Lado B
Periodismo cultural poblano
 
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
11 de mayo, 2014
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando| #LaEternaIncomprendida

En el verano de 2010, la Barra Nacional de Promotores Culturales 3D2 me invitó a presentar una ponencia sobre periodismo cultural en su Encuentro Nacional de Difusión Cultural (ENDICU), celebrado ese año en el Claustro de Sor Juana. Dado que mi experiencia se limitaba al ámbito de Puebla, enfoqué mi texto a lo que sucedía en esta ciudad. A partir de lo que había observado desde 2008 y de entrevistas a algunos colegas, académicos y gestores culturales, elaboré un texto que ahora les comparto de forma abreviada, deseoso de recibir comentarios de los compañeros periodistas, gestores y público en general.

Un mundial de futbol más tarde, la escena del periodismo poblano ha cambiado y se ha enriquecido con proyectos como Lado B y otros, ahora, del otro lado de la pluma, como gestor y responsable de un recinto cultural que trata con reporteros y medios, considero que muchas de las situaciones se parecen a lo visto y escuchado en ese momento. 

Periodismo cultural poblano

No hace mucho egresamos de la licenciatura en Comunicación, donde cursamos un par de asignaturas sobre periodismo. Hoy, por casualidad o convicción, somos reporteros de la sección de cultura de algún medio poblano. Sin mayores instrucciones de nuestro coordinador o jefe de información, salimos a la calle a buscar notas sobre lo que sucede en términos de arte y cultura en las calles de la Angelópolis. Tras algunas llamadas o golpes de suerte, llegamos a una conferencia de prensa en alguna oficina gubernamental o algún organismo privado que promueve estos asuntos de “la cultura”.

Lo primero que causa confusión en nosotros es un peculiar personaje que hace la mayoría de las preguntas. Su nombre es Mino D’Blanc –aunque luego descubrimos que se llama en verdad Herminio Blanco- quien es identificado como “reportero de espectáculos”, no de cultura. A continuación D’Blanc se asegura de presentarse, en ésta y futuras ocasiones, como “colaborador de siete medios”, lo cual también nos llama poderosamente la atención.

Por muy molesto que nos resulte escuchar sus monólogos de diez minutos antes de cada pregunta, nos damos cuenta que este hombre -quien también se desenvuelve como actor, contando entre sus logros el prestar la voz a un personaje menor de la cinta animada Nikté (Arnaiz, 2009)- es el único que pregunta. A veces sus cuestionamientos, que todos tildamos de obvios, resultan en respuestas interesantes y en información que a todos nos sirve.

Al término del encuentro con los medios, y luego de que “¿ya no hay más preguntas?”, nos acercamos a uno de los organizadores y/o artistas convocantes, y conseguimos una entrevista sobre el acto que promocionaron, sobre futuros proyectos o aprovechamos para hacer alguna pregunta de “coyuntura”, como su opinión sobre las pérdidas de Monsiváis y Saramago, ocurridas el fin de semana anterior, o sobre la cultura futbolera en México, por aquello del Mundial. Más que lo que nos dicen o no nuestros entrevistados, lo que nos sorprende es que de la docena de reporteros que habíamos en la conferencia, sólo un par nos hemos quedado a completar la información.

100 años de soledad

Contraportada de Cien años de soledad, Editorial Sudamericana, 1971.
Foto: @fraguando

Al día siguiente, al leer las notas de nuestros compañeros, descubrimos que la mayoría es un copiado/pegado del boletín de prensa, con uno que otro añadido producto de, probablemente, las preguntas de Mino, quien a estas alturas ya empezamos a comprender y a estimar. Sólo un par de medios hemos presentado una entrevista más profunda sobre el expositor, y una nota adicional sobre los sentimientos de pesar que lo agobian tras las irreparables pérdidas de tan importantes figuras de la escena cultural o sobre la participación de la “Selección Azteca” en Sudáfrica 2010.

Tras esa primera experiencia como reporteros de cultura, la poca claridad que teníamos al aceptar el trabajo aumenta, pues cabe recordar que nunca nos capacitaron de forma alguna –amén de que no tenemos prestaciones ni seguridad social- a menos que trabajemos para grupo Reforma

Vamos por orden

A una persona que jamás ha abierto un periódico de la capital poblana o que nunca ha sido reportero de esta fuente en dicha ciudad le parecerá que las palabras iniciales son, si acaso, una anécdota interesante, sin mayor peso periodístico y/o académico. Y tendrá razón.

Por ello, más allá de seguir rascando mis recuerdos de los escasos dos años dedicados al periodismo cultural y armar un cuento, un reportaje o una ponencia, he decidido confirmar o refutar mis ideas sobre cómo se realiza esta labor apoyándome en la opinión y experiencia de diversos personajes, desde gestores culturales y académicos, hasta funcionarios del área de cultura y personas involucradas directamente en la labor informativa.

¿La ciudad del no pasa nada?

Antes de ingresar a las filas de La Jornada de Oriente, mi percepción de la escena cultural local era como la de muchos poblanos: en Puebla no hay nada que hacer. En pocas semanas, esta idea cambió radicalmente, sobre todo cuando en varias ocasiones los dos reporteros de cultura no nos dábamos abasto para cubrir la gran cantidad de actos que se generaban desde organismos privados y públicos. Entonces, ¿por qué la gente tiene esta idea?

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Sin título de Magda Blanc

Cuando se involucró con la sección de Cultura de La Jornada de Oriente, a finales de la década de los noventa, el escritor Juan Sebastián Gatti recuerda que la consigna era cubrir “todo lo que pasaba en Puebla, sabiendo que no podíamos hacerlo, pero al menos intentarlo. La gente dice que no pasa nada en Puebla, y la discusión es, siempre hay algo que hacer en todas las expresiones artísticas, además de que hay cosas de muy buena calidad pasando todo el tiempo. No existen porque nadie las cuenta y nadie las cuenta porque parece que no existen…”[1].

Planteando un círculo vicioso distinto pero similar al que describe Gatti, habría que recordar que la cultura no es rentable para los periódicos pues los lectores están poco habituados a acercarse a y leer sobre ella, y están poco acostumbrados a esto porque los periódicos no les dan información sobre el tema… Como dice el director de f/64 Centro de formación audiovisual, Ricardo Carbonell, en Puebla “falta la cultura de la cultura”[2]. Al haber pocos lectores –y pocos asistentes a actos culturales-, en el momento que hay que recortar páginas, la lógica financiera no deja muchas alternativas. Y la cultura empieza a desaparecer.

Basta con observar la poca regularidad y formalidad con que muchos diarios presentan la información cultural: un día tres páginas, al siguiente una, otro más no hay sección, y una semana después la gente ya ni siquiera extraña las notas de cultura.

Preparación y convicción

Otro factor a abordar es la preparación del reportero poblano. Si bien no abundan los egresados de Periodismo o con especialidad en esta área; si bien los problemas de ortografía, gramática y redacción en general pueden ser detectados en más de un medio y sección, “la falta de preparación (…) se nota más en la de cultura. Se nota más porque el público de esta sección busca  cosas más específicas” y exige más, comenta de nuevo Sebastián Gatti. Además, continúa, el reportero de cultura debe saber de una gran variedad de temas, desde danza, cine, literatura y artes plásticas, hasta tener nociones de historia, política y expresiones populares.

La escritora Beatriz Meyer coincide con la opinión anterior y agrega que los reporteros culturales en Puebla se forman solos, debido en parte a que el propio medio no le da la importancia que se merece a la fuente. “Los egresados de Comunicación (que nutren a los medios poblanos) no tienen una formación especializada. Se forman sobre la marcha, sin tener referentes ni antecedentes, y muchas veces ni el interés”[3].

Casos contrarios a los que describen Gatti y Meyer son los de tres reporteras que, en mi opinión, son aves raras en el periodismo poblano debido a su preparación académica[4]. Por desgracia, a pesar de su interés por la cultura, sus medios no les permiten desarrollar estos temas apropiadamente. Sonia Corona y Laura Ruiz de Metro, e Ireri Herrera de Televisa Puebla coinciden con Gatti al observar que el reportero poblano de cultura conoce poco de lo que habla, lo cual no es tan grave, aclaran; lo grave es cuando temen preguntar para resolver sus dudas y terminan consignando en sus notas cosas que no son.

A pesar de la admiración que les guardo a estas tres últimas informantes, y a pesar de que son las más preocupadas por la cultura en sus respectivos proyectos, su visión sobre el periodismo cultural me parece que no contribuye a su desarrollo. Por un lado, consideran que la especialización es perjudicial para cualquier tipo de reportero, incluido el cultural, pues parten de la máxima de que todo profesional de la información debe saber cubrir todas las fuentes. Asimismo insisten en que ni siquiera la sección de Cultura debe educar, sino simplemente informar.

Esto se contrapone a la opinión de Gatti y Meyer, y a la de José Adalberto Sánchez Carbó[5], quienes consideran que la sección de Cultura no sólo debe interesar al lector en nuevas y viejas formas de expresión artística, y experimentar con los géneros, sino también darle las herramientas al público para analizar una obra. “No hay crítica de cine, ni de teatro, ni de arte en general (en Puebla). Y cuando la hay no saben llegarle al público pues los textos son demasiado especializados en su lenguaje; muy técnicos”, apunta Meyer.

Carbonell, por su parte, en sus tres años de presencia en Puebla organizando exposiciones fotográficas, nunca ha leído una crítica especializada sobre su labor, ya sea positiva o negativa, a pesar de reconocer que los medios sí cubren sus muestras y responden favorablemente a sus invitaciones.

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De la serie Des Petit Trous de Magda Blanc

La triada del periodismo (cultural)

En el juego del periodismo cultural intervienen tres: lector, fuente (entrevistado) y reportero. Ya abundé en la falta de preparación del reportero y mencioné un poco sobre el lector, quien es a la vez el público de los actos culturales que sí existen pero de los que pocas veces se habla. El tercer jugador -los propios promotores y gestores- también tienen su responsabilidad, de acuerdo a lo que opina Ricardo Carbonell.

Nacido y formado de distinta manera en la gestión cultural en el DF, menciona que, aunado a la inexperiencia de reporteros, muchas veces los gestores/promotores no saben cómo comunicar sus proyectos. Al no existir talleres de formación o redes de apoyo entre los productores y promotores, su inexperiencia para tratar a los medios permea en la forma en que el público recibe la información.

Aunque existen otras muchas características del periodismo cultural poblano dignas de discutirse, las presentadas anteriormente son las más importantes a mi consideración y de la mayoría de los entrevistados.

Al término de cada plática pedí a los informantes que proporcionaran sugerencias concretas que contribuirían al desarrollo del periodismo cultural poblano. A continuación presento algunas de éstas, con mis propias reflexiones:

  1. Un responsable de la sección. De preferencia un periodista con buena formación cultural o un artista con buena formación periodística, sugiere Gatti.
  2. Generar más crítica para formar a un lector capaz de acercarse a la cultura con herramientas de análisis propias. “En periódicos de Europa y EUA se vende bien la opinión; venden por sus columnistas y articulistas” y eso lo deberían considerar los medios poblanos, dice Meyer.
  3. La buena voluntad de parte de directores de periódicos para que la fuente cultural se vuelva central y atraiga lectores. “Si al director del medio o al coordinador de la sección le apasiona la cultura, la información de esta fuente será ponderada de forma adecuada”, si no, no, dice Ana Lidya Flores, directora de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Iberoamericana Puebla y colaboradora por 20 años de medios locales[6].
  4. Reporteros que no vayan por la “nota”. Reporteros con pasión por la cultura que, en el momento de que se les presente la oportunidad de abordar un hecho noticioso desde una perspectiva política o económica, lo hagan, pero sin olvidar el contexto y la importancia cultural de lo que tal o cual artista o académico dijo.
  5. Reporteros no sólo con formación y conocimientos, sino también con vocación. Para ello resulta clave cambiar las condiciones laborales que privan en la mayoría de los periódicos –y secciones-: bajos sueldos, falta de prestaciones y poca oportunidad de crecimiento, entre otras.
  6. Una visión clara de lo que se entiende por cultura, pero también amplia, donde entren no sólo las llamadas bellas artes sino también expresiones folklóricas y populares. En este sentido, la música rock –y sus derivados- el cómic, los aspectos extra-deportivos de la lucha libre, y el cine, por citar algunos, podrían y deberían entrar en Cultura; lo mismo que aspectos relacionados con la televisión, mientras no sean “chismes” sobre sus involucrados[7].
  7. Espacio suficiente, constante y bien identificado y ubicado. No importa que solo publiquen una o dos páginas pero que el lector –y los reporteros- reciban el respeto que se merecen al saber que pueden contar con ellas.

Finalmente me parece interesante destacar la fotografía que Sánchez Carbó tomó en 1997 del periodismo cultural poblano en su tesis, la cual no ha cambiado mucho en algunos de sus matices[8]. En sus conclusiones escribe, entre otras cosas, que las secciones culturales de muchos diarios “se limitan a informar sin ninguna otra pretensión” y que “no existe una planta de colaboradores especialistas o conocedores (…). No hay crítica”.

Pero la conclusión más contundente, con la que me siento más cercano y con la que quiero dejar al lector, es que “el periodismo cultural que se practica en la ciudad de Puebla (no) corresponde a la que es considerada la cuarta ciudad en importancia en la República Mexicana”.

Alonso Pérez Fragua, agosto 2010.

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Durante siglos, Puebla fue la segunda ciudad en importancia en México, solo detrás del DF. En el siglo XX, Guadalajara y Monterrey la fueron aventajando. Foto: Magda Blanc

 


[1] Conversación personal con Juan Sebastián Gatti, 3 de junio de 2010.

[2] Conversación personal con Ricardo Carbonell, 21 de junio de 2010.

[3] Conversación personal con Beatriz Meyer, en ese momento subdirectora de Promoción Cultural y Patrimonial del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP), 22 de junio de 2010.

[4] Conversación personal colectiva con Sonia Corona, Ireri Herrera y Laura Ruíz, 3 de junio de 2010. Corona y Herrera, licenciadas en Ciencias de la Comunicación por la UDLAP, ocuparon diversos cargos en el proyecto universitario La Catarina, además de que ambas realizaron intercambios académicos a instituciones estadounidenses donde cursaron materias de Periodismo. Ruiz es egresada de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Puebla; previo a su preparación en la “escuela” de Reforma, participó en un proyecto editorial en Quintana Roo; en 2014 solo esta última continúa con el medio referido.

[5] José Adalberto Sánchez Carbó en su tesis de licenciatura Periodismo cultural, una visión de su práctica en Puebla, de la Universidad Iberoamericana Puebla (1998).

[6] Conversación personal con Ana Lidya Flores, 21 de junio de 2010.

[7] Considero que la división entre Cultura y Espectáculos es asunto de otro documento. En el caso de La Jornada de Oriente me parece interesante y adecuado que no exista sección de Espectáculos, por lo que muchas notas y temas que en La Jornada nacional caerían en esta última sección, encuentran lugar en Cultura.

[8] Aunque el trabajo fue terminado en 1998, el ahora aspirante a doctor, y académico de la Universidad Iberoamericana Puebla, analizó en su cuarto capítulo “una semana de diarismo cultural en Puebla del 17 al 23 de febrero de 1997”.

 

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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