La poesía no se puede traducir de un idioma a otro, pero sí se puede traducir de un lenguaje a otro. Un poema se puede volver una melodía y una rima puede entenderse como una imagen.
Para pensar en poesía visual hay que pensar el ritmo como composición, las sílabas como espacios, los significados como objetos, los versos como líneas y la luz como voz.
Mauricio Alejo monta pequeñas instalaciones para después fotografiarlas. En ellas disuelve la linealidad del tiempo, en momentos parece que lo ha congelado, en otros parece extenderlo. Este juego en la imagen ha llevado al artista a explorar el video como soporte.
La simetría juega un papel muy importante en el trabajo de Alejo. Crea espejos donde no existen, con simples ilusiones ópticas engaña al espectador para crear un dulce momento de claridad en el que nos damos cuenta que fuimos engañados.
El placer que genera en el espectador radica en el orden con objetos cotidianos que se colocan de una manera aparentemente despreocupada, pero que al mirar detenidamente atrapan en sus líneas perfectamente organizadas.
Retomando aspectos del ready made de Duchamp, anula objetos al despojarlos de su función, toma lo que yace a su alrededor y genera sentido solamente cambiando su posición. El cauteloso proceso de montaje para su posterior captura fotográfica se esconde tras de la imponente simpleza. La eficacia de su trabajo radica en el equilibrio entre la tensión y la calma. Parece que Alejo entró a la habitación en el momento justo para fotografiar un instante crítico, lo que hace olvidar que todo está montado, que todo es una simulación.