Lado B
Una noche en Cholula con Cyro Baptista
Se ha dicho mucho de Cyro Baptista: que es uno de los mejores percusionistas del mundo, que es a las percusiones lo que Wooten al contrabajo, que crea sus propios instrumentos con objetos que saca de la ferretería porque ningún instrumento conocido produce el sonido exacto que busca, que es uno de los maestros del jazz contemporáneo.
Por Josué Cantorán @josuedcv
24 de abril, 2015
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Virtuoso de las percusiones, apasionado del jazz, Cyro Baptista saca música de cualquier objeto. 

Josué Cantorán

@josuedcv

Se ha dicho mucho de Cyro Baptista: que es uno de los mejores percusionistas del mundo, que es a las percusiones lo que Wooten al contrabajo, que crea sus propios instrumentos con objetos que saca de la ferretería porque ningún instrumento conocido produce el sonido exacto que busca, que es uno de los maestros del jazz contemporáneo. Cuando Cyro Baptista sale al escenario colocado sobre la plaza de la ciudad más antigua de América, acompañado de los mejores jazzistas de este país, uno sabe que todo eso es verdad.

Cyro Baptista nació en Sao Paolo en 1950 pero a los treinta años cambió su residencia a los Estados Unidos, donde ha hecho una de las carreras más prominentes del jazz. Un disco con Herbie Hancock, que no es poca cosa. Colaboraciones con algunos de los músicos más sobresalientes del mundo del jazz, de la música brasilera y hasta del pop. En su currículum conviven nombres tan disímiles como el de David Byrne, el genio detrás de los Talking Heads, Brian Eno, el precursor del ambient, y los grandes exponentes del MPB como Caetano Veloso.

Si uno ve a Cyro tocar sabrá por qué lo han buscado desde Sting hasta Laurie Anderson, la viuda de Lou Reed: es el maestro de ese viejo arte de producir música a través de golpes.

El percusionista fue el encargado de cerrar la segunda noche del Festival Internacional Jazzatlán, en Cholula, donde estuvo acompañado de algunos de los mejores jazzistas de la escena mexicana: el guitarrista Todd Clouser, el pianista Mark Aanderud, el contrabajista Aarón Cruz, el baterista Gustavo Nandayapa y el vibrafonista Miguel Alzerreka.

El repertorio, dice el propio Cyro, es el resultado de poner en una “licuadora” las influencias, los talentos y las propuestas de todos los involucrados.

Pero sin duda quien sobresale es él, afianzado en sus tambores de distintos orígenes y en los instrumentos únicos que producen un gesto de admiración en el público no sólo por su apariencia sui generis sino por el excelente sonido que sale de ellos: una jícara que golpeada por una pequeña bataca saca un sonido casi electrónico; una especie de collar que parece hecho con saleros de plástico suave, es decir, una sonaja que sólo un músico como él sabría jugar correctamente.

Si bien el músico llegó a este festival a invitación de Todd Clouser, cabeza del grupo A Love Electric, reconoce que la escena mexicana debe conquistarse pues es un punto clave de internacionalización hacia el resto de América Latina.

–Como brasileño es muy importante venir a México –dice, en una breve, brevísima, entrevista con Lado B–. Es como el magneto cultural de América Latina.

Sentado en un café del portal de San Pedro Cholula, acompañado de los músicos que después estarán con él sobre el escenario, Cyro Baptista ríe, canta, lanza preguntas condescendientes como “¿sí sabes qué es el bossa nova?”. La pregunta sobre el repertorio que presentará esta noche (¿serán standards, canciones propias?) le irrita.

–Vamos a tocar música de la licuadora, ya te dije, tú piensas que estoy brincando (bromeando), es serio –dice, dando por terminada la charla.

Su falta de palabras se contrapone a su virtuosismo sobre el escenario. Ahí, la noche cholulteca cerrará con los ánimos por lo más alto: con gente de pie sobre sus sillas bailando el jazz que va hacia lo más groovy, hacia lo más bailable de Brasil, hacia lo menos solemne pero más virtuoso del jazz.

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