Lado B
La última partida, de Gerardo Piña
Un hombre llega a su casa y encuentra correspondencia de un tal Joseph Banner. A partir de ese detonante, el protagonista se interna en Rhada, un país imaginario, cuyas tierras están cubiertas de nieve.
Por Alejandro Badillo @alebadilloc
29 de agosto, 2014
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Alejandro Badillo

@alebadilloc

[dropcap]U[/dropcap]n hombre llega a su casa y encuentra correspondencia de un tal Joseph Banner. A partir de ese detonante, el protagonista se interna en Rhada, un país imaginario, cuyas tierras están cubiertas de nieve. Inútil hacer un resumen de esta novela breve. Gerardo Piña (Ciudad de México, 1975) no busca una anécdota clara, una línea que vertebre la historia. A partir de fragmentos, instantáneas, vistazos, construye escenas determinadas por lo mínimo, por los movimientos en cámara lenta. Por esta razón uno de los personajes de La última partida es el lenguaje. La prosa del libro no se regodea en giros retóricos, sino que parte de la imagen y de la reflexión. También, una parte importante es la imaginación. A pesar de la brevedad de la obra, los devaneos del protagonista lo llevan a ser un hombre que escucha las historias que encuentra en el camino y que casi nunca forman intersecciones. A Gerardo Piña le interesa formar una atmósfera, sugerir antes que demostrar.

Tusquets Editores. 1era edición 2008

Tusquets Editores. 1era edición 2008

Quizá uno de los elementos criticables es, precisamente, Banner, el sujeto que inicia la historia. En lugar de tener un papel más fuerte, permanece fantasmal, diluyéndose con el entorno de Rhada. Sin embargo, es destacable la poética del autor que se arriesga con paisajes oníricos y simbolismos que pueden ser demasiado crípticos para lectores que buscan siempre lo obvio. A contracorriente de la novela decimonónica, en la que se delinean biografías claras y escenarios identificables, La última partida explota las cualidades de la novela breve que, muchas veces, tiene vínculos cercanos con la poesía y recuerda los experimentos de la Nouveau Roman que apostaba por los pequeños detalles para detonar un mundo. Por estas razones la novela de Gerardo Piña es valiosa. La lectura de los mejores pasajes nos enseña que las historias también pueden ser contadas a través del sueño y los sentidos.

 

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