Lado B
Imaginación para la comprensión
Martha Nussbaum es tal vez la filósofa norteamericana contemporánea más reconocida y admirada en el mundo entero. Nacida en 1947 en el seno de una familia neoyorkina acomodada, estudió originalmente teatro y lenguas clásicas en la Universidad de Nueva York y se fue paulatinamente aproximando a la Filosofía, hasta obtener el doctorado en esta disciplina en la Universidad de Harvard.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
23 de junio, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva 

“El conocimiento fáctico y la lógica no alcanzan para que los ciudadanos se relacionen bien con el mundo que los rodea. La tercera capacidad del ciudadano del mundo, estrechamente vinculada con las primeras dos, es aquella que denominamos “imaginación narrativa”, es decir, la capacidad de pensar cómo sería estar en el lugar de otra persona, de interpretar con inteligencia el relato de esa persona y de entender los sentimientos, los deseos y las expectativas que podría tener esa persona…”

Martha Nussbaum. Sin fines de lucro. Pp. 131-132.

 

[dropcap]M[/dropcap]artha Nussbaum es tal vez la filósofa norteamericana contemporánea más reconocida y admirada en el mundo entero. Nacida en 1947 en el seno de una familia neoyorkina acomodada, estudió originalmente teatro y lenguas clásicas en la Universidad de Nueva York y se fue paulatinamente aproximando a la Filosofía, hasta obtener el doctorado en esta disciplina en la Universidad de Harvard, donde posteriormente fue profesora, al igual que en la Universidad de Brown. Actualmente es catedrática de Derecho y Ética en el departamento de Filosofía, dependiente de la Facultad de Derecho y Teología de la Universidad de Chicago.

Durante los años ochenta trabajó en colaboración con el economista indio Amartya Sen. De esta colaboración nació la teoría de las capacidades, que aportaría el fundamento teórico para el trabajo que llevó a Sen a obtener el premio Nobel de Economía.

Nussbaum ha hecho aportaciones muy relevantes en el tema de la ética y ha escrito además varias obras en las que plantea la relevancia de las Humanidades para la construcción de las sociedades democráticas que el mundo de hoy, encerrado en una visión centrada en el pragmatismo de la producción y el consumo, está reclamando con urgencia.

Una obra fundamental en esta línea de reflexión es Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, publicado en el 2010. En este libro, de lectura obligada para quienes trabajamos en el campo de la educación, se plantea una propuesta muy sugerente para la construcción de una educación humanizante en estos tiempos de crisis silenciosa –como la llama la autora- en la que debemos hacer explícito el dilema de una educación para la renta –la postura dominante- frente a la opción de una educación para la democracia.

En este espacio voy a referirme al capítulo 6 de esta obra, titulado: Cultivar la imaginación: la literatura y las artes.

Nussbaum parte de la premisa que se expresa en la cita con la que inicia este texto, en la que se postula que si bien el conocimiento fáctico y la lógica son importantes en todo proceso educativo, resultan insuficientes para la formación integral de los ciudadanos del mundo que requieren nuestros tiempos.

Porque esta formación ciudadana requiere necesariamente de la capacidad de comprensión de los otros como seres humanos con sentimientos, expectativas y deseos distintos a los propios y esta capacidad tiene que ser desarrollada con esfuerzo y venciendo muchos obstáculos.

En efecto, “aprender a ver a otro ser humano como una persona en lugar de como a un objeto, no es un proceso automático…” (p. 133) dice Nussbaum, desde la mera incapacidad de distinguir entre uno mismo y el otro que se da en la experiencia típica de un bebé que tiene que ir progresivamente aprendiendo a diferenciarse físicamente primero y emocional e intelectualmente después, de sus propios padres, venciendo el miedo que produce la constatación de la propia vulnerabilidad en la experiencia de estar solo, apoyándose primero en “objetos de transición” –una pequeña cobija, un muñeco de peluche- para poco a poco lograr esta distinción de forma más autónoma.

Este proceso de diferenciación del yo con respecto a la “otredad” hasta llegar a sentir un genuino interés por los demás tiene varios requisitos, según la filósofa. En primer lugar hace falta cierto grado de competencia práctica, según planteaba Rousseau, porque un niño debe aprender a hacer ciertas cosas por sí mismo para dejar de depender de la ayuda de los demás. Por otra parte, se requiere aprender a reconocer que uno no está solo en el mundo y que el control absoluto de la vida no es posible ni resulta benéfico para nosotros y para los demás.

El tercer requisito fundamental para desarrollar el genuino interés por el otro es la capacidad de imaginar cómo puede ser la experiencia de los demás.

Este requisito, es decir, el desarrollo de la imaginación empática tiene que ser educado y se desarrolla fundamentalmente a partir del juego imaginativo, que en las primeras etapas del desarrollo del bebé se juega con la ayuda de objetos de transición y recurriendo a fantasías mágicas en las que el niño controla todo lo que sucede y en etapas posteriores se organiza de acuerdo a lo que en términos de los psicólogos del aprendizaje se llama “juego temático de roles” en el que el niño se enfrenta a situaciones ficticias en las que tiene que representar el papel de otro (un doctor, una enfermera, una cajera del banco, el mesero de un restaurant, etc).

Según Winnicott, señala la autora, “el juego cumple una función importante en la formación de ciudadanía democrática…” (p. 137) puesto que “….nos enseña a ser capaces de vivir con otros sin ejercer el control…” (p. 138).

En las etapas de formación posterior a la primera infancia, la dimensión lúdica es preservada a través del arte, incluso en la etapa de vida adulta en la que se ha dejado atrás la formación escolarizada. “Winnicott considera que el rol del arte en la vida humana es alimentar y extender la capacidad de empatía…” (p. 138). Este autor detecta en la respuesta compleja de un espectador ante una obra de arte, la prolongación del gozo que encuentra el niño pequeño en los juegos y las dramatizaciones.

De manera que grandes pedagogos como Pestalozzi, Alcott y Dewey consideran que el gran aporte del arte a la formación es el fortalecimiento de los recursos emocionales e imaginativos de la personalidad, recursos indispensables para la formación de ciudadanos capaces de vivir en democracia.

Bronson Alcott destaca la inclusión en el currículo de la poesía y el teatro como elementos para el cultivo del mundo interior y de las capacidades emocionales e imaginativas de los niños.

Nussbaum destaca como aportaciones más elaboradas de un currículo que incluye las artes como elemento fundamental en la formación inicial a las escuelas experimentales de Tagore en la India y de John Dewey en los Estados Unidos, ambos en los albores del siglo XX.

Para Tagore la función primordial de las artes en la escuela era el desarrollo de la comprensión a partir de la imaginación, por lo que utilizaba el teatro y la danza como medios bien planificados para la educación que explicitara y trabajara los “puntos ciegos” de su sociedad, que en el caso concreto de la India de ese tiempo era la discriminación de la mujer.

Mientras tanto Dewey postulaba el trabajo con las artes dentro del currículo desde la misma perspectiva de formación para la democracia a partir del desarrollo de la comprensión, trascendiendo la idea de formación artística vista como Bellas Artes, con mayúscula, entendidas desde una visión culterana y de altos requerimientos económicos y de especialización.

[pull_quote_right]Como toda propuesta de innovación pedagógica, esta perspectiva de educación de la comprensión a partir de la imaginación por medio de las artes requeriría que los docentes cambien su forma de hacer las cosas. [/pull_quote_right]

Nussbaum plantea que incluso en un escenario de visión meramente empresarial, la educación que incluya esta dimensión artística y desarrolle la imaginación y la comprensión formará empleados más productivos por su flexibilidad intelectual y su capacidad de innovación.

En la parte final del artículo ella demuestra que aún en condiciones de crisis económica en la que se disminuyen los apoyos presupuestales para las actividades artísticas es posible generar, con muy pocos recursos, una educación que a partir del desarrollo de alguna actividad artística pueda aportar a la formación de ciudadanos democráticos por su capacidad de comprender a los demás a partir de la imaginación sobre sus propias expectativas, sentimientos, deseos y valores culturales. En esta parte describe detalladamente la experiencia del sistema de coros, fundado por Christopher Moore en Chicago en el año 1956, explicando claramente las contribuciones que este sistema que incluye coros escolares y barriales y un coro sinfónico, ha logrado hacer para el impulso de una ciudadanía democrática en ese contexto.

Como toda propuesta de innovación pedagógica, esta perspectiva de educación de la comprensión a partir de la imaginación por medio de las artes requeriría que los docentes cambien su forma de hacer las cosas. Para poder instrumentarla, plantea Nussbaum, “…haría falta que se instauraran grandes modificaciones en la formación de los maestros y maestras…” (p. 160).

Este es el gran reto que en el México de la reforma educativa que tiene aún muchos elementos esenciales por construir habría que tener presente. Conviene para terminar la reflexión sobre este tema, plantear la cita de Tagore que sirve de epígrafe al capítulo de Nussbaum:

“Puede que el conocimiento nos haga poderosos, pero alcanzamos la plenitud a través de la comprensión (…) Sin embargo, encontramos que esta educación en la comprensión no sólo es sistemáticamente ignorada en las escuelas, sino severamente reprimida”.

Rabindranath Tagore. «Mi escuela», 1916.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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