Manuel Noctis

“This is my final fit,
my final bellyache…”
Radiohead, No surprises.

Todas las noches antes de dormir me siento a un costado de la cama y comienzo a pensar infinidad de cosas y situaciones. Cuando me doy cuenta ya han pasado tres o cuatro horas y decido entonces que es momento de cerrar los ojos e intentar dormir. A veces lo logro sin mayor complicación pero otras tantas esos pensamientos meditabundos continúan y me es imposible conciliar el sueño hasta muy entrada la madrugada. Cuando despierto al mediodía los ojos me arden y percibo un ligero incremento en la tonalidad de mis ojeras. Me lavo un poco la cara y los pensamientos continúan postrados frente al espejo. La rutina ejerce entonces su dominio y trabajo un poco en los pendientes que tengo que entregar. A veces como un poco, pero la mayoría de las ocasiones pierdo el apetito durante todo el día. Mi madre dice que necesito ir con un doctor, que requiero tomar vitaminas porque mi caso ya no es normal. Yo le digo que no es necesario, que estoy bien así y le muestro una ligera sonrisa en mi rostro. De vez en cuando intercedo un momento con el perro de casa, pero me enfado muy prontamente y entonces regreso al cuarto y pongo el seguro a la puerta. La música siempre me acompaña. Me he dado cuenta que últimamente mis carpetas han acumulado notas tristes y llenas de melancolía. Leo un poco, escribo de vez en cuando o divago en el computador. Nunca he sido un excelente lector ni mucho menos un erudito de las letras. En muchas ocasiones pienso qué chingados hago yo aquí en esta perra vida y me tiro en la cama. Los pensamientos rondan nuevamente mi cabeza y la intranquilidad se apodera de mi cuerpo. No hay mayor condominio mortal que la incertidumbre. Odio la incertidumbre y el cúmulo de ideas tan descabelladas que brotan por su presencia. Cuando ese sentimiento se apodera de mí entonces salgo a la sala y prendo la televisión. Busco algún programa de entretenimiento para despejarme un poco y a veces lo logro. No sé en realidad qué haría yo sin esos programas que muchas personas consideran como basura. A mí me han ayudado, así como los videojuegos también. Suelo jugar el FIFA 2014 o el Grad Thef Auto porque me gusta ir destrozando todo a mi paso. Pero en la mayoría de los casos suelo aburrirme demasiado pronto. Entonces nuevamente emprendo la lectura de algún nuevo libro. Tengo muchos libros recién iniciados en la lectura que posteriormente abandoné ante el desapego e interés en sus contenidos. Para entonces la noche habrá llegado otra vez y converso un poco con mi hermano. Pero cada quien anda en su rollo y nos silenciamos continuamente. Él ve televisión y yo divago un poco con el celular. Desde morrito he sido medio curioso y observo el andar de algunas personas en sus redes sociales. Dice el periodista Gay Talese que mientras exista la curiosidad no terminarán las historias. Pero a veces esa maldita curiosidad me ha llevado a enterarme de cosas que hubiera preferido no haberme enterado nunca jamás. Es momento de hacer ya los preparativos para ir a dormir. Bajo a la cocina por un poco de agua y me pongo la pijama. Nuevamente me siento a un costado de la cama para pensar infinidad de cosas y situaciones. Cuando me doy cuenta ya han pasado tres o cuatro horas y decido entonces que es momento de cerrar los ojos e intentar dormir, aunque sea un pequeño momento que me permita soñar y volcarme fuera de este pinche mundo.

Manuel Noctis (Morelia, Michoacán). Escritor y periodista gonzo. Director melodramático de la Revista Clarimonda. Autor del libro de crónica «De grande quiero ser periodista» (Atemporia Editorial, 2014) y los libros de cuento «What is the fucking problem?» (Tortillería Editorial, 2010) y «Dos diseñadoras indie en la cocina» (Clarimonda Drunk Ediciones, 2011). Columnista inoportuno en las revistas Silabario y Satélite Media.