Lado B
Vámonos, Patria a caminar
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
15 de septiembre, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Ya me cansé de llevar tus lágrimas conmigo.
Ahora quiero caminar contigo, relampagueante.
Acompañarte en tu jornada…

Otto René Castillo. Vámonos, Patria a caminar.[1]

 

[dropcap]E[/dropcap]mpecemos por decir que muy en contra de las proclamas que circularon por las redes sociales en estas semanas previas a la conmemoración de nuestra independencia, en México hay mucho que celebrar.

Continuemos diciendo que no, no se trata de celebrar al gobierno corrupto y cerrado en sí mismo ni a la partidocracia que juega este juego de complicidades para mantener privilegios evadiendo su responsabilidad política hacia los ciudadanos. No se trata de celebrar a los violentos, a la delincuencia organizada asociada con muchas autoridades de todos los niveles, ni tampoco tenemos que festejar la enorme desigualdad que sigue siendo el mayor estigma de este país que a doscientos cinco años de su nacimiento sigue sin construir una organización económica y política que brinde oportunidades a todos y que se ocupe eficientemente de que a nadie le falte lo indispensable para vivir humanamente.

Pero hagamos aquí la imprescindible distinción entre Patria, Gobierno y Partido (s) porque el antiguo –y por desgracia aún vigente- régimen nos hizo introyectar la idea de que la Patria es igual al Gobierno y que el Gobierno es igual al partido en el poder y por ello parece que es natural pensar que si tenemos un mal gobierno y un pésimo sistema de partidos entonces la Patria toda carece de cualquier elemento positivo y que entonces no hay nada que celebrar.

Las proclamas parecen ser fruto de esta falta de diferenciación y abonan a la enorme desmoralización social que se percibe en todos los espacios de la vida pública y que está llevándonos a un túnel sin salida en el que el día a día se define bajo la idea de “Sálvese quien pueda y como pueda” sin entender que este principio decadente de supervivencia del más fuerte conduce inevitablemente a que nadie se salve porque si no hay tejido social, si no hay sociedad con una alta moral –con un ánimo y un ánima fuertes- resulta imposible evitar la autodestrucción.

Una vez puesto el contexto, ahora que he señalado el problema de desmoralización que nos envuelve, nos domina y nos sigue poniendo con toda nuestra impotencia a merced de los poderosos, puedo abordar el llamado al que necesitaríamos responder.

Porque ya basta de quejas estériles y de descalificaciones mutuas, porque la polarización entre los mexicanos nos hace solamente perder fuerza y evadir nuestras propias responsabilidades.

Es momento de decir con el poeta: “Ya me cansé de llevar tus lágrimas conmigo. Ahora quiero caminar contigo …Acompañarte en tu jornada…” Es la hora de decirle a nuestra patria que estamos hartos de lamentarnos de sus dolores y cargar pasivamente el peso de sus problemas. Es tiempo de empezar a caminar juntos y acompañarla en el largo proceso que requiere construir las soluciones que cada vez son más apremiantes.

“…y vuelvo a contemplarte como eres,
una raíz creciendo hacia la luz humana
con toda la presión del pueblo en las espaldas…”

Para ello habría que descorrer el velo contaminado de la corrupción y los conflictos de intereses del gobierno y sus socios empresariales, abrir la ventana empañada de la partidocracia interesada en sus negocios y en su poder pero alejada del servicio a la sociedad y detrás de esta cortina, en el exterior de esta ventana, volver a contemplar a la nación como es, con toda su riqueza acumulada por siglos de culturas florecientes y una herencia humana que pervive a pesar de los enormes problemas del presente.

Volver a valorar a nuestra patria a partir de contemplarla como es, “una raíz creciendo hacia la luz humana…” con el enorme peso de un pueblo que trabaja de sol a sol y clama por mejores condiciones de existencia.

“¿Por qué nacieron hijos tan viles de madre cariñosa?

Así es la vida de los pueblos, amarga y dulce,
pero su lucha lo resuelve todo humanamente.
Por ello patria, van a nacerte madrugadas,
cuando el hombre revise luminosamente su pasado”.

Volver a contemplarte con tus contradicciones y oscuridades, porque de ti han nacido sin duda hijos viles que al apoderarse del poder y la riqueza y excluir a la mayoría han ido cavando el profundo pozo de la impunidad y el cinismo en que hoy sobrevivimos, muerto ya o anestesiado nuestro profundo deseo de vivir.

Superar esta visión adolescente del mundo en blanco y negro y llegar a la madurez que acepta que la vida de los pueblos es amarga y dulce, dulce y amarga pero que su búsqueda, su lucha, va hacia la solución humana de los problemas. Volver a creer en la patria, es decir, volver a creer en nuestros antepasados, en nosotros y en nuestras futuras generaciones, para recuperar la esperanza de que a México van a nacerle madrugadas cuando seamos capaces de revisar luminosamente nuestro pasado y con esa luz atrevernos a construir juntos nuestro futuro.

Descubrir lo dulce que se encierra o pasa desapercibido en este país en el que hoy domina lo amargo de las realidades de odio y de violencia. Potenciar lo dulce que pueda revertir todo lo amargo de este escenario de tormenta en que hoy vivimos encerrados como nación.

Pero por encima de todo, recuperar ese deseo de vivir que se ha perdido para asumir el compromiso de hacernos cargo de la realidad que nos ha tocado vivir, de actuar de manera responsable y no responsiva para que de esta convicción renovada de que no es posible un yo feliz sin un nosotros justo, volvamos a sacar la fuerza para luchar diariamente en clave de solidaridad y entrega generosa a una causa común, a la causa común de una nación que después de doscientos cinco años aún está por construirse.

Como afirmó John F. Kennedy en su célebre discurso, en esta celebración de la independencia nacional no se trata de gritar: ¡Viva México! Pensando en lo que la patria puede hacer por nosotros sino en todo lo que nosotros podemos hacer por nuestra patria.

De manera que más allá del gobierno, de la partidocracia, de los poderes fácticos y de la situación de desigualdad y violencia que impera en el México de hoy o más bien desde estas realidades que no nos gustan ni nos tienen satisfechos, habría que pensar en todo lo que tenemos que celebrar como nación y hacer un compromiso de servicio al bien común para decir con el poeta:

“Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.
Yo bajaré los abismos que me digas.
Yo beberé tus cálices amargos.
Yo me quedaré ciego para que tengas ojos.
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.
Yo he de morir para que tú no mueras,
para que emerja tu rostro flameando
al horizonte de cada flor que nazca de mis huesos…”


[1] Todas las citas textuales son fragmentos de esta obra del poeta guatemalteco.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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