Lado B
Odio al odio. Para una educación ciudadana a la altura de nuestros tiempos
En el México de hoy existe aversión a la ofensa, siempre y cuando la ofensa no esté dirigida a los políticos, a la policía, a los “periodistas vendidos”, a Televisa –por supuesto hoy a MVS- y a todos los que por activa, por pasiva o por simple suposición son parte de la “mafia en el poder”.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
24 de marzo, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“La ética para el prójimo se opone a todas las puestas en cuarentena por un grupo, a todas las puestas en un índice, a todos los anatemas, a la excomunión que excluye al desviante de la comunidad, y, en fin, al desprecio que excluye al prójimo de la especie humana. La ofensa, el desprecio, el odio excluyen: excluir la exclusión requiere aversión hacia la ofensa, odio al odio, desprecio al desprecio…“

Edgar Morin. Método VI: Ética, p. 115.

 

[dropcap]E[/dropcap]n el México de hoy existe aversión a la ofensa, siempre y cuando la ofensa no esté dirigida a los políticos, a la policía, a los “periodistas vendidos”, a Televisa –por supuesto hoy a MVS- y a todos los que por activa, por pasiva o por simple suposición son parte de la “mafia en el poder”.

En el país que vivimos es claro el desprecio al desprecio, siempre y cuando el desprecio se dirija a los pobres, a las mujeres, a los indígenas o los homosexuales, a los ancianos o a cualquier grupo vulnerable y no a los gobernantes, los militares, los ministros de culto, los creyentes de cualquier religión o a los “gringos”, a los españoles que “nos conquistaron” o a cualquier extranjero “imperialista” que viene a apoderarse de nuestra riqueza y a terminar con nuestra cultura.

La sociedad mexicana de hoy odia el odio, cuando el odio se vuelca contra los que se manifiestan en las calles, protestan contra cualquier cosa que tenga que ver con el gobierno de cualquier nivel o contra los intelectuales progresistas, esos que aunque tengan casa en las Lomas y presuman de choferes y sirvientes levantan la voz en los medios cada vez que se requieren abajofirmantes para alguna causa difícil o desesperada.

Sin embargo el discurso de odio se exhibe orgullosamente y se aplaude en los círculos más “avanzados” de nuestras élites cuando se orienta contra los llamados poderes fácticos, contra quienes tienen el poder, contra quienes de manera probada, supuesta o inventada se considera que son los malos de esta especie de película de héroes y villanos en que se ha convertido la arena política nacional, polarizada como nunca por los actores de siempre.

De la misma forma, nuestros sectores ilustrados protestan apasionadamente contra la censura, detestan cualquier clase de boicot contra la libertad de expresión para después organizar campañas para censurar a quienes se supone que censuran y armar boicots contra quienes consideran que boicotean la sagrada libertad de expresión. En esta última semana he visto incluso “listas negras” formadas por amigos de Facebook que se niegan o han olvidado boicotear al medio que tuvo la osadía de despedir a la libertad de expresión encarnada, a la única periodista libre y neutral del mundo, que venturosamente resulta ser mexicana. Me temo que pronto seré eliminado de la lista de amigos de alguno de mis contactos que cree que la censura es el medio para eliminar la censura.

[pull_quote_right]Si queremos un México realmente democrático necesitamos luchar por la auténtica justicia evitando a toda costa la simple venganza. Si queremos un país que funcione desde la visión del bien común requerimos un enorme esfuerzo para erradicar toda superioridad moral que hace que ciertos grupos se autoerijan como quienes deciden a quién se puede odiar y a quién no, a quién despreciar y a quién condenar porque desprecia, a quién discriminar porque discrimina, a quiénes censurar porque censuran.[/pull_quote_right]

En el país que vivimos se condena la burla cuando se dirige a los sectores que se consideran vulnerables o víctimas de los poderosos pero se puede celebrar la burla incluso hiriente o hasta agresiva siempre y cuando se esté uno burlando de los que se considera que se burlan de nosotros con su poder, su riqueza y su ostentación, de manera que la burla se combate con la burla, como una impotente pero al fin y al cabo dulce venganza.

En esta patria dolida y enojada se descalifica la descalificación, siempre que se descalifique a lo políticamente correcto, a lo que está del lado de las causas que no requieren ninguna evidencia para considerarse justas y legítimas, pero se puede descalificar y etiquetar a cualquiera que se atreva a sugerir algún análisis más detallado, a formular una pregunta crítica, a invitar a no quedarse con una sola versión de los hechos.

Si tú estás leyendo estas líneas y perteneces a ese sector que domina las redes sociales seguramente estás pensando que mi columna hoy está pagada para defender lo indefendible, para legitimar a los poderosos y corruptos, para defender la censura y el boicot, para hacer una apología de todo lo que tiene a la sociedad viviendo en el hartazgo y la frustración.

Tal vez consideres que este texto pretende justificar la explotación, el abuso del poder, la impunidad y la censura y que se orientará al vano intento de generar una especie de resignación colectiva disfrazada de invitación a la inclusión.

Nada más lejano de mis intenciones. Retomar el planteamiento ético de Morin que se expresa en el principio fundamental de Antelme formulado como “No excluir a nadie de la humanidad” no es intentar justificar actuaciones o situaciones injustificables ni pedir que se perdonen las acciones incorrectas, corruptas, abusivas o hasta criminales. Porque como afirma el mismo Morin: “Comprender no es justificar. La comprensión no excusa ni acusa. La comprension no conduce a la imposibilidad de juzgar, sino a la necesidad de complejizar nuestro juicio”.

Odiar el odio no significa apelar al olvido o renunciar a la demanda de justicia en el caso de los crímenes producidos por el odio como las desapariciones forzadas, los secuestros, los asesinatos, la complicidad de las autoridades con el crimen organizado, la impunidad de los poderosos que lucran con el dolor ajeno. Por el contrario, exigir justicia y reparación del daño en estos casos, requiere como base la condena a las acciones de odio, la condena al odio que por lo mismo no puede hacerse fomentando el odio, promoviendo que se odie a quienes actuaron desde el odio.

Tener aversión a la ofensa implica una exigencia inteligente, firme y comprometida de sanción a cualquier tipo de ofensa, pero esta exigencia no puede, no debe, a riesgo de desvirtuarse y perder su fuerza, basarse en nuevas ofensas contra quienes ofendieron.

Despreciar el desprecio no significa olvidar o dejar sin castigo a todos los que desprecian a otros. Por el contrario, despreciar el desprecio implica trabajar arduamente por construir un país de instituciones fuertes en las que se pueda aplicar la ley de manera clara y tajante a todos los que desprecian a los demás. Pero precisamente por eso, el trabajo de investigación y procesamiento para castigar el desprecio no puede hacerse desde el desprecio a quienes desprecian sino desde la comprensión profunda de su humanidad limitada.

Si queremos un México realmente democrático necesitamos luchar por la auténtica justicia evitando a toda costa la simple venganza. Si queremos un país que funcione desde la visión del bien común requerimos un enorme esfuerzo para erradicar toda superioridad moral que hace que ciertos grupos se autoerijan como quienes deciden a quién se puede odiar y a quién no, a quién despreciar y a quién condenar porque desprecia, a quién discriminar porque discrimina, a quiénes censurar porque censuran.

Esta es una de las claves fundamentales aunque muy delicadas de la educación ciudadana que requerimos para estar a la altura de nuestros tiempos y dejar atrás esta aparente conciencia crítica que es en realidad una nueva forma de fundamentalismo.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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