Lado B
Tormenta
La filósofa valenciana Adela Cortina plantea que en cuestiones de moral habría que definir las cosas en términos de alta moral o desmoralización más que desde la perspectiva de lo moral o lo inmoral. Traigo esta idea a colación porque creo sinceramente –y lo he sostenido en este espacio en otras ocasiones- que el mayor mal de la sociedad mexicana en los últimos tiempos es precisamente la desmoralización.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
17 de marzo, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Para Beto Merlo, por su valor y testimonio democrático.

“…Lo que aprendí de tu mano
no sirve para vivir.
Yo siento que mi fe se tambalea,
que la gente mala vive, Dios, mejor que yo.
Si la vida es un infierno
y el honrao vive entre lágrimas,
cuál es el bien del que vive en nombre tuyo,
limpio, puro, para qué.
Si hoy la infamia da el sendero
y el amor mata en tu nombre, Dios
lo que ha besao.
El seguirte es dar ventaja
y el amarte es sucumbir al mal.

…Demuestra una vez sola
que el traidor no vive impune, Dios,
para besarte.
Enséñame una flor que haya nacido
del esfuerzo de seguirte…
para no odiar al mundo que me desprecia
porque no aprendo a robar…

…Yo siento que mi fe se tambalea,
que la gente mala vive, Dios, mejor que yo”.

Enrique Santos Discépolo. Tormenta.

 

[dropcap]L[/dropcap]a filósofa valenciana Adela Cortina plantea que en cuestiones de moral habría que definir las cosas en términos de alta moral o desmoralización más que desde la perspectiva de lo moral o lo inmoral. Traigo esta idea  a colación porque creo sinceramente –y lo he sostenido en este espacio en otras ocasiones- que el mayor mal de la sociedad mexicana en los últimos tiempos es precisamente la desmoralización.

A fuerza de golpes de realidad y de imposiciones desde el poder, a fuerza de procesos sociales en los que la esperanza de cambio ha sido traicionada –la elección de Fox en el 2000 como momento emblemático- los mexicanos hemos ido cayendo en una especie de letargo en el que por más que se levanten voces críticas y se generen movilizaciones en las calles y campañas virales en  las redes sociales ya no creemos en las posibilidades reales de cambio, en la viabilidad de encontrar un camino de regeneración para este país deteriorado por la cadena de corrupción, impunidad y violencia.

[pull_quote_right]Muchas veces he planteado en este espacio la concepción de Gorostiaga que afirma que la Educación es la profesión de la esperanza o la postura de Savater que dice que para ser educador se requiere de optimismo. Muchas veces he intentado a través de esta líneas de enviar un mensaje de ánimo y esperanza a todos los que estamos empeñados en construir un México mejor desde la trinchera educativa.[/pull_quote_right]

Las pequeñas tormentas que se generan buscando el cambio se enfrentan a un sistema que es capaz de asimilar, desactivar, mantener en la sombra y llevar al olvido cualquier reclamo social. Las pequeñas tormentas chocan una y otra vez con la gran tormenta del mal social que caracteriza este largo ciclo de decadencia en que nos encontramos.

“…Lo que aprendí de tu mano no sirve para vivir…” podrían decir con razón todos los que han sido educados en una perspectiva de valores morales y búsqueda de realización humana. “…Yo siento que mi fe se tambalea, que la gente mala vive, Dios, mejor que yo….” Parece ser la voz de millones de mexicanos que han sido históricamente víctimas del abuso y la injusticia y siguen viendo triunfar en términos económicos y políticos a verdaderos delincuentes que pasean impunes y son incluso enaltecidos por los medios de comunicación orientados por la ganancia económica.

“…Si la vida es un infierno y el honrao vive entre lágrimas, cuál es el bien del que vive en nombre tuyo, limpio, puro, para qué….”  Pueden legítimamente reclamar hoy los millones de personas honestas y buenas que siguen viviendo en el sufrimiento y la imposible búsqueda de movilidad social, trabajando diariamente para poder simplemente sobrevivir mientras los que roban, estafan y abusan exhiben cínicamente su opulencia.

“…Enséñame una flor que haya nacido del esfuerzo de seguirte…para no odiar al mundo que me desprecia porque no aprendo a robar…” Parecen decir con desesperación todos los mexicanos de buena voluntad que intentan seguir luchando día a día con las herramientas de la honradez, el trabajo y la responsabilidad social.

“……Demuestra una vez sola que el traidor no vive impune…” podríamos decir los millones de mexicanos desmoralizados frente a los hallazgos de casas blancas, mansiones en Malinalco, viajes con toda la familia a costa del erario público y evidentes conflictos de interés de quienes nos piden “recuperar la confianza” sin considerar siquiera la posibilidad de que su renuncia a seguirnos estafando y engañando pueda ser un elemento mínimo necesario para iniciar esta recuperación.

Vivimos hoy en la tormenta que describe con amargura y genialidad poética Santos Discépolo y esta tormenta es la que nos paraliza, la que nos hace a veces perder la esperanza, pensar y sentir que nada tiene remedio.

Los acontecimientos de la semana anterior resultan muy preocupantes y contribuyen a agravar esta tormenta. Un presidente empecinado en tener cómplices incondicionales impuso a un ministro de la Suprema Corte de Justicia carente del perfil indispensable y con cuestionamientos serios sobre los conflictos de interés que implican sus cargos anteriores en el servicio público. Un gobierno federal que muestra cada vez más miedo a ser cuestionado presionó a una empresa de medios para generar un conflicto en el que se silenciara una voz crítica que representa a una parte del espectro ideológico y político del país que por cuestionable que pueda ser tiene que estar representada y tener voz pública.

En Puebla, un candidato ciudadano que no ha cometido más delito que recorrer todo su distrito para plantear a la gente sus propuestas y reunir todos los requisitos que una legislación electoral sesgada le impone a quien no quiere incorporarse a la brega democrática desde la desgastada vía de los partidos políticos fue amenazado por gente armada que entró a su domicilio.

Como afirma Jorge Zepeda Patterson: “El sistema en su conjunto se ha endurecido. Cientos de miles de firmas pidieron que no se instalara a Medina Mora en la Suprema Corte y resultaron infructuosas. Pudieron haber sido millones de firmas y habría dado lo mismo. Los que están en la cima han decidido dejar de escuchar. O para ponerlo en términos de la Plaza Tiananmen, de China, no es el momento de ponerse enfrente de los tanques, porque está claro que estos no van a detenerse”.

Muchas veces he planteado en este espacio la concepción de Gorostiaga que afirma que la Educación es la profesión de la esperanza o la postura de Savater que dice que para ser educador se requiere de optimismo. Muchas veces he intentado a través de esta líneas de enviar un mensaje de ánimo y esperanza a todos los que estamos empeñados en construir un México mejor desde la trinchera educativa.

Permítanme hoy, sucumbir a los signos de los tiempos y dejarme contagiar por la desmoralización que nos enferma socialmente. Porque también yo a veces “…siento que mi fe se tambalea, que la gente mala vive, Dios, mejor que yo”.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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