Lado B
GALAXIE 500
Sergio Alejandro Amira
Por Lado B @ladobemx
22 de agosto, 2014
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Sergio Alejandro Amira *

 

Luego de matar gran parte de la tarde apostando a los caballos, camino por la acera de vuelta a mi casa cuando de pronto un viejo radiopatrulla Ford Galaxie del 68 se detiene junto a mí.

Hey, oldtimer―dice una voz dentro de la vacía cabina―, ¿me recuerdas?

Trato de hacer memoria, pero ningún nombre que encaje con la carrocería que tengo en frente acude a mi cabeza.

―Nos conocimos en Inglaterra a principios de los 90s ―explica el coche al constatar mi desconcierto―, en los estertores del Segundo Verano del Amor…

―¡Ahora te recuerdo! ―exclamo―, ¡tú eres el automóvil de aquel amigo de Baron Palmer! Alguna vez subí a bordo tuyo…

―Así es ―confirma el vehículo―, y me temo que en aquella ocasión no fuimos presentados formalmente. Mi nombre es Timelord, Ford Timelord. ¿Quieres que te dé un aventón a tu casa?

―Lo agradecería ―digo trepando a bordo―. Vivo en la calle MemoryLane. ¿Sabes cómo llegar?

―Tengo GPS, no hay problema. ¿Cuál es la dirección exacta?.

―MemoryLane n° 22 ―digo―. Oye, ¿y qué estás haciendo en Chile?

―Vine a dictar unas charlas al Salón del Automóvil ―contesta él ingresando los datos―, allí me recomendaron visitar Valparaíso, patrimonio de la humanidad, y decidí venir de paseo. ¿Qué ha sido de tu vida desde que regresaste a Chile? ¿Has ido de nuevo a Inglaterra?

―La verdad es que no me he movido de Chile desde entonces ―contesto no sin algo de pesadumbre―. Nunca aprendí a conducir y mis viajes a lugares lejanos han sido en su mayoría a través de libros y programas de la televisión por cable.

―Ah, travelingwithoutmoving! ―exclama Ford―, ese el método favorito de JayKay… Yo conocí a uno de los Lamborghinis de Kay, un Diablo SE30. Se creía muy importante el tipo ese hasta que su dueño, manejando en estado de ebriedad, lo redujo a chatarra tras chocar contra otro vehículo.

―¿Y qué hay de ti, Ford?, ¿qué fue de tu vida luego de Dave?

―Veamos, ¿por dónde comienzo?

―Según leí en alguna parte una historia sólo puede estar bien contada si se comienza con el principio de todas las cosas, con el Big Bang de la cuestión, con ese Había una vez… original que nos incluye a todos. Arrancar siempre desde el Vacío Absoluto e ir llenándolo de a poco y sin prisa como se va llenando una piscina en la que uno jamás nadará.

―Me gusta esa idea del vacío ―comenta Ford―, y podría decir que surgí del vacío en Detroit el año 1968, en el seno de una familia muy numerosa; cerca de un cuarto de millón de hermanas y hermanos. Solía recordar cómo se llamaba cada uno de ellos, pero entonces mis padres decidieron mudarse a Denham, en Essex, cuando yo tenía dos años.

―¿Y por qué a Inglaterra, y específicamente a Denham? ―le pregunto.

―Pues porque papá consiguió un puesto muy bien remunerado en la fábrica de Ford en Denham ―responde él―. Yo había ingresado al cuerpo de policía de Detroit por aquel entonces pero, por no contrariar a mi madre, decidí partir con ellos a Inglaterra. No fue algo que lamentara de todas formas, Detroit es una ciudad bastante dura y yo soy un tipo que prefiere evitar los problemas, habría durado muy poco en las calles como policía, te lo aseguro.

>>Mis primeros años en Essex fueron bastante tranquilos, solía conducir bastante por la Al 2 a Southend haciendo nada especial, sólo quemando combustible, youknow. En ocasiones iba a esos fines de semana en Caister, pero siempre me sentí fuera de lugar, estacionado ahí con todos esos XR3 y sus dados colgantes. Entonces llegó mi gran oportunidad de saltar al estrellato, un tipo me vio en Kings Road y me dijo: “Soy productor de cine. ¿Te gustaría trabajar en Superman IV?”. Como yo no estaba haciendo nada mejor le dije que sí y de esa forma me convertí en actor.

―¿Superman IV? ―murmuro con desconcierto―. ¿Existió un Superman IV?

―Sí, existió ―confirma Ford―, y fue un desastre que hundió la franquicia.

―Recuerdo haber visto la tercera parte cuando niño ―le comento―, era en tono de comedia y algo tenía que ver con un genio de las computadoras.

―Ahí es cuando las cosas comenzaron a irse por el despeñadero ―se lamenta Ford―, comenzando por el despido de Richard Donner. ¿Sabías que el guión de la primera película de Superman fue encomendado a Mario Puzo?

―¿Te refieres al autor de El Padrino? ―inquiero alzando una ceja.

―Al mismo ―responde Ford al tiempo que hace sonar por sus parlantes la inmortal SpeakSoftlyLovede Nino Rota―. Donner, sin embargo, rechazó aquel guión por encontrarlo muy camp. De todas maneras se mantuvo a Puzo en los créditos.

―¿Y qué tal fue tu experiencia como actor de cine? ―le pregunto.

―No estuvo mal ―responde Ford―, ¡pero uno no puede tomarse en serio a un tipo en mallas que vuela! Y déjame decirte que la forma en que los automóviles somos retratados en el cine es igual a la forma en que las minorías han sido incorporadas a la industria, además de sexplotation y blackplotation debería hablarse de carplotation, ¿no crees? La forma en que somos utilizados en las películas es indignante, por decir lo menos. Los automóviles no somos graciosos. Los automóviles que van a toda velocidad no son graciosos. No es gracioso que un automóvil gire sobre sí mismo y salga disparado en dirección contraria. No es gracioso que un automóvil vuele por el aire. No es gracioso que un camión choque contra un automóvil. No es gracioso que la policía persiga a un automóvil a toda velocidad. No es gracioso que los automóviles choquen contra los controles en las carreteras. Nada de eso es gracioso y no lo digo yo, ¿eh?, lo dijo Roger Ebert, quien fuera uno de los críticos de cine más importante de los EE.UU.

[quote_box_right]En los parlantes comienza a sonar Doctorin’ theTardis y por unos segundos me veo transportado de vuelta a Inglaterra, a cierta disquería en la ciudad de Norwich dónde encuentro por fin un disco de The KLF al mismo tiempo que una tropa de adolescentes norteamericanos irrumpe en la tienda. Uno de ellos, con una amplia sonrisa dibujada en su rubicundo rostro, me pregunta dónde hay un McDonald’s, “I’ve no idea”, le respondo de mala gana y la sonrisa se le borra de un plumazo. [/quote_box_right]

―Es algo en lo que nunca había reparado ―digo trayendo a mi memoria todas las veces que he visto automóviles chocar, volcarse o explotar en el cine.

―Suele ocurrir ―sentencia resignado Ford―. La mayoría de la gente no toma conocimiento de una realidad hasta que le afecta. Gandhi por ejemplo, su activismo político no comenzó sino hasta que fue sacado a la fuerza del tren en donde viajaba cuando se negó a mudarse de la primera a la tercera clase, destinada a la gente negra en Sudáfrica.

―No sabía eso ―reconozco―, ni siquiera he visto esa película que hicieron de Gandhi.

―La verdad que yo tampoco ―dice Ford―, pero conozco a Sir Ben Kingsley, estuvo magnífico en Iron-Man3… No sé por qué, pero cuando un actor interpreta a un actor me parece menos incómodo que cuando un escritor escribe sobre un escritor.

―A mí me pasa lo mismo ―le comento―. ¿Y te gustaría volver a actuar algún día?

―He tenido algunas ofertas menores, pero nada serio ―responde él―. Guy Ritchie me quería para un videoclip de su esposa, pero me negué porque al final del video debía estrellarme de nariz contra un poste y eso no lo hago ni por la santísima Madonna. Al final el papel se lo dieron a un Pontiac Firebird rojo que no actuaba desde los 80’s. Volviendo a tu pregunta… sí, me gustaría volver a la actuación, pero no en películas de Hollywood sino en la tablas, interpretando a Shakespeare o algo así. Ya me veo con el cráneo de Tchaikowsky en la palma de mi llanta diciendo: Alas, poorYorick! I knew him, Horatio; a fellow of infinite jest, of most excellent fancy; he hath borne me on his back a thousand times; and now, how abhorred in my imagination it is!

―Eso te salió muy bien ―digo aplaudiendo―, muy intenso.

―Gracias ―replica Ford lleno de sí―, he estado practicando en mis ratos libres.

―¿Y qué pasó luego de Superman IV?

―Caí en desgracia, me relacioné con gente indebida del medio, ya sabes, tipos como el Diablo de JayKay o el Chevrolet Impala de GwenStefani. Muchas drogas, fiestas, carruajes fáciles… Fue así como terminé en manos de un par de sujetos llamados Lord Rock y Time Boy. Estos tipos intentaban ser músicos y solían poner sus demos en mi radio hasta que un día me cansé y les dije exactamente lo que tenían que hacer para conseguir un hit. La verdad es que solo les proporcioné la idea, fueron ellos quienes la ejecutaron, pero aún así me atribuyeron la creación total del single. En ese sentido fueron muy decentes.

―¿Y qué les propusiste?

―En términos básicos, un mash-up del tema del Doctor Who con una canción de esa vieja gloria del glam rock conocido como Gary Glitter, aderezada con bit and piecesde Sweet y Steve Walsh. El single llegó inmediatamente al número uno y vendió más de un millón de copias, pero los críticos lo odiaron. MelodyMaker lo describió como una “agonía inalteradamente pura” mientras que Sounds dijo que era “un disco tan corrupto que el top ten era su único destino”, además de llamarlo un “rancio recocido de discos arcaicos”. A Lord Rock y Time Boy las críticas de la prensa les tenían sin cuidado, sabían muy bien que no hay tal cosa como la mala publicidad en este rubro. En lo que a mí respecta, pues digamos que nunca más volví a trabajar en la industria de la música.

―No sabía que la crítica musical fuese tan despiadada ―le comento―. De cualquier forma no debiste hacer caso, seguro que todas esas palabras las motivaba la envidia.

―Es muy probable ―pondera Ford―, a muchos críticos les parecía el colmo que un automóvil tuviese un top ten, y luego vino el escándalo ese con Gary Glitter que resultó ser un despreciable pederasta que hacía de las suyas en Camboya y Vietnam. Así es el mundo del showbiz, es por eso que prefiero hacer lo que hago ahora. Conducir por las carreteras sin rumbo fijo, recogiendo gente interesante en el camino… ¿Quieres escuchar la canción de todas maneras?

―Por supuesto, colócala.

En los parlantes comienza a sonar Doctorin’ theTardis y por unos segundos me veo transportado de vuelta a Inglaterra, a cierta disquería en la ciudad de Norwich dónde encuentro por fin un disco de The KLF al mismo tiempo que una tropa de adolescentes norteamericanos irrumpe en la tienda. Uno de ellos, con una amplia sonrisa dibujada en su rubicundo rostro, me pregunta dónde hay un McDonald’s, “I’ve no idea”, le respondo de mala gana y la sonrisa se le borra de un plumazo. Que mala suerte la de él, ¡justo ir a preguntarle dónde estaba el McDonald’s al tipo que no era de Inglaterra y que tampoco residía en Norwich! Lo que es yo nunca puse un pie en un McDonald’s mientras estuve en Inglaterra, allá frecuentábamos los Wimpy, que originalmente se llamaban “WimpyBars” como atestigua Up To Me, canción de una de mis bandas favoritas de todos los tiempos: JethroTull.

―Ya estamos aquí ―anuncia el radiopatrulla―. MemoryLane n° 22.

Miro por la ventanilla hacia el antejardín de enfrente. Ahí está Chiara enfundada en unos ajustados shorts regando el césped. Luce magnífica, como de costumbre.

―¿Es esa tu esposa?  ―pregunta Ford.

―Sí, es mi esposa ―respondo―. Es modelo.

―Se nota, es bellísima ―dice él―. ¿Y tienen hijos?

―Sí, dos niños. Niño y niña: Tito y Carola. También son modelos.

―Al parecer no te ha ido nada de mal ―comenta Ford―. Por cierto, ¿a qué te dedicas?

―Soy escritor de ciencia ficción ―respondo abriendo la puerta del copilto―. Oye, ¿puedo preguntarte algo antes que te marches?

Of course

―Si yo fuese un automóvil, ¿qué clase de automóvil crees que sería?

Ford reflexiona unos segundos, y dice:

―Cuando te conocí en Inglaterra, hubiese dicho que un Dodge Challenger R/T, pero ahora… pues diría que un Toyota Yaris híbrido del año. Ahora debo marcharme, livelong and prosper!

Ford Timelord acelera y se aleja evitando atropellar a una viejecita con aspecto de iguana que se le cruza en el camino. Una vez que se ha perdido de vista, extraigo la llave de mi casa y camino en dirección a la puerta.

―Buenas tardes, vecina ―saludo a Chiara del otro lado de la cerca antes de ser engullido por las penumbras.

 

* Artista visual y escritor. Autor de las novelas Identidad suspendida, La muerte de Virgilio, Unterseeboot y la novela gráfica: Atómica. Coautor de las novelas Psique, WBK: Asesinos, y los webcómics Zeta y Atomcandy. Ha sido incluido en diversas antologías y colecciones de cuentos tales como: Visiones (antología realizada por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror), Años Luz, mapa estelar de la ciencia ficción en ChileCHIL3, «Octocéfalo», «Alucinaciones.TXT», «Bordecerro» y «Poliedro».

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