Lado B
Aprender sin programa
"Los colegios de jesuitas de Cataluña, en los que estudian más de 13.000 alumnos, han comenzado a implantar un nuevo modelo de enseñanza que ha eliminado asignaturas, exámenes y horarios y ha transformado las aulas en espacios de trabajo donde los niños adquieren los conocimientos haciendo proyectos conjuntos…”
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
08 de abril, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Aprender sin programa,
con errante pasión
o con atávico desvelo,
a veces con hastío,
con pavor…
Aprender lo dispar; lo paranada,
lo que otros han quemado entre exorcismos.
Aprender sin programa…
Autodidacto náufrago,
descamisado entre levitas
eruditas,
Yo que sé sino lo que sé.”

Salustiano Masó. Autodidacto.

 

[dropcap]“L[/dropcap]os colegios de jesuitas de Cataluña, en los que estudian más de 13.000 alumnos, han comenzado a implantar un nuevo modelo de enseñanza que ha eliminado asignaturas, exámenes y horarios y ha transformado las aulas en espacios de trabajo donde los niños adquieren los conocimientos haciendo proyectos conjuntos…” Esta fue la nota con la que se difundió a nivel internacional el nuevo modelo pedagógico de las escuelas de la Compañía de Jesús en Cataluña, que circuló y sigue circulando muy ampliamente por las redes sociales.

Según el diagnóstico realizado por los dirigentes de estos colegios, los alumnos actuales se aburren en las aulas tradicionales y se están progresivamente desconectando del sistema educativo que les resulta cada vez más ajeno a lo que viven cotidianamente, sobre todo a partir del sexto de primaria.

De manera que los ocho colegios jesuitas de esta región autónoma de España están haciendo la apuesta por un cambio radical en el funcionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje, innovando radicalmente la estructura curricular y los dispositivos didácticos que se aplicarán a partir del quinto año de primaria y primero de secundaria (ESO). Este experimento iniciará de manera piloto en tres de los ocho colegios y se irá ampliando progresivamente al resto.

En el nuevo modelo educativo desaparecen las clases magistrales, se desechan los pupitres, las tareas y las aulas tradicionales y se plantea un trabajo colaborativo a partir de proyectos que los estudiantes tienen que realizar en equipo.

“Para llevar a cabo el proyecto, que lleva por nombre «Horizonte 2020», los jesuitas han derribado las paredes de sus aulas y las han transformado en grandes espacios para trabajar en equipo, unas ágoras en las que hay sofás, gradas, mucha luz, colores, mesas dispuestas para trabajar en grupo y acceso a las nuevas tecnologías…” En las escuelas en que se ha iniciado el experimento, se han unido los grupos de quinto y sexto de primaria de treinta estudiantes cada uno en un solo grupo de sesenta alumnos, pero en lugar de tener un profesor para los treinta alumnos tienen ahora tres profesores para el grupo de sesenta.

El proyecto rompe además con la tradicional segmentación del conocimiento en asignaturas totalmente separadas y la distribución del tiempo en bloques marcados –según muchos críticos de la escuela tradicional, reminiscencia de las cárceles o las fábricas en las que se inspira la estructura escolar- por el toque del timbre que señala en qué momento se debe dejar de aprender Matemáticas para empezar a estudiar Ciencias o Español. «No hay asignaturas, ni horarios, al patio se sale cuando los alumnos deciden que están cansados», explica el Director General de la Fundación Jesuitas Educación (FJE) de Cataluña, Xavier Aragay.

Según el mismo funcionario, en seis meses que lleva este experimento se ha constatado que funciona y que hay mayor motivación en los estudiantes hacia su aprendizaje. El cambio es radical y existe aún uno de cada tres profesores que no está a favor de transformar las cosas.

Cuando uno lee las características de esta reforma, sobre todo si como es mi caso, trabaja en el campo de la educación tanto en la práctica como en la investigación, la pregunta que viene a la mente es: ¿En dónde está lo revolucionario de este nuevo modelo educativo? ¿Qué valor tiene que estas escuelas jesuitas estén intentando un proceso educativo radicalmente distinto al que todos estamos acostumbrados?

[pull_quote_right]En el nuevo modelo educativo desaparecen las clases magistrales, se desechan los pupitres, las tareas y las aulas tradicionales y se plantea un trabajo colaborativo a partir de proyectos que los estudiantes tienen que realizar en equipo.[/pull_quote_right]

Si uno revisa la literatura pedagógica existen muchísimos antecedentes que plantean elementos muy similares a lo que ahora están experimentando los jesuitas de Cataluña. Desde los planteamientos antiautoritarios y libertarios de Rousseau hasta los modelos de aprendizaje cooperativo, aprendizaje basado en problemas (ABP), pasando por Montessori, Freinet, Sumerhill y otros, existen múltiples propuestas para transformar la rígida realidad de las aulas hiperestructuradas e hipernormadas en espacios para la creatividad, la colaboración y el aprendizaje significativo.

De manera que el enorme valor de una propuesta como la que hemos comentado no estriba en que esté planteando elementos pedagógicos que “inventan el hilo negro” o que jamás han sido propuestos sino en que se han atrevido a dar el paso y llevar a la práctica un modelo propio que retoma propuestas de transformación de la escuela, en un contexto específico, de manera estructurada, sistemática y evaluable y respondiendo con sensibilidad al clamor cada vez más generalizado y urgente de las nuevas generaciones que expresan de mil maneras que la escuela tal como la concebimos hoy, ya no les aporta una educación que responda a sus necesidades y expectativas.

Tendemos a pensar ante propuestas de este tipo que están muy bien en países desarrollados o con “mayor cultura” que la nuestra pero que sin imposibles de realizar en nuestro país. Esto es falso. Para tener una muestra de experimentos similares que están funcionando en México, el lector puede ver el documental Maravillas en el que se da cuenta del cambio profundo en una escuela rural mexicana a partir de la instrumentación del programa de “Comunidades de aprendizaje” (o “Redes de tutoría”) por parte de CONAFE.

Desde la primera vez que conocí esta experiencia y vi el documental, me ha impactado el testimonio de alumnos, profesores y egresados de una telesecundaria de una zona con grandes carencias económicas en la que se ha logrado transformar la rutina cotidiana de simulación en la que los profesores hacen como que enseñan y los alumnos hacen como que aprenden en una comunidad auténtica de aprendizaje colaborativo en la que se rompen las fronteras entre grados escolares, asignaturas aisladas, horas de clase separadas por el toque del timbre y roles fijos de profesores que saben y alumnos que no saben.

Escuchar a un director escolar decir que de sus veinte años de experiencia docente, quince fueron años perdidos en los que no entendía la clave de la profesión y no le encontraba el gusto a educar. Ver cómo se emociona y se le quiebra la voz cuando platica sobre los logros de los estudiantes y la forma en que este cambio radical de método ha contribuido a integrar a la escuela con la comunidad es algo que realmente renueva la esperanza en que nuestra maltrecha y vilipendiada educación puede transformarse y convertirse en un factor real de transformación social.

“Aprender sin programa, con errante pasión…” Esto es lo que necesitan nuestros niños y jóvenes para que su educación escolar sea significativa y les aporte elementos para la vida compleja que tienen que enfrentar en este mundo global en que les ha tocado vivir. Esto es lo que buscan y alcanzan las propuestas de cambio radical como las de Cataluña o Presa de Maravillas. Esto es lo que requieren nuestras escuelas para salir del estado de coma en que hoy se encuentran y volverse generadoras de cambio a partir del cultivo de un conocimiento pertinente.

¿Por qué no nos atrevemos a dar el paso?

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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