Lado B
AUGURIOS VEGETALES
Eliud Delgado
Por Lado B @ladobemx
20 de febrero, 2015
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Eliud Delgado 

 

…pero nunca pisamos la tierra,

lo civilizado es caminar sobre asfalto,

pisarlo siempre a través de la membrana de botines.

Usar neumáticos y motores,

es todavía más civilizado que mover las piernas.

Nuestro territorio es el piso colocado,

                                                                   no la tierra.

 

Un tramo de tierra es una pausa

           donde crujidos inaudibles

           cantan himnos al fuego verde,

           a la erupción de madera viva

           que lentamente quiebra cables y aceras,

           en medio de nuestra prisa

           de polímeros y combustibles.

 

Un tronco ennegrecido por el trueno

            es un recordatorio

            de la noche cuando un rayo

            nos bajó de las ramas

            y nos puso frente al primer fuego,

            ese fruto inesperado de la madera

            que alumbra todo bien y todo mal,

             y nos arrancó un alarido y germinó en palabras:

 

             las rocas se apilaron y fueron casas,

             las semillas se regaron y dieron campos de cultivo,

             las manadas se domaron y fueron ganado,

             las parvadas se encerraron en corrales,

             calzamos nuestros pies y asfaltamos la tierra.

 

Un tronco ennegrecido por el trueno             siempre fue el conjuro de creación.

 

Un tronco lleno de hormigas

es un sacrificio

de un árbol que siempre canta el soplo de palabras

y deja  que todo insecto escuche los augurios vegetales:

 

                         los troncos se trituraron y formaron papel 

                        pero las termitas harán festines en cada biblioteca del mundo.

 

Un árbol cuya raíz le hace grietas al pavimento

es un mensajero

que interrumpe nuestro caminar apresurado,

nos hace mirar su territorio invadido

y nos recuerda que todo regresa hacia su orden:

 

                        los troncos se laminaron y construyeron casas,

                        desviaron las aguas y encima les pavimentaron calles

                        pero las tormentas reclamarán los cauces de los ríos.

 

Una hilera de cipreses vigila el retorno

de nuestra carne a la tierra,

mientras esperan con paciencia y repiten:

                       

                           los bosques fueron talados para  hacer muebles

                        pero las ruinas verticales de rascacielos anidarán selvas.

 

Una rama para columpiarse

forma un gesto de plegaria al cielo:

 

             por el corazón de cada cristal de lluvia,

            por las diminutas flamas que alumbran el día,

            por el aire denso que aligera.

 

Una rama se prolonga como puente

            de la semilla hasta constelaciones

            y desde marrón a brillo de Vía Láctea.

 

Una flor

y un fruto comestible

son prodigios que recorren el puente.

Tienen la dirección de la gravedad.

 

Las ramas dicen,        mientras se dejan empujar por el viento

                                   y clavan sus espinas en brazos de jardineros

                                   que luego sangran:

                       

               así la tierra se arrancará las costras que llaman ciudades.

 

Eliud Delgado (Ciudad de México, 1984) Poeta y traductor. Estudió Letras Modernas Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus poemas han sido publicados en Punto en línea, Literal y el periódico El financiero. Se encuentra antologado en Paraíso en llamas (Literal/Secretaría de Cultura del DF, 2008), Perduración de la palabra (Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2008) y el Anuario de poesía mexicana 2008 (Fondo de Cultura Económica, 2009). Como traductor colaboró en la sección en inglés del libro y disco Xolo de Mardonio Carballo y Juan Pablo Villa (Pluralia, 2012).

 

Foto: shutterstock.com

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