Lado B
Un homenaje para Marcela
Una policía municipal muere cumpliendo su labor, y su pareja, otra mujer, se enfrenta a la pérdida y al problema de que su relación no esté reconocida por el Estado
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
09 de septiembre, 2015
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Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Aranzazú Ayala Martínez

@aranhera

Hace un año, después de mucho desearlo, Marcela se graduó de la academia de policía. Era 9 de septiembre de 2014. Le apasionaba su trabajo. Un sueño que nació cuando vivía en Nuevo Laredo, Tamaulipas. El 21 de agosto de este 2015 murió haciendo lo que amaba. 

Hoy hubiera hecho ya un año en el servicio, estaba a punto de ser ascendida. El 17 de agosto sufrió un accidente durante un operativo y murió. Golpe en la cabeza, muerte cerebral. A Azucena, su pareja desde hacía ya dos años, con la que compartía un departamento en el centro de Puebla, le avisaron a las ocho de la noche que había habido un accidente, que era urgente, y viajó desde Tehuacán, donde trabaja. Llegó al hospital en la capital del estado a las 11 de la noche y cuando pudo ver a su novia supo que algo no estaba bien.

Marcela Camargo Arévalo, policía municipal, tuvo un fuerte golpe en la cabeza cuando la camioneta en la que iba chocó durante un operativo en el Sector 2 de la ciudad de Puebla, al que había sido asignada. Al golpearse fue trasladada a un hospital, donde murió el 21 de agosto. En vida había hablado con su novia sobre donar sus órganos cuando muriera, por lo que en el hospital Azucena habló con dos doctoras para que se oficializara el trámite.

Al velorio de la policía de 31 años llegó mucha gente, y su novia está segura que si el entierro hubiera sido en Puebla habría llegado más, pero el cuerpo fue trasladado a Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde está una buena parte de su familia.

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Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Marcela lleva el cabello recogido y sonríe. Trae puesta una camisa de color claro y está junto a Azucena, abrazándola. Así es la foto que su novia saca del cuarto, con dos álbumes llenos de imágenes de las dos juntas y algunas de Marcela erguida y feliz, con su uniforme de la policía municipal. Todo en la sala tiene una referencia a la policía: la caja de kleenex tiene la forma de una camioneta de la policía con la leyenda “Police”, y ambas estaban juntando muñequitos y figuras de policías para ponerlas en un estante especial. Sobre la mesa de vidrio hay una suerte de taza roja que dice “te amo” y otra frase romántica, una se la regaló a la otra y sigue ahí, como recordatorio.

En un segundo piso del departamento dentro de un complejo escondido a unas calles del zócalo de la ciudad, parece que todavía vive Marcela.

Azucena entra cargando una maleta, con la voz alegre. Sube las escaleras e invita a pasar a su casa. Ya dentro se sienta en uno de los dos sillones, tranquila. Tiene una sonrisa casi permanente y una voz calmada con la que cuenta quién fue Marcela.

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Marcela quería ser policía desde que vivió en Nuevo Laredo. Allá lo intentó pero no le alcanzaba el dinero. Ella nació en Chiapas pero vivió ocho años en el norte del país y luego volvió a su estado natal y de ahí surgió la opción de vivir en Puebla, probar suerte en un nuevo lugar y dejar de estar de frontera a frontera. Llegó a la ciudad por una amiga que tenía apenas unos meses en la capital poblana, en abril de 2013, y a los pocos días de haber llegado conoció a su pareja.

Azucena cuenta que pasaron un par de meses, se reencontraron y empezaron a salir. Entró a trabajar a un Elektra donde uno de los clientes habituales era un policía, entonces su novia la animó a hacer los exámenes y así fue como entró a la academia en mayo de 2014. Se graduó el 9 de septiembre de ese mismo año y la asignaron al Sector 2, por la zona de Valsequillo, al sur de la ciudad.

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Azucena dice que no era fácil ser mujer dentro de la policía, y menos lesbiana, pero que Marcela era un ejemplo. Su comandante le cuenta que movía a la gente, que era líder natural, y por eso ya pensaban ascenderla. “Imagínate -dice Azucena- en menos de un año ya la iban a ascender, y siendo mujer.” Tampoco le importaban las maratónicas jornadas de trabajo, en las que según decían sus compañeros, “había hora de entrada pero no de salida”.

Cuando Azucena habla de su novia le cambia la cara. Mira hacia el cielo, pestañea un poco, sonríe. Recuerda cómo amaba su trabajo, cómo se entregaba. Gracias a ella conoció otra cara de la policía.

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Azucena admite que no era una relación perfecta, que tenían problemas, como todas las personas. Pero llevaban ya dos años de novias y querían que fueran muchos más, tenían planes, compartían la casa y los gastos, aunque sólo se veían los fines de semana, cuando Azucena iba a Puebla después de trabajar como psicóloga toda la semana en el sector salud en Tehuacán.

La joven de cabello negro y lentes repite que tenían muchos planes, pero que se quedaron en eso, “en planes”, dice entre un suspiro y un breve silencio. Entre ellos, que Marcela estudiara Derecho los sábados, pues no había terminado una carrera, pero quería tenerla. También consideró la posibilidad de ingresar a la Policía Federal, pero descartó la idea porque es un trabajo donde hay muchos cambios de residencia y ella ya no quería moverse. Porque ya no estaba sola, porque ella y Marcela estaban juntas.

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

A Azucena le hace feliz un supuesto homenaje al trabajo de Marcela por parte de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal (Ssptm), y la colocación de una placa con su nombre, junto a la de otros compañeros caídos. El suyo sería el único nombre de mujer.

Le dijeron que aún no hay fecha «porque el Secretario quiere estar presente», pero en la oficina de Comunicación Social de la Ssptm dijeron que la placa fue colocada en 29 de agosto , y del homenaje no saben nada.

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Para la novia de Marcela el asunto de pólizas y trámites ha sido difícil porque no tiene un papel donde oficialmente se reconozca su relación.

Azucena se pregunta, ¿qué otro reconocimiento de que estaban juntas quería, si eran una pareja estable, sus familias se conocían y todas las personas sabían que eran novias? Si salían a la calle de la mano, si no tenían ningún problema. Y aunque ella no necesitaba un papel, después del accidente se enteró que Marcela iba a proponerle matrimonio, aunque en el estado de Puebla eso hubiera sido imposible, pues se trata de un derecho negado a las parejas del mismo sexo. 

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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