Lado B
No creo en Dios, sólo en ti
 
Por Lado B @ladobemx
31 de octubre, 2014
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Eduardo Vallejo

And with strange aeons even death may die
Necronomicon

 

Un profesor contaba la anécdota del teórico checo, radicado en Brasil, que escribía en inglés y decía que ni que fuéramos árboles para echar raíces. Nunca encontré la fuente, o si de veras Flusser alguna vez dijo algo así, pero lo creí y lo creo aún (a final de cuentas su background habla mucho de eso).

Tampoco se me hace difícil creerlo porque nunca he celebrado día de muertos y creo que nunca lo haré. Desde niño celebré Halloween y ha sido una tradición más propia que la que supuestamente era mía. Tampoco soy guadalupano y ni siquiera creo que haya una identidad mexicana (si hay un país dividido es el nuestro, pero no sé nada de otros países como para opinar). En fin, eso de las imposiciones culturales nunca ha sido lo mío.

La introducción es importante porque hace cuatro años tuve que enfrentarme al momento que más temí cuando dejé la religión. Qué pasaría cuando mi abuelita se me fuera y no tenga el consuelo de un paraíso donde ella me esperaría. Cuatro años después me lo sigo preguntando y francamente no creo que algún día supere su pérdida. Cuatro años después, aún tengo el rosario colgado de mi computadora como el único recuerdo de ella que quise sacar de su casa; yo no soy guadalupano, pero ella sí lo era y mientras viva, ese rosario estará conmigo.

No la dejaré ir porque no creo que ella vaya a dejarnos a mi madre y a mí. Se nos fue, le dije a Alejandra durante la velación allá en el de efe. Estás pero si equivocadísimo si de veras crees que esa señora te va a dejar algún día, me respondió ella. Y también lo creí.

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Sé que anda por ahí, que le gustaba El Buki y que lloraba con Amor Eterno porque el tio Mariano pasó cinco años convaleciendo en Acapulco. Nunca he necesitado que sea día de muertos para ponerle sus canciones a mi abue, y aún no puedo oírlas sin quebrarme. Ay, Dolores, no te me hubieras ido.

 

Una tarde de mayo sonó el celular y al otro lado de la línea el abuelo me dijo que corriera a la casa, mi mamá hecha un llanto me gritó que me apurara y ni colgué el teléfono ni me puse zapatos, metí el teléfono en la bolsa, agarré las llaves del coche y salí disparado como estaba. La encontré sobre el suelo, aún con nosotros y mi madre deshecha.

Lloré porque en las películas las lágrimas reviven a los muertos. Nada. Nada iba a ser igual.

Nos confortamos pensando que se fue como hubiera querido irse: en su casa, súbitamente, y rodeada de los que amaba. En más de una ocasión evadió la muerte y sólo así pudo ser, si no hubiera llegado de sorpresa, hubiera luchado hasta volver a vencerla. Sin embargo, le faltaron muchos ahí, su corazón era mucho más grande.

De ella aprendí mis tradiciones, principalmente la de no permitir que nadie más me diga cuáles son. Católica pero sin empacho de creer en el feng-shui o en la lectura de cartas, lo mismo que en remedios naturales o medicina tradicional. A ella no le contaban cuentos ni le ponían límites: hay sabiduría en todo.

Su mayor orgullo: verme licenciado. Estudia, mijito, cuando yo trabajaba me pagaban mucho menos que a otro señor que era licenciado. Como mi papá murió cuando iba en cuarto de primaria, pues tuve que trabajar mucho para sacar adelante a la familia, pero tú, estúdiale para que te paguen más y sobresalgas, para que seas el mejor en lo que quieras hacer. Sigo estudiando abuelita y me iré estudiando como te hubiera gustado a ti.

[quote_left]Lloré porque en las películas las lágrimas reviven a los muertos. Nada. Nada iba a ser igual.[/quote_left]

A mí no me daba pena que mi mamá fuera por mí a la prepa, me ha contado mi mamá sonriendo, me gustaba que fuera por mí para que todos vieran quién era mi mamá. Mi abue jamás juzgaba o menospreciaba a nadie por su forma de vestir, pero ella se arreglaba y tenía el porte del manual. Decía que la seguridad en uno mismo es fundamental y que el trato amigable con todos abriría muchas puertas; que el estudio y el trabajo duro te llevarían lejos. Y siempre le creí.

El día que se nos fue, el abuelo se permitió usar andadera, aceptó dejar los trajes y lloró por primera vez, que su Lucero se había ido. Se llamaba Dolores pero era Lucero de todos nosotros. (Con todos los lugares comunes que ahí caben.)

Cuando aún vivía iba a su casa hasta tres veces al día para ver cómo estaba e iba casi diario. Cómo he lidiado con su partida, evidentemente muy mal.

Fiel a su creencia de creer en lo que yo crea, tengo por seguro que ella no se irá y que yo nunca la dejaré ir. Yo soy de los que creció viendo Dragon Ball y ahí aprendimos que los grandes guerreros, aquellos que no dejan de luchar, van al otro mundo a seguir su aprendizaje.

No creo en muchas cosas, pero creo en ella; no siento a dios, pero sí a mi abue cuando me abraza en las noches; y mucho menos necesito un día para recordarla, mandarle plegarias y cantarle la tristeza que me da Acapulco, la necesito a ella.

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Autor Lado B
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