Lado B
Que canonicen a Hitler
¿Qué es más típico que el mole poblano en las fiestas de XV años? ¿Qué es más representativo de nuestra crueldad mexicana, que tener a tu perro en la azotea? ¿Qué machismo es más glorificado que el albur? A que no se la espera…¡La colusión!
Por Lado B @ladobemx
26 de septiembre, 2014
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Liz Ruiz

A Paquito, otra vez. Ya no me acordaba que por ti me reencontré con Ugalde. Gracias.

¿Qué es más típico que el mole poblano en las fiestas de XV años? ¿Qué es más representativo de nuestra crueldad mexicana, que tener a tu perro en la azotea? ¿Qué machismo es más glorificado que el albur? A que no se la espera…¡La colusión!

Ya tenía tiempo queriendo escribir esto, pero sucesos recientes en la vida pública de nuestro país, y sucesos recientes de mi vida personal, me han instado a que, gripienta y harta, dedique esta columna al clásico “no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre.”

Pero ¿qué es la colusión? Es, en términos muy simples, ponerse del lado de la violencia y defenderla a capa y espada. No finja, querido lector, lectora: ¡usted también ha sufrido y ejercido la colusión! Nos coludimos con la violencia de varias maneras, unas más sutiles que otras. Puede ser glorificando la violencia, negándola, minimizándola, justificándola, riéndonos de ella (¡ojo!), culpabilizando a la víctima, y muchas más. Una muy descarada es, por ejemplo, justificar guerras, matanzas, genocidios. Por ejemplo: decir “hace falta otro Díaz Ordaz para que ponga en cintura a lxs estudiantes”. Defender a un matón con todo el poder económico, político y simbólico que asesinó estudiantes desarmados y pacíficxs a diestra y siniestra, es, sin duda, coludirse con la violencia. Opinar algo como “mi héroe es Augusto Pinochet, porque también hizo cosas buenas”, está clarísimo que es coludirse con la violencia. Digámoslo, en términos judeo-cristianos, que coludirse es ser el acólito del diablo, la mismísima porra de satanás, el defensor del chamuco.

sanhitlerPero, con tristeza y sin sorpresa, encontramos en la vida cotidiana colusiones igualmente crueles, descabelladas y desconsideradas a más no poder. ¿Qué tal, por ejemplo, el reciente artículo de portada de la revista emeequis? En él, el lamentable autor Alejandro Sánchez González, hace una oda al joven que asfixió a una chica, la descuartizó y la tiró en bolsas de basura. Que si el chavo era un buen hijo, que si tocaba el piano, que si hablaba alemán. Y no solo eso: de plano dice que Sandra, la víctima, era una “ojete”. Así, una “ojete”. No conformes con esto, ante la avalancha de quejas y críticas de lxs lectores, la editorial hizo unas “precisiones” días después, diciendo que lamentan que así lo hayamos interpretado lxs lectores. Ah chingá, de repente se volvió arte abstracto su redacción periodística. También se justifican, cual adolescente castigado, diciendo que “llevan ocho años defendiendo la equidad de género” (me suena mucho a “miss, no me ponga cero, usted sabe que sí sé”). Total, aquí se ven dos colusiones muy claras: una, la más obvia, es de plano decir que pobre asesino porque la víctima adolescente era una ojete. La otra, más sutil, es evadir la responsabilidad de lo que publicaron y además, culpabilizar a quien resiente la ofensa, diciendo que nomás es su interpretación. Bueno, igual y yo le escribo al editor que chingue a su madre y su interpretación dirá si se ofende o no. No, ¿verdad? La violencia no es cuestión de interpretación y siempre, siempre es responsabilidad de la víctima.

Pondré otros ejemplos penosos. Uno muy clásico es saber que una amiga tuya sufre violencia por parte de su pareja. ¿Qué se dice de ella cuando se para al baño? “Pobre Fulanita pero qué tonta. Siendo tan guapa/inteligente/exitosa, yo no sé qué hace con ese patán.” ¿Checaron cómo le echamos la culpa a la víctima? Porque ella “para qué se deja”. Otras frases similares son “las mujeres creen que si no les pegan, no las quieren” (¿han oído a una mujer decir eso, o será un invento?), “por algo está con él, a lo mejor le gusta que le peguen”, “es que le ha de dar miedo estar sola”, “ella se lo merece”, y similares. Nadie, jamás dice “Oye Ramón, ya me di cuenta que ejerces violencia contra tu pareja y quiero darte mi apoyo para que lo trabajes y te relaciones con respeto y dignidad con quienes te rodeamos”. ¿Ah, verdad? Eso es responsabilizar al victimario de su violencia, que es quien, en primer lugar, tiene la obligación de transformarse porque es un peligro para la sociedad.

cortenleOtra, por ejemplo, es decir “¿cómo no la iban a violar, si vea como va vestida?”, “¿cómo no la iban a violar, si se emborrachó hasta quedar inconsciente?”, “se murió abortando, pos pá qué no se cuida”, “te asaltaron/robaron/defraudaron/vieron la cara porque te apendejaste”, “ps es que también tú”, “¿por qué no lo dejas?”, “eso te pasa por…” o incluso el discutidísimo “eeeeh… puto” y luego decir “nomás es una porra”.

Todas estas frases son claras colusiones con la violencia y el victimario. Nunca la víctima puede tener la “culpa” de sufrir violencia, porque nadie debemos ejercer violencia. La responsabilidad de la conducta violenta siempre, siempre, siempre, es de quien la ejerce. Al decir esas frases tan, para mi gusto, despiadadas, nos damos un mensaje muy claro a nosotrxs mismxs y también a quien nos rodea: el día que sufras violencia será tu culpa y merecerás un castigo social.

Esto, en la vida cotidiana, es como si culpáramos a las criaturas palestinas por sufrir los bombardeos israelíes, a la comunidad negra por el apartheid, a la comunidad judía por el holocausto. ¿Nos damos cuenta de las implicaciones de nuestros juicios?

Así que hoy escribo esto con la esperanza de que, la próxima vez que se nos ocurra meter la cuchara en una situación de violencia, evitemos la predecible colusión con la misma. Cada que queramos opinar, pensemos esto: ¿hablarías así de la persona que más amas en el mundo? La víctima seguro tiene alguien que le ama profundamente, ¿crees que le gustaría escuchar eso? Tu deidad favorita ¿haría ese comentario que tú estás haciendo?

Si al preguntarte estas cosas, tu respuesta sigue siendo “sí”, (aunque sea en parte), eres fan de Pinochet, Ríos Montt, Videla y Mussolini. Eres la porra de la violencia, encomiéndate a tu nuevo santoral y exige que canonicen a Hitler.

Gracias por su atención, nos leemos en 15.

Perla Lizette Ruiz Castillo

Colectivo Equilátera A.C.

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