Diana Edith Gómez

@Tras_lucido

Hay un diccionario completo para hablarle a los corazones rotos, pero en este siglo los músculos del desamor se mueven muy diferente, así lo entiende Girlpool, una banda de chicas que, con las palabras más simples y directas, argumentan las anécdotas sobre desaires sentimentales.

No hay una batería ni sintetizadores, ni mucho menos algún piano; su música se queda en una guitarra y un bajo, los dos manipulados por Cleo Tucker y Harmony Tividad, respectivamente. Ellas moderan sus canciones con sus poderosas letras, que bien podrían ser el soundtrack de cualquier adolescente como el de una chica de veintitantos.

Los Ángeles y la pubertad unieron al dúo entre una serie de músicos y disqueras Lo-fi, quienes impulsaron a que su vulnerabilidad se convirtiera en un canto unísono. Por su parte, los pocos arreglos en instrumentos se daban entre el romanticismo, dando como resultado una banda enteramente cursi y llena de punk.

“Blah, Blah, Blah” es la primera pieza de su trabajo debut y sin complejos demuestra estridencia y feminismo desde el punto más sincero y satírico, mientras que en la parte instrumental el bajo reluce y colorea toda la pieza.

Before the world was big es el disco que sacó la banda hace unos meses y el veredicto  sigue relleno de femineidad, tristeza y apego, pero también está la libertad en su saliva y la formación de independencia entre una mujer y otra.

Girlpool es una mujer compleja en un nuevo siglo, le canta a ella y la entiende. Su energía se contempla en sus letras y su Before the world was big es el sello que nutre su delicadeza.

Esta banda demasiado joven tiene el encanto  de ser frágil con algunos gritos de desesperación. Sus canciones pueden escucharse con la certeza de que moverán los sentimientos más vergonzosos.