó en inglés dicho texto (“At its core, ‘puto’ in homophobic”). Por esa razón, he decidido hacer una última versión –corregida y aumentada– para Reversible.

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Autor Lado B
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