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No todos los hombres son románticos, de Héctor Manjarrez
Hay dos vertientes identificables en los cuentos de No todos los hombres son románticos: la sexualidad a veces lúdica a veces transgresora y la mirada hacia México desde un narrador ubicado en el extranjero que, en medio de sus devaneos, ejerce sutiles ajustes de cuentas con lo que dejó atrás. Héctor Manjarrez, nacido el mismo año que José Agustín, uno de los referentes de la llamada Generación de la Onda, explora en este libro las relaciones de pareja en un ambiente inestable y la exploración de historias que ocurren en fuera del país y que, sin embargo, ofrecen una lectura cercana del México de hace varias décadas.
Por Alejandro Badillo @alebadilloc
23 de octubre, 2014
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Alejandro Badillo

@Alebadilloc

Hay dos vertientes identificables en los cuentos de No todos los hombres son románticos: la sexualidad a veces lúdica a veces transgresora y la mirada hacia México desde un narrador ubicado en el extranjero que, en medio de sus devaneos, ejerce sutiles ajustes de cuentas con lo que dejó atrás. Héctor Manjarrez, nacido el mismo año que José Agustín, uno de los referentes de la llamada Generación de la Onda, explora en este libro las relaciones de pareja en un ambiente inestable y la exploración de historias que ocurren en fuera del país y que, sin embargo, ofrecen una lectura cercana del México de hace varias décadas.

Lecturas Mexicanas/ Tercera Serie 1era edición, 1986

Lecturas Mexicanas/ Tercera Serie
1era edición, 1986

Héctor Manjarrez ocupa, como muchos de sus compañeros de generación, referencias culturales como el rock y algunos temas de la contracultura. Sin embargo, la apuesta del autor tiene un ancla importante en el lenguaje y en el rompimiento de la estructura tradicional del cuento. En No todos los hombres son románticos asistimos a una especie de diario sentimental, una bitácora fragmentada que habla, entre otras cosas, de las aventuras de un joven mexicano en varios países de Europa. En cada una de las historias la anécdota es absorbida por la reflexión y la digresión. En muchos relatos el protagonista traza perfiles, escenas en las que las relaciones humanas son fotografías fugaces. Incluso, los pasajes más extensos parecen más viajes líricos que una narrativa enfocada en acciones, diálogos y una progresión clara del tiempo.

No todos los hombres son románticos, publicado por primera vez por editorial Era en 1983 y ganador del premio Xavier Villaurrutia en ese mismo año, demuestra que no basta un cambio en los temas literarios o en poner elementos de moda que al poco tiempo se revelan como superfluos. La valía de este libro es entender que la literatura, en este caso el cuento, es maleable y que debe utilizar los temas generacionales no sólo como un testimonio superficial sino como un punto de inicio para la reflexión y la búsqueda de nuevas formas de arte.

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