Lado B
En la escuela de la esperanza
Los acontecimientos vividos en México con la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa nos producen enojo y heridas difíciles de sanar en un futuro cercano. A ello se une la violencia desatada en todo el planeta. En este contexto la esperanza se marchita y el caminar se hace lento en medio del dolor y del sufrimiento.
Por Lado B @ladobemx
04 de noviembre, 2014
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* Dra. Belén Castaño Corvo

Los acontecimientos vividos en México con la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa nos producen enojo y heridas difíciles de sanar en un futuro cercano. A ello se une la violencia desatada en todo el planeta. En este contexto la esperanza se marchita y el caminar se hace lento en medio del dolor y del sufrimiento. ¿Cómo consolar a tanto ser humano oprimido por la tragedia y el sinsentido de una vida teñida de sangre y desesperanza?, ¿cómo desatar los nudos del mal?, ¿cómo devolver la sonrisa a los niños y a las niñas?, ¿cómo educarnos en la fraternidad, en la paz y la justicia?, ¿cómo entender, de una vez por todas,  que “el amor que el hombre maltrata no resucita”?[1], ¿Cómo incorporar a los ancianos y ancianas y reconocer que ellos son el “buen vino de la sociedad” como dice el Papa Francisco?, ¿cómo recuperar la ilusión ante tantas esperanzas marchitas?

Como respuesta a estos interrogantes surgen muchas iniciativas a lo largo y ancho de nuestro planeta, porque por encima de las esperanzas muertas los seres humanos soñamos  un mundo nuevo.  Una de éstas es el Parlamento Universal de la Juventud, foro mundial de diálogo que convocó a miles de jóvenes para profundizar en las relaciones educativas que establecemos en diferentes ámbitos de nuestra vida. En la sesión internacional celebrada en Berlín del 9 al 15 de agosto, se redactó el Manifiesto[2] que recoge los principios y compromisos que desean vivir los jóvenes.  En esta proclama dedicada a los padres, a los maestros y educadores, a la sociedad, a los políticos y a los responsables y usuarios de los medios de comunicación, los jóvenes se comprometen a poner las bases de una nueva civilización, a  educarse en la fraternidad y construir espacios de esperanza. Esta propuesta y otras muchas demandan de todos nosotros, jóvenes y adultos, niños y ancianos, la renovación de nuestro espíritu a fin de lograr el silencio, la paz, la libertad, la sonrisa  y la esperanza como pilares en los que sustentar nuestra vida y el nuevo edificio que iremos construyendo. En medio del dolor y sus múltiples rostros queda la convicción, citando a Rielo de que “solo el amor traspasa las fronteras del llanto”

* La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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[1] Fernando Rielo (2002). Transfiguración. Fundación Fernando Rielo. Madrid. Pág. 34

[2] Manifiesto de Berlín en www.wyparliament.org

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