Lado B
Las cafeterías y los periodistas
¿Por qué los periodistas están tanto en el café? Parece una pregunta tonta, ¡cualquiera puede ir a una cafetería, sea o no periodista! La cuestión es que en la ciudad de Puebla (y seguramente en otros estados de México), seguido hay periodistas en los cafés, sobre todo a medio día o por ahí de las cinco de la tarde.
Por Susana Sánchez Sánchez @
31 de mayo, 2015
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Susana Sánchez Sánchez

[dropcap]¿P[/dropcap]or qué los periodistas están tanto en el café? Parece una pregunta tonta, ¡cualquiera puede ir a una cafetería, sea o no periodista! La cuestión es que en la ciudad de Puebla (y seguramente en otros estados de México), seguido hay periodistas en los cafés, sobre todo a medio día o por ahí de las cinco de la tarde. Están escribiendo en su computadora portátil, escuchando audios o editando fotografías, mientras mandan mensajes por celular o contestan llamadas. Son seres extraños, parecen estar muy concentrados en su computadora y, sin embargo, están muy atentos a ver quién sale, entra o pasa por el café. ¿Y eso qué?, se preguntará usted. Periodistas en un café… ¡no pues guau!

Las cafeterías han relevado un espacio clave para la construcción de las notas periodistas, ese lugar se llama redacción. La redacción es (o era para algunos) un departamento de una organización periodista, donde los periodistas llegan a escribir o a editar sus notas (foto o vídeo), de manera tranquila. Pero el acceso a internet se hizo más popular y los periodistas o fotógrafos empezaron a utilizar internet como una herramienta para poder enviar su trabajo periodístico a sus empresas, desde cualquier lugar… Bueno, casi desde cualquier lugar, porque los periodistas no se meten a todas las cafeterías.

Los cafés con conexión ilimitada a internet, son los que les interesan a los periodistas porque pueden pagar un americano, gastar entre 15 a 25 pesos (claro, puede ser más, según la bebida que ordenen) y estar en la cafetería de dos o tres horas, sin tener que acudir a un “internet” y desembolsar por hora entre 10 y 15 pesos. Ir a un café con internet ha resultado para los periodistas más práctico y económico, en vez de ir hasta las instalaciones de sus medios de comunicación, generalmente alejados del centro de la ciudad que es donde usualmente se concentran los eventos de los periodistas: ruedas de prensa, conferencias de prensa o entrevistas.

[quote_left]Las cafeterías han relevado un espacio clave para la construcción de las notas periodistas, ese lugar se llama redacción.[/quote_left]

Este desplazamiento de lugares, tiene que ver con la sociedad del desperdicio de la que hablaba Alvin Toffler en la década de los sesenta, la cual no sólo tenía que ver con tirar basura de los bienes producidos, significaba también –comenta David Harvey en su libro La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural– desechar valores, estilos de vida, relaciones estables, apego por las cosas, edificios, lugares, gente y formas de hacer y ser tradicionales.

Lo interesante de ir a una cafetería era que cada quien estaba con su café y con sus chismes. Las cafeterías eran el mundo de las conversiones; ahora, con el demandante servicio de internet por parte de sus clientes, son algo muy parecido a las oficinas de trabajo: cuando las personas no están con la computadora, están con el celular. Sepa si una está chocheando o si la sociedad va muy acelerada con el despliegue de nuevas formas de organización y de tecnologías más productivas, sin importar en qué lugar se esté.

Parece que las industrias culturales, como las periodísticas, se han especializado en la aceleración del tiempo a través de la producción y la comercialización. El trabajo cotidiano de los periodistas es un reflejo de ese mundo de producción cultural apresurado. La propia organización de trabajo, muchas veces, no les deja a los reporteros o fotógrafos un respiro para hacer lo que a ellos les gustaría: periodismo (lo que implica inversión de tiempo). Por mucha creatividad que pueda tener alguien inserto en los medios de comunicación, ésta se fermenta con los acelerados tiempos laborales y se queda almacenada o perdida en la cultura de masas serializada y repetida.

Ni hablar, a ver qué día un café tradicional (de esos que sirven para guardar silencios y beber café o practicar el arte de la conversación) tiene por nombre “Café: La oficina”.

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