No pasó mucho tiempo, desde que conocí a Paco, para que me abriera sin pensarlo las puertas de su casa y con ello la de esos espacios tan personales. No me animé a fotografiar su cuarto atiborrado hasta el techo y de pared a pared de libros y papeles. Al hablar con él parecía que todas esas hojas, con cada letra y autores, estaban intactas en su memoria. Me fascinó ese lugar lleno de objetos y obras creadas por él, objetos curiosos y extraños formando hermosos híbridos, obras de arte. Fue en su taller que me animé a sacar la cámara, mientras me hablada de tarot y de sus obras. Él quedó muy contento con las fotos. Me despedí de Paquito el domingo pasado, sonriente como si hubiera hecho una travesura, como el niño enorme que siempre me pareció.