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Iguales y diferentes: ¡ser humanos nos atañe a todos!
Los seres humanos somos peculiares. Independientemente de nuestra cultura, del lugar donde hayamos nacidos y el momento histórico en el que vivamos nacemos apenas siendo. Cuando irrumpimos en nuestra propia existencia no somos sino genética, sistema biológico, condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos.
Por Lado B @ladobemx
10 de mayo, 2015
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* Mtro. José Rafael de Regil Vélez

[dropcap]L[/dropcap]os seres humanos somos peculiares. Independientemente de nuestra cultura, del lugar donde hayamos nacidos y el momento histórico en el que vivamos nacemos apenas siendo. Cuando irrumpimos en nuestra propia existencia no somos sino genética, sistema biológico, condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos.

Toda persona comienza la vida siendo nadie, pero con un llamado, una invitación: caminar para irse dando ser, formándose y transformándose en el “alguien que puede ser”. Un niño, joven, un adulto no está totalmente hecho, es un “homo viator”, un ser que hace camino al andar. La persona tiene una única real finalidad: darse ser; es finalidad de sí mismo, con los demás, con los demás y para los demás, lo cual nos confiere una DIGNIDAD por encima de cualquier otro ser, pues somos los únicos que somos esencialmente finalidad, sujetos y nunca meramente medios u objetos.

Hay en lo humano libertad, capacidad de autodeterminación, de irse dando forma en medio de todos los condicionamiento existentes; capacidad de ruptura con lo que impide la humanización y de asunción de lo que la posibilitad; invitación a construirse con los demás en el mundo, en el hoy con esperanza de futuro.

Este carácter de inconclusión, carencia, y la necesidad de salir de ella para avanzar hacia quien podemos ser nos obliga a exigir lo que necesitamos para vivir, para construirnos como personas. Podemos exigir alimentación porque tenemos derecho a los nutrientes que necesitamos para existir; la misma lógica se sigue con la expresión, la movilidad, la agrupación para organizar nuestras interacciones, a las experiencias estéticas, a la justicia.

En lo anterior todos somos iguales: en el llamado a ser humanos, en el derecho a exigir lo que necesitamos para serlo, en la dignidad de ser personas, seres cuya finalidad es ser lo que pueden ser y que por ello no son mero instrumento, medio, cosa. Somos sujetos de nuestra propia historia, de nuestra sociedad, política, economía y cultura, no meros objetos al servicio del destino o de los intereses de pequeños grupos de personas que son actores de lo que suceda en el mundo, a cuya merced quedarían el resto de sus contemporáneos.

En todo lo demás somos diferentes: si bien somos iguales en que necesitamos vestir, la forma de resolverlo depende de la cultura, historia, economía, sociedad y política en la que cada quien se halle inmerso; también de los mayores o menores condicionamientos que se tengan.

Hay igualdad en la necesidad que tenemos de poder informarnos y poder expresarnos con libertad, pero somos diferentes en la información que necesitamos, incluso en las condiciones a partir de las cuales nos allegamos los datos: por constitución fisiológica, estructuración neurológica, trayecto de vida, significados culturales.

[pull_quote_right]Somos iguales y somos diferentes. Iguales en que somos dignos por estar llamados ser la finalidad de nuestra propia vida. Diferentes en la forma de serlo, en las condiciones en las cuales se vive y se va siendo humano. La vida personal y social, con sus mediaciones políticas, económicas y culturales debe permitir la tarea humanizadora. Eso nos atañe a todos: partir de la igualdad para que las diferencias sean posibilitadoras de una vida digna.[/pull_quote_right]

La lista de igualdades y diferencias puede ser tan larga como se quiera, pues abarca todas las dimensiones de lo humano.

Lo que sucede en la realidad es que la dignidad humana es vulnerada: la esclavitud, la trata de personas, los deficientes sistemas educativos, los bajos presupuestos para instrumentar políticas sociales provocan que haya millones de personas reducidas a medio para el mercado, para la empresa, para el estado, para los partidos políticos. La funcionalidad de las relaciones humanas cosifica, instrumentaliza. La posibilidad de vivir dignamente, de ser fin de sí mismo con, por y para los demás ha quedado conculcada.

Las diferencias quedan anuladas, se estandariza para reducir a las personas, se excluye y discrimina a los que no caben en la misma olla de la despersonalización en aras de las tareas que se imponen para mantener las cosas como están.

Somos iguales y somos diferentes. Iguales en que somos dignos por estar llamados ser la finalidad de nuestra propia vida. Diferentes en la forma de serlo, en las condiciones en las cuales se vive y se va siendo humano. La vida personal y social, con sus mediaciones políticas, económicas y culturales debe permitir la tarea humanizadora. Eso nos atañe a todos: partir de la igualdad para que las diferencias sean posibilitadoras de una vida digna.

Urge reenfocar lo de siempre desde esta lógica, pues cualquier otra genera exclusión, desarrollo insostenible, discriminación, injusticia, inhumanidad.

No hay espacio para la neutralidad o la indiferencia. Esta última es un asentimiento tácito de que el ser humano solo sirve si embona en una maquinaria que le es ajena en cuyo funcionamiento la igualdad queda reducida a ser una parte más que funciona o no funciona y se le deshecha.

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* El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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