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“¿En nombre de qué hacen estas barbaridades? ¿Cuál es su bandera? Todos la conocemos…”: Jacobo Árbenz, 27 de junio de 1954.

Emilio Coca

El 27 de julio de 1954, el guatemalteco Jacobo Árbenz anunciaba en cadena nacional su renuncia. La decisión del entonces presidente guatemalteco fue el resultado final de una operación, la PBS-Succes, que inició la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con la autorización del entonces presidente norteamericano Dwight Eisenhower un año antes para derrocar un gobierno de corte progresista que del otro lado del río Bravo se percibió como «una cabeza de playa soviética en América«, es decir como una posición de avanzada.

El plan nacional de desarrollo que propuso Árbenz se centraba en puntos básicos y nacionalistas: la Ley de Reforma Agraria, la carretera al Atlántico y la presa hidroeléctrica de Jurún Marinalá. La iniciativa buscaba promover la industrialización del país, a la vez que su independencia económica, intentando eliminar los monopolios extranjeros avalados por anteriores gobiernos dictatoriales y corruptos.

Un año antes de la toma de posesión del gobierno arbencista, el 76 por ciento de los habitantes poseía menos del 10 por ciento de las tierras de Guatemala. La United Fruit Company  (Ufco) era dueña de más de la mitad de las tierras cultivables del país, de las que únicamente sembraba el 2.6 por ciento.

“La United Fruit company y los monopolios norteamericanos en convivencia con los círculos gobernantes de Norteamérica son los responsables de lo que está ocurriendo… un acto de venganza frutera”, dijo Árbenz en su último discurso al verse forzado a dejar la presidencia.

El ataque para el derrocamiento del presidente guatemalteco duró 10 días, 10 días que iniciaron con bombardeos a la capital del país centroamericano, con la incursión de 300 mercenarios reclutados y dirigidos por el coronel Castillo Armas, que invadieron desde el vecino Honduras. “Todos sabemos cómo han bombardeado y ametrallado ciudades, inmolado a mujeres, niños, ancianos y elementos civiles indefensos”, dijo el todavía mandatario.

El pretexto del gobierno estadounidense era que el presidente guatemalteco había dado cabida a comunistas, los cuales navegaban con banderas de patriotismo pero sólo buscaban favorecer a los “planes rojos”. Sin embargo, el motivo real fue la política expropiatoria impulsada por la administración arbencista a través del decreto 900, el cual buscaba expropiar tierras ociosas de los grandes latifundistas y que golpeó a la United Fruit Company, empresa propietaria del ferrocarril y de enormes extensiones de terreno.

“Han tomado pretexto al comunismo. La verdad es muy otra. La verdad hay que buscar en los intereses financieros de la compañía frutera y en los de los otros los monopolios norteamericanos que han invertido grandes capitales en América latina, temiendo que el ejemplo de Guatemala se propague a los hermanos países latinoamericanos.” (Árbenz 27/6/1954)

El presidente, que durante su toma de posesión había propuesto iniciar el camino del desarrollo económico de Guatemala, sevio obligado a renunciar a su cargo ante la incapacidad de detener a las fuerzas armadas que se habían levantado en su contra. “Luchamos hasta donde las condiciones lo permitieran, hasta un punto en que ir más allá, se perdería todo lo que hemos ganado desde 1944”, dijo el ex mandatario, cuyo gobierno fue de los últimos antes de que estallara el conflicto armado, que duró 36 años.

Al final, la dictadura militar dirigida por Carlos Castillo Armas tomó el poder a quien los sectores populares de esa nación lo recuerdan como “el traidor de la patria”. El golpe de estado en Guatemala no fue un episodio aislado, pues marcó un punto de inflexión en la Latinoamérica: después fue el golpe contra  el presidente Federico Chaves, en Paraguay, en mayo de 1954, seguido del golpe contra el presidente Brasileño Getúlio Vargas y un año después el golpe en Argentina contra el gobierno de  Juan Domingo Perón.