Lado B
Casi dos años sin María Fernanda
Del hombre que se la llevó sólo hay un retrato hablado y ninguna pista sobre su paradero
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
08 de enero, 2015
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Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Aranzazú Ayala Martínez

@aranhera

La historia del robachicos, el señor misterioso que le ofrece dulces a los niños y los sube a su carro para llevárselos: esa leyenda urbana se convirtió en casi una fábula, un mito difuminado en el México de hoy en día donde las desapariciones se dan a manos de comandos armados o de las propias fuerzas de seguridad pública. Personas que se borran de un momento a otro entre armas, sangre y violencia. Pero en María Fernanda Hernández Arciga la leyenda revivió y se materializó: afuera de su casa, un hombre adulto, calvo y con barba de candado, le ofreció una paleta y la subió a su automóvil, un vehículo rojo con sólo la placa de adelante, y se la llevó, el 30 de marzo de 2013, hace casi dos años.

Fernanda, como le dice su papá, llevaba apenas ocho meses viviendo con sus padres y dos hermanos mayores en una casa cerca del río Atoyac, en la ciudad de Puebla, en una colonia que nació de asentamientos irregulares, con calles disparejas de polvo aplanado y casas a medio hacer. Un sábado, sábado de semana santa, sábado de gloria, la niña jugaba con su hermano mayor, Diego, afuera de la casa, casi a orillas del río. Un hombre se le acercó con el dulce y después se la llevó: según Eugenio, el papá de la niña, el hermano fue el único que vio todo. 

A casi dos años todavía no se sabe nada de la niña que está a tres meses de cumplir los seis años. El papá fue a interponer a la denuncia ante las autoridades de San Andrés Cholula, a donde pertenece la colonia Santa Cruz Buena Vista, un barrio atravesado por la Recta a Puebla, una de las principales avenidas de la ciudad que conecta a Puebla y a Cholula. La calle empinada de casas de cemento que desemboca al río, donde se llevaron a Fernanda, es invisible para los miles de autos que circulan por la vía rápida, ignorando un mundo invisible a un lado del Atoyac. Ahí, donde antes vivía la familia Hernández Arciga, también viven “los que fuman marihuana”, dice Eugenio. La fuman, la venden, cuenta, van de muchos lugares, de varios pueblos, todo tipo de personas. Quién sabe si fue uno de esos el que se llevó a su hija.

Eugenio Hernández, su papá, está sin trabajo porque se fue desde diciembre al pueblo de su esposa, a dejarla con su familia para que se curara de un fuerte padecimiento de los riñones que la tenía vomitando todo, sangrando de la nariz y dientes, débil, además de ya no tener dinero. El pueblo de la mamá de Fernanda está por Tehuacán, a dos horas de la ciudad de Puebla. Y después de llegar allá, son otras ocho horas hasta Buenavista, el pueblo escondido. Aunque el señor es de Cuetzalan lleva en la ciudad de Puebla desde los  13 años. Por acompañar a su esposa varias semanas ahora está sin trabajo, esperando encontrar algo. De lo que sea, dice, en la construcción, pintura, albañilería.

Dicen que el señor tiene cara de malo. Así. ¿Y cómo es una cara de malo? Sólo existe un retrato hablado del hombre que dicen se llevó a María Fernanda. La imagen acompaña la foto de la niña, con playera rosa y sonriendo, que circula en redes sociales. En varias redes de apoyo de búsqueda de desaparecidos, como La Alameda (@_LaAlameda), la foto de la pequeña se ve una y otra vez, diario, recordando que de la pequeña que en 2013 tenía apenas cuatro años de edad, nadie sabe nada.

[quote_box_right]En diciembre del año pasado, las organizaciones “Y quién habla por mí” y la “Fundación Nacional de Investigaciones de Niños Robados y Desaparecidos” dijeron que en todo México hay 400 mil niños y adolescentes desaparecidos, y que el tráfico de menores da al crimen organizado ganancias de alrededor de 30 mil millones de dólares. [/quote_box_right]

Los policías judiciales de la Ciudad de México estaban buscando al señor Eugenio, pero no para algo malo, explica, sino porque están ayudando también para encontrar a su hija menor. Hace poco fueron a tomarle muestras de sangre a él y a su esposa, para comparar con las bases de datos de niños. Dice que para ver a los lugares donde tienen niños, a donde los tienen, lo repite y titubea, nunca dice la palabra muertos o morgue. No la menciona mientras mira hacia el suelo, los ojos fijos en la punta de sus botas blancas puntiagudas, con manchas de pintura.

En diciembre del año pasado, las organizaciones “Y quién habla por mí” y la “Fundación Nacional de Investigaciones de Niños Robados y Desaparecidos” dijeron que en todo México hay 400 mil niños y adolescentes desaparecidos, y que el tráfico de menores da al crimen organizado ganancias de alrededor de 30 mil millones de dólares. Y dos meses antes, en octubre de 2014, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció públicamente durante una visita al país, a través de un comunicado de la relatora sobre los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, Rosa María Ortiz, que hay un crecimiento alarmante en el número de niños no localizados. Pese a ello, el Estado Mexicano no ha dado cifras oficiales de los menores desaparecidos.

A dos meses de cumplir dos años, no hay ni una pista de quién pudo haberse llevado a Fernanda, ni indicios, ni detenidos. No hay nada. Eugenio dice que va a quedarse en la casa donde ahora vive, que está a unas cuadras de donde él y su familia rentaban antes, de donde se robaron a su hija, por si lo buscan para darle pistas o información.

Tan sólo en 2013, de acuerdo a la solicitud de información de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Puebla (PGJ) con folio 00208314, con fecha del 10 de junio de 2014, desaparecieron un total de 200 menores de edad, de los cuales 75 seguían sin ser localizados. Y tan sólo de enero a junio del año pasado, fueron reportados como desaparecidos 211 menores, de los cuales todavía 101 seguían extraviados. María Fernanda es uno de ellos. 

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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