Lado B
Abuso sexual de niñas, un delito que queda en familia
En la mayoría de los casos el agresor es un pariente; de 2013 a la fecha se han presentado 352 denuncias por violación de mujeres menores
Por Karen De la Torre @
30 de abril, 2015
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Karen de la Torre

@karelampia

“Mire. Mi problema ha sido desde niña, yo no tuve una niñez como la gente. Desde que cumplí  12 años y comencé a desarrollarme, mi papá me acosaba. Sólo pude terminar el cuarto año de primaria y me puso una tienda para tenerme encerrada en la casa. Me amenazó de muerte si es que me hacía un novio”, le dice Carmen a su psicoterapeuta. Ahora tiene 53 años.

Era un escenario común ver a Carmen huir de su papá cuando su mamá no estaba. La niña hasta se brincaba una barda del patio de su casa y sentada del otro lado, llorando, escuchaba cómo su agresor la amenazaba con decirle a su mamá que se había ido “a chismorrear con una amiga”, en lugar de hacer sus quehaceres.

La primera vez que se lo dijo, su mamá no le creyó. Pero la niña insistió y la mujer enfrentó a su esposo, quien la golpeó hasta bañarla en sangre y la acusó, además, de infidelidad: le dijo que Carmen no podía ser su hija, pues era demasiado güerita.

Carmen no volvió a acusar a su papá. Supo que debía enfrentarlo por su cuenta.

“Yo me acuerdo que te despertabas gritando”, “yo me acuerdo que te ponías un pantalón amarrado con una cuerda para dormir”, recordaron sus hermanos hace 5 años cuando Carmen rompió el silencio y decidió contarles el porqué del odio en contra de su papá. Aun así, sus hermanos le dijeron que “Si Dios perdonó, ¿por qué tú no?”.

Amarrarse los pantalones con una cuerda no era lo único que hacía para mantenerse “a salvo”, también dormía en medio de sus hermanos, amenazaba y exhibía a su padre. “A salvo” era para la niña “no ser penetrada”. A sus 14, despertaba en la noche con los pantalones “hasta acá”, dice mirándose las piernas, “yo ya no aguantaba más, un día le dije: mira desgraciado, si tú me llegas a tocar, no respondo, no sé si te mato o te denuncio. Me rasgaba las faldas, él no fue un buen padre. A los 15, ya no aguanté más y me agarré a golpes con él”.

Muchas veces las niñas guardamos silencio

En casa de Carmen nadie denunció y ella se dedicó a minimizarlo. Una reacción más común de lo que creemos, refiere Gilberto Islas, catedrático en la Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y director del Servicio de Atención a Víctimas de la Violencia Intra-Familiar (SAVIF), un servicio que durante 20 años ha ayudado de manera gratuita a las personas que se acercan.

“La denuncia y hacer público el abuso sexual es la primera maniobra que debe de llevarse a cabo para rehabilitar o para disminuir el abuso”, explica el profesor y agrega que cuando se trata de abuso sexual dentro de la familia, la víctima tiene que denunciarlo, de lo contrario, el ofensor seguirá haciéndolo.

Denunciar no es fácil, en inicio se debe dejar a un lado la posibilidad de que nadie lo creerá o que se señalará a la víctima como una persona malvada que inventa historias.

A decir de Gilberto Islas, “en nuestra cultura nos encontramos con casos verdaderamente aterradores, en los que las víctimas de abuso sexual denuncian el hecho con la madre, por ejemplo, y la madre no ve, no oye y no habla, y encubre a la persona”.

Hay infinidad de respuestas para un ¿por qué callamos?, el miedo y las amenazas son la razón frecuentemente. A veces las víctimas lo ven como un sacrificio para que a sus hermanos no les hagan lo mismo, o no los maten, ni a ellos ni a sus papás. Ante este panorama, menciona Felipe Guzmán, terapeuta en el SAVIF, “es mejor estar enojado a tener miedo, el miedo paraliza, el enojo moviliza”.

“Siempre necesitamos tener una persona de confianza a quien decirle todo el maltrato y abuso del cual estamos siendo víctimas, en la medida de sus posibilidades esa persona nos va a ayudar”, explica el profesor Islas.

Hay situaciones que las niñas no olvidamos

La hija de Isela creía que estaba siendo sobreprotegida, y la misma Isela se planteó la posibilidad  de ser sobreprotectora, de manera que acudió a terapias.

No lo dijo en las primeras sesiones, pero durante 40 minutos, consumida en llanto, le relató al joven profesional que tenía en frente cómo su tío tocaba su puerta de manera insistente en las noches, amenazaba, entraba en la habitación, corría tras ella y tomándola de los pies la sacaba de su escondite, entre las sábanas de su cama.

“No puedo olvidar su cara de poder”, le dijo Isela a su terapeuta. Cuando la tomaba a la fuerza, el tío de Isela hacía gestos particulares que le demostraban que en ese cuarto oscuro no había nada que pudiera derrocar su imperio autoritario, no sería el llanto ni las súplicas. Por dos años Isela fue obligada a practicarle sexo oral a su tío. Isela asegura que no fue penetrada pero ¿debería ser eso motivo de minimizar el abuso?

Las niñas denunciamos

En el año 2013, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Puebla (PGJE) registró 150 denuncias por violación sexual de niñas y adolescentes, de los 3 a los 17 años de edad. Las edades de 14 a 16 años son las que mayor número de denuncias acumularon. Al año siguiente, en el 2014, se registraron 149 denuncias. Las denuncias más frecuentes para este periodo fueron las hechas por niñas de 13 a 15 años.

[pull_quote_right]“Aquí hemos tenido casos en que, por ejemplo, la púber de 13 años, o la adolescente de 15, a pesar de que han hablado con la madre, la madre les ha dicho: tu padre es dueño de tu vida y tu padre puede hacer contigo lo que él quiera. Hay muchos padres que reclaman para sí el hecho de ser las primeras parejas sexuales de sus hijas: de desflorar”[/pull_quote_right]

De las 150 denuncias recibidas en el 2013, 81 pasaron a la etapa de averiguación previa* por violación sexual y 69 por violación equiparada**. De las 149 denuncias por violación sexual del 2014, no todas pasaron a la etapa de averiguaciones previas: son 71 las averiguaciones previas por violación sexual y 53 por violación sexual equiparada.

Hasta marzo del 2015, en la Procuraduría hay 53 averiguaciones previas por violación sexual y 17 por violación sexual equiparada.

En todos los años y en ambas clasificaciones de delitos, son las niñas de 12 a 16 las que más acumulan estos procesos.

La situación es grave: el Programa de Prevención y Atención de la Violencia Familiar y de Género, derivado del Plan Nacional de Desarrollo, no contemplaba la atención a víctimas menores de 15 años, pero “en virtud de que la demanda de atención de mujeres menores de edad se hace presente”, como lo señala Leandro Hernández Barrios, Director de Salud Pública y Vigilancia Epidemiológica, se inicia con la atención en el 2014, registrando que 99 mujeres menores de edad, recibieron atención por violencia sexual (actos consumados y no consumados).

La casa no siempre es hogar

“Aquí hemos tenido casos en que, por ejemplo, la púber de 13 años, o la adolescente de 15, a pesar de que han hablado con la madre, la madre les ha dicho: tu padre es dueño de tu vida y tu padre puede hacer contigo lo que él quiera. Hay muchos padres que reclaman para sí el hecho de ser las primeras parejas sexuales de sus hijas: de desflorar”, refiere Gilberto Islas.

El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del Estado de Puebla (DIF) atendió en el 2013 a 15 menores de edad (de 3 a 16 años), que habían sido abusadas sexualmente por algún familiar. Sólo en uno de los casos el agresor fue compañero escolar. Hasta noviembre del año pasado, se atendieron 10 casos de niñas, todas abusadas por familiares. Los mismos registros del SAVIF, reflejan una constante en los agresores: padres y primos.

También están los abuelos, como fue el caso de Andrea, una niña de 12 años, que junto con sus hermanos menores estaba sujeta cada noche al cuidado del abuelo, ya que su madre debía cubrir turnos nocturnos en el sexoservicio.

A la madre de Andrea no se le podía reprochar nada, alimentaba, vestía y calzaba a los pequeños ella sola y les ayudaba a hacer sus tareas; esa relación cercana en determinado momento, fue un buen vehículo para que Andrea se animara a decirle que su abuelo la violaba y que recientemente invitaba a sus amigos a la casa para que hicieran lo mismo a cambio de una suma de dinero.

Andrea estaba amenazada. El abuelo le aseguraba que su madre no le creería porque él era su papá. Pero las violaciones cada vez eran más agresivas, a tal grado de que los amigos del abuelo introducían objetos en su cuerpo.

La madre le creyó a la primera, y tomó cartas en el asunto: denunció al abuelo y llevó a terapia a Andrea.

No hay más que preguntar alrededor para darse cuenta de que es difícil encontrar a una chica que no haya sufrido abuso o acoso sexual, y aunque hay una larga lista de formas de afrontarlo en silencio y en soledad, entre las más frecuentes está la negación y la minimización, que incluye justificar al agresor y auto-culparse. Hablar es el único remedio en contra de la normalización de la violencia, pero implica que la víctima se reconozca como tal ante los demás y de alguna forma superarlo.

“Es posible que la situación se agrave. Al abuso sexual la misma sociedad lo minimiza y se acostumbra a vivir con él, algo que nos deshumaniza. Las personas lo único que esperan es que nunca les pase a ellos”, concluye Felipe Guzmán, psicólogo en el SAVIF.

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* La averiguación previa procede cuando se reúnen las pruebas necesarias para integrar expedientes

**Es violación equiparada el abuso sexual contra menores de 12 años o personas que no puedan resistir los ataques, además de la introducción de objetos en el recto o la vagina; los registros exhiben a menores mayores de 12 años, por lo que el abuso fue en la magnitud de las otras dos hipótesis del delito.

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Karen De la Torre
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