Lado B
Alzheimer, una enfermedad silenciosa, de olvido y muerte
Las instituciones públicas no están preparadas para atender los miles de casos que habrá en México en los próximos 10 o 15 años
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
24 de mayo, 2015
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Tomada de radio.uchile.cl

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(PRIMERA DE DOS PARTES)

Ámbar Barrera

@Dra_Caos

Modesta del Carmen Merino Gómez murió a los 74 años de un paro cardiorrespiratorio después de sufrir Alzheimer durante dos años. Sin embargo, desde diez años atrás la enfermedad ya había comenzado, silenciosamente, a borrarle la conciencia.

A seis años de su muerte, su familia, que se encargó de cuidarla los últimos años de su vida, tiene la perspectiva temerosa de que el diagnóstico se repita en su futuro, por lo que sus integrantes ejercitan su mente resolviendo sopas de letras o crucigramas. También están pendientes de las señales de alerta, saben que reconocerlo a tiempo permite acceder a un tratamiento que retrasa el proceso crónico de la enfermedad.

El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa crónica que contribuye a acelerar la muerte de las neuronas, impidiendo a una persona adquirir nuevos conocimientos y a olvidar desde eventos recientes (en una etapa temprana) o actividades de la vida cotidiana como comer y vestirse hasta, finalmente, tener severos problemas para hacer por sí solos funciones biológicas básicas como deglutir.

Carmen era la mayor de 10 hermanos. Se casó y se separó siendo joven. Nunca tuvo hijos. Después vivió varios años con una mujer con la que su familia cree que pudo haber tenido una relación amorosa. Cuando su pareja murió, ella empezó a decaer, pero a los 57 años viviría su segundo aire con un trailero.

–Al principio la trataba muy bien y estábamos feliz por ella,  pero después nos dimos cuenta que se iba y desaparecía una semana o 15 días y nada más le dejaba 20 pesos. Él supo de su enfermedad, y cuando se puso más grave la cosa, se desapareció. Huyo cobardemente. Nunca se volvió a comunicar –recuerda Karla Ávila, sobrina de Carmen.

Causas desconocidas

Las causas del Alzheimer aún son desconocidas, a pesar de que los científicos han avanzado mucho en sus investigaciones y se tienen varias teorías que han ido aportando evidencia en el estudio de la enfermedad.

Eleazar Ramírez Hernández es estudiante de doctorado y se dedica a investigar el Alzheimer en el Laboratorio de Neurofarmacología de la BUAP. Él junto a todo un equipo de trabajo, dirigido por el Dr. Daniel Limón, llevan varios años haciendo ciencia básica en torno al Alzheimer y el Parkinson.

–Actualmente estamos trabajando en un modelo que permite estudiar las etapas tempranas o características tempranas de la enfermedad Alzheimer –explica Eleazar.

[quote_box_right]El gobierno y las instituciones públicas no están preparadas para atender los miles de enfermos de Alzheimer que habrá en México en los próximos 10 o 15 años, y en general, no serán capaces de atender las demandas de salud de la población mayor a 60 años que en unas tres décadas superará  en cifras a la población joven[/quote_box_right]

En ese modelo, los investigadores han tomado el fragmento de una molécula presente en el cerebro de las personas que sufren Alzheimer, llamada péptido amiloide beta. Este péptido beta es un agregado que afecta el desarrollo de la Proteína precursora amiloidea, una proteína muy importante en el proceso de la sinapsis (unión) neuronal.

El cerebro, entre otras cosas, debe encargarse de degradar esa proteína para seguir con su funcionamiento normal, sin embargo al agregarse el péptido beta, la proteína precursora se vuelve rígida y comienza a hacerse más grande y a acumularse en el cerebro, formando lo que se llaman placas neuríticas. Esto se transforma en un proceso crónico que, conforme avanza, genera un efecto tóxico que provoca la muerte neuronal.

–Esta agregación en los pacientes de Alzheimer se ha visto que tiene una implicación muy importante para el deterioro de  los procesos cognitivos como es el aprendizaje y la memoria. Este fragmento del péptido amiloide beta lo administramos en modelos roedores para desarrollar algo que asemeje a las etapas tempranas del Alzheimer.

De esta forma, los científicos pueden evaluar en el laboratorio los cambios que van sucediendo en el cerebro de las ratas para aportar más evidencias a una de las dos teorías más arraigadas respecto a la causa del Alzheimer, que en este caso incluye la agregación del péptido amiloide beta y la formación de las placas neuríticas.

–Una vez que desarrollamos el modelo de deterioro cognitivo, tratamos de evaluar fármacos o alternativas que permitan mejorar las condiciones de los animales, que les favorezcan para adquirir información que nosotros les presentamos y por lo tanto formar memorias de largo plazo y que reviertan también el daño causado por la enfermedad.

Las señales de alerta

¿Pero, qué sucede en la vida real? En el caso del laboratorio las pruebas se realizan en un estado temprano de la enfermedad, sin embargo en los centros de salud es común que no se diagnostique a tiempo, ya sea porque la persona que sufre los primeros síntomas de pérdida de memoria no busqué ayuda o porque los doctores relacionen los síntomas del paciente con demencia senil y no con Alzheimer.

Foto tomada de huffpost.com

Foto tomada de huffpost.com

A Carmen le sucedió así. Diez años antes de ir al doctor, cuando aquel péptido amiloide Beta comenzaba a agregarse en su cerebro, trabajaba ayudando en un negocio de comida que tenía su hermana Irma.

Karla, hija de Irma cuenta:

–Era el típico de que mi tía iba a la cocina y decía: ¡ay!, ¿por qué vine? ¡Ay, ya se me olvidó! Y cosas así, que ahora comprendemos que eran señales de alerta, porque digo, a todos a veces nos pasa pero con ella era muy, muy recurrente. O que ponía agua a la lumbre y se le olvidaba. Diez años después pensamos en eso y ahora sabemos que no pudimos verlos como señales por falta de información. Después se fue haciendo más grave. Decía que venía a la casa por un taco y llegaba 3 horas después diciendo que había olvidado donde estaba la casa.

Tener olvidos ocasionales no es signo de demencia o de Alzheimer, y esta es la razón, entre otras, que la enfermedad sea difícil de diagnosticar, especialmente si el sistema de salud cuenta con muy pocas herramientas para confirmarlo. Es hasta que esas situaciones de olvido, confusión y cambios de conducta se han vuelto progresivos e impactan la realización de las actividades cotidianas, que los familiares o los propios pacientes acuden al médico.

Para Carmen fue mucho tiempo después, cuando su primer diagnóstico fue demencia senil. Le mandaron tratamiento pero después de unos meses de no mejorar y, al contrario, empeorar, el diagnóstico cambió a Alzheimer. Desde ese primer diagnóstico, Carmen vivió sólo 2 años más.

–Era una receta ideal para la catástrofe, porque ella siempre fue autoempleada, entonces nunca perteneció a un seguro social, no tenía pensión, no tenía nada. Siempre fue una persona muy humilde. Tenía un departamento que ganó en un juicio y era lo único que tenía.

Solamente dos hermanas se encargaron de ayudar a Carmen mientras estuvo enferma. La familia de Irma la llevó a un médico particular, pues durante más de un año no lograron afiliarla al IMSS y en ese tiempo aún no existía el Seguro Popular.

–La persona no está consciente, no sabe lo que está pasando. El problema es básicamente para los familiares. Es muy estresante y frustrante. Ella ya se había convertido en una niña chiquita, para ella ya todos éramos su mamá o su papá. Incluso tenía ya un trastorno de brote psicótico porque llegabas y estaba con alguien hablando pero no había nadie ahí. La información que hay o lo que se ve en los medios y en las películas muestra cómo nada más se confunden o nada más no te reconocen. Creo que el hecho de que no supiera quienes éramos, para nosotros era el menor de los problemas. El mayor problema para nosotros es que no tenía acceso a un tratamiento en una institución pública y el riesgo, porque se exponía ella y exponía a los demás.

Un problema de salud pública

Tanto Eleazar Ramírez como el Dr. Limón coinciden en que el Alzheimer, así como el Parkinson, serán un problema de salud pública en el futuro.

El gobierno y las instituciones públicas no están preparadas para atender a los miles de enfermos de Alzheimer que habrá en México en los próximos 10 o 15 años, y en general, no serán capaces de atender las demandas de salud de la población mayor a 60 años que en unas tres décadas superará  en cifras a la población joven, por eso es que en el Laboratorio de Neurofarmacología de la BUAP se han estado estudiando sustancias que coadyuven en el tratamiento del Alzheimer.

–Por ejemplo, se han probado sustancias que disminuyen el llamado estrés oxidativo, que se ha asociado mucho a uno de los principales mecanismos del daño del amiloide beta, lo que a la vez puede favorecer la capacidad cognitiva. Se ha probado la Espirulina Máxima, que es un alga, así como el alliína alquilcisteína, que es un componente del ajo y lo que provoca su característico olor, entre otras alternativas como una terapia de reemplazo de estrógenos y el fragmento HC (parte no tóxica del tétanos), que se propone que puede disminuir el deterioro a través de la sobrevivencia neuronal  –dice Eleazar.

–Es increíble cómo algo como la espirulina, que ahora se vende en todos lados y tan barata, pueda ser coadyuvante de enfermedades como al Alzheimer o el Parkinson –dice el Dr. Limón mientras sostiene un frasco de espirulina en sus manos– claro, no sabemos cuánto de la sustancia activa contiene en verdad estas pastillas, pero ten por seguro que si te tomas esto diario, en 10 años podría ser la diferencia para que no sufras de estas enfermedades.

Una pequeña cantidad de espirulina cuesta en realidad unos cuantos miles de dólares, mientras que en muchas farmacias naturistas en Puebla pueden vender frascos con 300 pastillas en poco más de 100 pesos.

–Esperemos que tengan al menos un poco de la sustancia activa –confía el Dr. Limón–, es lo mejor que podemos conseguir desde nuestras casas y puede valer la pena.

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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