Lado B
Tejer humanidad
¿Educamos para humanizar? Fue la pregunta que definió la temática del II Congreso Nacional de la Red de Educación CIRM en el que tuve el honor de participar con la conferencia inaugural y la reflexión de cierre. Durante dos días y medio alrededor de seiscientos educadores mayoritaria pero no exclusivamente de colegios de inspiración cristiana se reunieron en Guadalajara para conocer y compartir reflexiones, experiencias y herramientas para tejer humanidad en el marco de una educación de la libertad.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
10 de marzo, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“El estado poético no podría ser considerado pues como un epifenómeno, una superestructura, una distracción de la verdadera vida humana. Es, por el contrario, el estado en el que sentimos la “verdadera vida”…Efectivamente, la verdadera vida es poética. Vivir poéticamente es vivir para vivir, y vivir para vivir es vivir poéticamente. La poesía no es ni única ni principalmente vivir de goce, nos hace acceder al goce de vivir”.

Edgar Morin. La humanidad de la humanidad.

 

[dropcap]¿[/dropcap]Educamos para humanizar? Fue la pregunta que definió la temática del II Congreso Nacional de la Red de Educación CIRM en el que tuve el honor de participar con la conferencia inaugural y la reflexión de cierre. Durante dos días y medio alrededor de seiscientos educadores mayoritaria pero no exclusivamente de colegios de inspiración cristiana se reunieron en Guadalajara para conocer y compartir reflexiones, experiencias y herramientas para tejer humanidad en el marco de una educación de la libertad.

¿Educamos para humanizar? En un mundo centrado en el consumo y el mercado, preocupado por el tener y por tanto construido sobre los cimientos de una lógica de producción-acumulación y desperdicio de bienes materiales, la respuesta parece ser negativa, salvo que compartamos la idea de que el ser humano es solamente homo economicus y vive exclusivamente de manera prosaica, realizando las tareas rutinarias que implica la lucha por sobrevivir.

¿Educamos para humanizar? En una realidad plagada de injusticia, empobrecimiento, violencia y crimen organizado, corrupción rampante, impunidad absoluta y competencia salvaje, la respuesta sería sin duda que no, a menos que tengamos por cierto que el ser humano es más humano mientras mayor poder acumule, mientras más se imponga por la fuerza sobre los demás, mientras incremente su dominio basado en el temor y la alta de respeto a la dignidad del otro.

¿La educación que tenemos humaniza a los educandos? En una sociedad en la que las escuelas, los padres de familia y los medios de comunicación parecen buscar únicamente el prestigio, la rentabilidad y el éxito, la respuesta es sin duda negativa, a menos que sigamos creyendo que la formación de profesionales exitosos que vean para solamente para sí mismos es una forma válida de humanizar a los estudiantes aunque se siga viviendo en sociedades fracasadas.

¿La educación de nuestros días contribuye a la humanización de la sociedad? En un país en el que vivimos cada vez más marcados por el miedo, inmersos en una cultura de la muerte, obligados a sobrevivir en una especie de ley de la selva disfrazada de búsqueda de superación personal, la respuesta es definitivamente no, a menos que consideremos que una sociedad humana es una especie de inmenso “reality show” en el que existen siempre ganadores y perdedores y lo que importa es el espectáculo y no el contenido del drama.

Ante esta serie de respuestas negativas se vuelve una urgencia el reto de tejer humanidad en la escuela a partir de una educación de la libertad.

Tejer humanidad significa promover las condiciones de realización del deseo profundo de vivir para vivir que tiene en su consciencia cada ser humano desde que nace pero al que muchas veces tiene que renunciar, orillado por la exigencia de sobrevivir que le impone una sociedad decadente, desorganizada como mal estructural.

Este deseo de vivir para vivir tiene que ver fundamentalmente con el irrestricto deseo de conocer el mundo en el que se vive y de autoconocerse como sujeto protagonista del drama de la humanidad. Un deseo sin restricciones en su aspiración pero limitaciones en su realización que es siempre un reto  pues entre más se conocen ciertas respuestas, mayor número de preguntas siguen emergiendo.

[pull_quote_right]Educar para tejer humanidad implica también tejernos como humanidad al realizar nuestra labor educativa, es decir, asumir también como educadores nuestra condición inacabada, imperfecta, en proceso de realización.   [/pull_quote_right]

Tiene que ver también con un deseo de elegir bien, un deseo de aprehender y realizar lo valioso en cada paso que se da, en cada decisión que se toma. Un deseo de construir una existencia valiosa y significativa a partir de una búsqueda honesta de felicidad que aprecia la belleza, la amistad, el amor, la justicia y la fraternidad como motores que dinamizan la vida humana en lo individual y lo colectivo.

Tejer humanidad implica entonces impulsar el estado poético que no es una distracción de la verdadera vida humana sino que constituye la verdadera vida humana, la que puede hacernos sentir que somos algo más que máquinas de producir y consumir, sin dejar de lado que producimos y consumimos; algo más que una especie superior de primates, sin dejar de ser una especie superior de primates.

Tejer humanidad significa promover la apertura al misterio que somos para nosotros mismos pues como afirma Morin: “No estamos solamente en una aventura desconocida. Estamos habitados por nuestro propio desconocido.”

Tejer humanidad implica caminar a tientas en un camino obscuro en el que hay una tenue luz que nos guía pero no sabemos hacia dónde nos conducirá, porque la historia es una aventura llena de asombro y de sombras, de gloria y desolación, de pequeños avances y grandes retrocesos. La historia es una aventura que no tiene un sentido predeterminado, pues es “…el término de la historia el que, retroactuando sobre su curso hasta los orígenes, podría darnos su sentido” (otra vez Morin).

Es por ello que a pesar de las aparentes y frágiles certezas sobre las que se sustenta, el acto educativo es siempre un horizonte por explorar, un camino por recorrer, un paisaje por descubrir, un desconocido que conocemos y al que nos aproximamos un paso y se aleja un paso, como la legendaria Íthaca del poema de Kavafis.

De modo que una educación que busque tejer humanidad tiene que ser una educación capaz de asumir la incertidumbre y caminar de manera flexible, siempre provisional y sujeta a revisión y corrección hacia la facilitación cada día más eficaz y pertinente de procesos de realización humana de cada educando y de construcción de un mundo propicio para la humanización de la especie humana.

Tomando prestado el término de Ricardo Peter, que habla de una ética para errantes habría que mirar la tarea de las escuelas y universidades como una “educación para errantes”, es decir, como un proceso formativo construido por seres capaces de errar, por seres imperfectos y como una realidad en movimiento, en permanente peregrinar hacia el conocimiento y la praxis de todos los elementos que constituyen ese tejer humanidad en cada tiempo y lugar, con cada persona y grupo de personas.

Educar para tejer humanidad implica también tejernos como humanidad al realizar nuestra labor educativa, es decir, asumir también como educadores nuestra condición inacabada, imperfecta, en proceso de realización. Educadores que se tejen como humanos en interacción con otros educadores en el mismo proceso, escuelas que se tejen como laboratorios de humanidad y ejemplos de convivencia solidaria y fraterna y un sistema educativo que logre ir armando un tejido coherente de humanidad que promueva humanidad.

Ese es el reto permanente, el horizonte de búsqueda, la tarea por realizar día a día, clase a clase, ciclo a ciclo y se encuentra, como dice el poeta: “tan cerca de tus manos, tan imposible como tu corazón…”.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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