Lado B
Una hermosa danza de la resistencia
El 21 de diciembre de 2012 cerca de 20 mil bases de apoyo zapatistas marcharon sobre las calles de San Cristóbal sin emitir una sola palabra. Un número igual, repartido en otras tres ciudades chiapanecas, hizo lo mismo. Y en calma, en silencio, desaparecieron
Por Josué Cantorán @josuedcv
16 de septiembre, 2014
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Josué Cantorán Viramontes

@josuedcv

Ha llovido. El agua forma algunos charcos sobre las calles empedradas de San Cristóbal de las Casas que pisan decenas de pies del color de la tierra en huaraches o en botas o descalzos. Una cámara silenciosa lo mira todo, a veces se detiene por segundos, después voltea a los rostros de los caminantes, cubiertos con pasamontañas. Andan en calma, en silencio, parece que danzan.

El 21 de diciembre de 2012 cerca de 20 mil bases de apoyo zapatistas marcharon sobre las calles de San Cristóbal sin emitir una sola palabra. Un número igual, repartido en otras tres ciudades chiapanecas, hizo lo mismo. Y en calma, en silencio, desaparecieron.

A la noche, un comunicado chiquitito firmado por el subcomandante Marcos, que parecía un poema, decía: “¿Escucharon? / Es el sonido de su mundo derrumbándose. / Es el del nuestro resurgiendo”.

A Gabriela Domínguez Ruvalcaba le avisaron en la mañana sobre la marcha silenciosa. Tomó su cámara y grabó lo que pudo: el paso de los hombres enfilados, las miradas de dignidad sobre el paliacate rojo de las mujeres, las pequeñas niñas apresurando el paso, las gotas de agua cayendo sobre el lodazal.

–Para mí ese momento era como si fuera una danza –recuerda ahora Gabriela–. Yo los veía andar con una presencia y una coreografía interna que además no sabía ni cómo lo lograban. Había tanta coordinación y tanta unidad que eso es lo que me llamaba la atención, entonces lo que hice con este video fue retratar esto que vi y sentí.

Hermosa danza de la resistencia from Gabriela. Bosque Negro. on Vimeo

La documentalista Gabriela Domínguez Ruvalcaba obtuvo el primer lugar de la Bienal Internacional de Videoarte y Animación VEA organizada por el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla por esa Hermosa danza de la resistencia (2012), como nombró a su video, editado y terminado el mismo día de la marcha con el impulso que da la intuición.

A su video, de seis minutos y medio, le invirtió un día entero y el equipo de video con el que ya contaba pero, en realidad, nada de dinero.

–Este video lo hice para mí –dice–, lo hice porque yo quería hacerlo.

De acuerdo con el Imacp, esta bienal es la primera en América Latina dedicada exclusivamente a premiar el arte producido en video. Para la primera edición, cuyos resultados fueron dados a conocer el pasado viernes, se recibieron 450 videos de 215 artistas provenientes de 20 países.

Ese material fue finalmente depurado por un jurado conformado por Fernando Castro Flórez de España, Hernán Pacurucu de Ecuador y Ramón Almela de México, y así se obtuvo la selección de los 21 trabajos finalistas que ahora se exhiben en la galería del Palacio Municipal.

La selección es amplia. Junto al trabajo de Gabriela está también lo más conceptual de lo conceptual: un video que capta una mano pintando sobre un billete de cinco dólares (de Patricio Ponce Gariaicoa, de Ecuador) o una compilación de escenas de películas en las que algún personaje inhala cocaína (de Mauricio Sanhuenza, de Perú).

Para el crítico de arte Jonathan Jones, el videoarte, pese a su nombre, es culturalmente irrelevante.

En su popular columna publicada por el diario británico The Guardian, escribió hace poco: “(El videoarte) no es una forma de arte estable y duradera, puede que ni siquiera sea una forma de arte. Es, en realidad, un espacio experimental en los márgenes de una cultura de la imagen en movimiento mucho más grande, un lugar para que los cineastas talentosos jueguen con una libertad de la que nunca podrían disfrutar en el cine o la televisión comercial pero que los verdaderos artistas ansían aplicar en terrenos más grandes e importantes”.

Jones argumenta que el videoarte puede resultar el lugar donde los cineastas experimenten antes de dar el paso a trabajos más serios o mejor estructurados, pero sólo eso. Y, como sustento, expone el caso de Steve McQueen, quien 20 años antes de dirigir tres películas y ganar un Oscar recorrió las galerías de Londres con piezas conceptuales.

Aquello puede verse en la bienal poblana, integrada por trabajos que presentan la más cuidadosa animación, pero también por videos como el del español Avelino Sala, donde unos seis perros devoran la palabra “CULTURE” escrita con algo que parece carne sobre el piso.

Pero el caso de Gabriela D. Ruvalcaba, también directora del largometraje La danza del hipocampo (2013), es diferente. Si tuviera que hacerlo, ella inscribiría su obra en la categoría del videoensayo, el género cultivado por el francés Chris Marker que consiste en utilizar el material documental registrado y expresar con él lo que el autor desee.

–De lo que ya tengo registrado de la realidad, algo veraz, algo que sucedió, yo construyo algo sobre eso –explica la artista–. No estoy diciendo que así pasaron las cosas, no estoy poniendo una hipótesis ni nada, sólo estoy construyendo lo que yo viví, es un documental de creación.

La creación no son las gotas de lluvia cayendo sobre el charco ni los puños levantados por los zapatistas que marcharon en silencio, en señal de resistencia. Eso ocurrió. La creación es, por ejemplo, sentir que danzan, y hacer que dancen en un video, porque así lo vivió Gabriela, y así lo vemos, ahora también, nosotros.

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