Lado B
Educar para vivir II: Guiando la vida
En la columna de la semana pasada planteamos que de acuerdo al pensador francés Edgar Morin, la vía para “salvar a la humanidad, realizándola” en esta gigantesca crisis global en que hoy vivimos consiste en un doble pilotaje que implica obedecer a la vida y guiar la vida y desarrollamos algunas ideas acerca de lo que implica el primer pilotaje con relación a una escuela que eduque para vivir.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
26 de mayo, 2015
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Martín López Calva

 @M_lopezcalva

“Cuenta la leyenda que en el populoso mercado de una antiguaciudad se paseaba todas las mañanas un filósofo ecléctico, célebre observador de la naturaleza, a quien muchos se acercaban para exponerle los más peregrinos conflictos y dudas.

Cierta vez que un perro daba vueltas sobre sí mismo mordiéndose la cola ante la risa de los niños que lo rodeaban, varios preocupados mercaderes preguntaron al filósofo a qué podía obedecer todo aquel movimiento , y que si no sería algún funesto presagio.

El filósofo les explicó que al morderse la cola el perro trataba tan solo de quitarse las pulgas.

Con esto, la curiosidad general quedó satisfecha y la gente se retiró tranquila.

En otra ocasión, un domador de serpientes exhibía varias en un canasto, entre las cuales una se mordía la cola, lo que provocaba la seriedad de los niños y las risas de los adultos.

Cuando los niños preguntaron al filósofo a qué podía deberse aquello, él les respondió que la serpiente que se muerde la cola representa el infinito y el eterno retorno de personas, hechos y cosas, y que esto quieren decir las serpientes cuando se muerden la cola.

También en esa oportunidad, la gente se retiró satisfecha e igualmente tranquila.”

Augusto Monterroso. Las dos colas o el filósofo ecléctico.

 

 

[dropcap]E[/dropcap]n la columna de la semana pasada planteamos que de acuerdo al pensador francés Edgar Morin, la vía para “salvar a la humanidad, realizándola” en esta gigantesca crisis global en que hoy vivimos consiste en un doble pilotaje que implica obedecer a la vida y guiar la vida y desarrollamos algunas ideas acerca de lo que implica el primer pilotaje con relación a una escuela que eduque para vivir.

Abordemos hoy el segundo pilotaje, el de la responsabilidad humana de guiar la vida hacia su progresiva plenitud que está inseparablemente unida a la responsabilidad del primer pilotaje de obediencia a la vida.

Educar para vivir no solamente implica obedecer a la vida en términos de investigar, conocer y respetar las leyes de la naturaleza para ponerlas condiciones necesarias para la preservación de los equilibrios vitales.

Una escuela que eduque para vivir no solamente debe facilitar las condiciones para explorar, comprender y aceptar nuestro papel como especie en el dinamismo complejo del universo, sino que tiene que ir hacia la orientación de la vida en algún sentido que vayamos descubriendo y construyendo entre todos, puesto que el ser humano está a la vez arraigado a la naturaleza por su condición física, biológica y cósmica, y desarraigado de la naturaleza por su condición humana que implica la consciencia.

El dilema central en este educar para vivir en el que a partir de obedecer a la vida podamos guiar la vida es la pregunta por la posibilidad real de esta incidencia humana en el destino planetario: ¿Podemos los seres humanos incidir en la orientación de la vida, guiar la vida o todo es un eterno retorno sobre un destino circular que ya está previamente escrito?

La respuesta a esta pregunta no es propiamente un juicio de hecho verdadero y sustentado en evidencias sólidas e irrefutables, sino una apuesta razonable y responsable por las posibilidades de humanización de la humanidad que creemos que son reales y actualizables. No es un juicio de hecho sustentado en elementos irrefutables porque no hay datos duros de esta incidencia y existen en la historia elementos para pensar en este eterno retorno.

Sin embargo, se puede hacer esta apuesta razonable y responsable porque tenemos también evidencias históricas para pensar que el ser humano individual y colectivamente considerado puede efectivamente incidir de manera progresiva y siempre en términos de probabilidad, en la orientación de la vida. Esta apuesta es más necesaria viniendo de educadores porque como dice Savater en El valor de educar: “para ser educador, se requiere ser optimista” o como decía Gorostiaga: “La educación es la profesión de la esperanza”.

[pull_quote_right]La finalidad de este proyecto de libertad es la construcción progresiva de condiciones para la emergencia de elementos que hagan posible continuar el proceso de hominización del que somos parte hacia un proceso de humanización en el que estamos implicados.[/pull_quote_right]

Esta apuesta no significa ingenuidad, es decir, no consiste en pensar como prometió la modernidad en que la ciencia y la tecnología producidas por la razón humana pondrán las bases de un camino de progreso sin retorno hacia la felicidad plena. Se trata más bien, insistimos, de una apuesta razonable y responsable en el sentido de que es consciente de la mezcla inevitable entre progreso y decadencia que implica todo proceso de guía de la vida, pero que se compromete a generar ciertas condiciones de probabilidad de emergencia de un mayor progreso y de reversión paulatina de la decadencia.

Educar para vivir implica guiar la vida en el sentido de que a partir de la estructura de la vida, impresa en la naturaleza, necesitamos ir construyendo un proyecto de libertad que es un proyecto colectivo al que estamos invitados de manera irrenunciable todos los seres humanos. Este proyecto de libertad es un proyecto siempre por construir y aunque se avance tiene siempre nuevos retos. Es un proyecto que asume que la libertad no es básicamente un don o una condena sino una tarea, un desafío a enfrentar.

La finalidad de este proyecto de libertad es la construcción progresiva de condiciones para la emergencia de elementos que hagan posible continuar el proceso de hominización del que somos parte hacia un proceso de humanización en el que estamos implicados.

La estructura de este proyecto de libertad parte del reconocimiento y defensa colectiva de la dignidad de todo ser humano pasando por la construcción de criterios exigibles de justicia para lograr hacer realidad actual esta dignidad humana y poder aspirar a un proyecto de felicidad individual y colectiva. Dignidad, justicia y felicidad, en ese orden y no al revés como parece estar sucediendo en nuestra sociedad contemporánea.

Algunos componentes de la educación para vivir en este segundo vector de guiar la vida están desarrollados en un libro muy sugerente titulado La educación como acontecimiento ético. En este texto se plantean tres grandes principios para una educación que contribuya a la construcción del proyecto de libertad que aquí se propone. Estos principios son: natalidad, hospitalidad y narración.

La esencia educativa es la natalidad, porque la educación tiene que ver con la gestación recurrente de la novedad radical de lo humano. La relación pedagógica está marcada por esta natalidad humana que es constatación del límite y por ello es una relación frágil que nos lleva a la clara convicción de que la Educación no es fabricación sino acción que humaniza.

A partir de la realidad esencial de la natalidad en la educación que nos lleva a concebir el proceso educativo como el camino de gestación de nueva humanidad que no termina nunca, podemos ver con claridad que un rasgo para educar para vivir en el mundo multicultural y plural que nos toca vivir, es la hospitalidad entendida no como simple respeto a los derechos humanos del otro sino como relación desinteresada y gratuita con él, que se manifiesta en una actitud de acogida y entrega.

Finalmente, el tercer principio señalado en este libro, que puede orientar la búsqueda de una educación para vivir desde el vector de guiar la vida es la narración. Si los seres humanos definimos nuestra identidad personal no a partir de nosotros mismos sino a partir de una identidad propia que surge desde el otro y remite al otro, entonces nos encontramos con que la relación comunicativa con los demás es constitutiva de nuestro ser humano y por tanto, elemento básico en la educación. La narración debe entenderse no como simple escritura o lectura de datos sino como intercambio de experiencias con el otro que nos lleva a la posibilidad de generar significados en común.

Educar para vivir desde la perspectiva de guiar la vida requiere entonces de la comprensión y la vivencia de estos tres principios: natalidad –para entender la educación como el proceso de dar a luz nueva humanidad-, hospitalidad –para comprender la tarea educativa como relación de gratuidad y entrega- y narración –para concebir la acción educadora como un acto profundo de comunicación con los demás-, para ser capaces de transformar la rutina escolar cotidiana en una aventura diaria hacia la regeneración de la humanidad.

[quote_box_center]Esta serie de dos artículos está basada en una parte de mi artículo: “Educar para la vida obedenciendo a la vida y guiando la vida”. Revista latinoamericana de estudios educativos. año 2006. Vol. 36. no. 1-2. Centro de estudios educativos. México. La primera parte que se publicó la semana pasada en este espacio puede consultarse en este link. [/quote_box_center]

 

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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